Los toros de fin de año son una tradición –guste o no- marcada en la parrilla televisiva y agenda de personas. Sin embargo, hoy vemos la sustitución del saber técnico-popular de la tauromaquia por un compilado de actividades paralelas que anulan lo que otrora fue una fiesta tradicional.
En años pasados referí la transmisión de toros como una actividad lograda con experticia técnica por parte de las televisoras; hoy en día los valores culturales de las corridas cada vez tienen menos espacio en la transmisión y son remplazados por sketches, chistes y conciertos con toros en el ruedo. Lo taurino palidece en el fondo de las payasadas que inundan la transmisión.
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Repretel
Tiene un equipo -como otros años- formado con base en Pelando el Ojo, insistiendo en la ventaja de un grupo curado y en sinergia que entiende la realidad país, que mantiene el tono con una propuesta abierta a la población. Es posible que la presencia de mujeres en el micrófono genere una regulación interna del grupo con una mezcla mayormente masculina que evita el paso a un tono inapropiado.
Los animadores le piden a Dios por la salud de un improvisado a la vez que en la repetición se adereza el asunto con sonidos de golpes sacados del Chavo del 8 y un montaje que muestra al improvisado salir a la atmósfera por el levantín. Es decir hay burla a la vez que buenos deseos, sin una posición clara y pachotera.
Con tanto contenido paralelo no puede desligarse de la imagen principal de los toros, por lo que el esfuerzo para tanto concurso y sección muchas veces pasa desapercibido. El Picture In Picture o la pantalla dividida no son suficiente para mostrarlo todo.
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Teletica
Se les va la mano. El grupo de humor es guasón sin medida. No hay una regulación interna -menos desde producción- del tono machista y burlesco de su elenco, con chistes pasados y lugares comunes de ese patriarcado que muchos señalan.
Secciones como Uyy donde la intimidad de las asistentes al redondel se ve violentada son hoy en día socialmente intolerantes, simplemente no deberían existir. Cuando la producción encuadra una muchacha de frente a la cámara y la sigue por detrás una vez que pasa, la intención es manifiesta: mostrar el trasero. Esto no es bien recibido fuera de ese grupúsculo, deben entenderlo. ¿Quién es responsable? ¿El productor, el camarógrafo o el canal?
Aparte existe un reciclaje de actividades del Chinamo en Los Toros, que nuevamente narra la anomia de los canales de televisión. Incluso, los días que no hay toros en la noche, Teletica reprograma El Chinamo, mostrando la dependencia grande de contenidos.
Se ha perdido el análisis y fiesta taurina y ha sido sustituido por otros valores. La participación de Cañero es lo que queda en los medios de ese saber, aunque se dedica más tiempo en cámara a Victor Carvajal subido en la barrera, al tiempo que baila para generar un interés aparente en la audiencia.
Sobre seguridad
Existen concursos que promueven actividades inseguras en el redondel, juegos como “El boliche” o “El selfie” parecen crear situaciones ajenas al giro usual de los toros a la tica –que son riesgosos- adicionando peligro para los improvisados. Cuestiono la reflexión de los canales y patrocinadores a la hora de plantear su oferta creativa y dudo siquiera que exista un piloto de cada actividad en los canales.
Ante esto, otra pregunta sería entender si este oligopolio de la transmisión redunda en una mejora de los contenidos o la producción para la audiencia, pues la distribución de los horarios hace que la competencia efectiva deje de existir, lo que crea una posición de comodidad para los canales que básicamente tienen la audiencia “garantizada” por turnos.
Hay competencia en el mercado, en otros contenidos, en otros canales y plataformas. A los canales no les puede rendir solamente el blandir la tradición, deben tratar de salir de la zona de confort y buscar nuevas formas; sin embargo, el enfoque de creación de material artificial y ajeno a la fiesta taurina parece ser una dirección equivocada que desnaturaliza su razón de ser.