Todavía no podemos saber si Jesucristo Supresestrella marca un antes y un después, porque no sabemos que vendrá próximamente. Lo que sí es un hecho, es que deja la barra muy alta. La sinergia entre los departamentos técnicos y la interpretación de los artistas en escena dejaron como resultado un espectáculo de gran calidad, que provoca el deseo de que el país siga accediendo a producciones de este nivel.
Esta fue la primera ocasión en que se adaptó en Costa Rica la obra de Andrew Lloyd Weber con letras de Tim Rice. En el musical se narran los últimos días de Jesús (Mario Maisonnave), principalmente desde la mirada crítica de Judas (Ed Quesada), con fuerte presencia de María Magdalena (Jimena Muñoz).
El arreglo musical se apegó de manera casi fidedigna a la partitura original, con una agrupación de 11 músicos dirigidos por Bernardo Quesada. Es a través de las canciones -una tras otra-, que atestiguamos la tensión tirante entre Jesús y Judas, otro tipo de tensión entre María Magdalena y Jesús, así como el contubernio entre Judas y los miembros del Sanedrín.
Con un ensamble de 25 artistas en escena, la banda es protagonista incansable y los bailarines aparecen con coreografías que si bien son sustanciosas y sorprendentes, se sienten cortas en cantidad.
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De la agrupación musical -sólida y tallada en ejecución- solo se podía ver a cuatro miembros, mientras que los otros quedaban escondidos detrás de la escenografía. Para el oído hubiera sido fenomenal poder contar con el refuerzo visual que permitiera ver la intervención de cada instrumento, e inclusive los coros. El sonido, sin embargo, ayudaba con la causa para escuchar con detalle el papel de cada músico.
El elenco no falló en este montaje. Las actuaciones, en términos generales, lograron conseguir interpretaciones creíbles, capaces de reflejar los sentimientos cambiantes conforme avanza el drama.
En este apartado me pareció sobresaliente el trabajo de Erick Córdoba como Poncio Pilato. A nivel vocal, además destaco las voces del bajo lírico Gabriel Morera (Caifás), Johnny Howell (Anás), Javier Castillo (Simón) y Jorge Chicas (Herodes). Este último, con una sola escena, figuró de manera memorable. En el departamento vocal, quizá el único yerro notorio era la dificultad para entender letras de algunos de los cantantes, algo que, podía hacer que quien no conociera el musical (o inclusive algo de la Biblia) pudiera perderse.
La dirección (Adrián Castro), en conjunto con el trabajo de iluminación (Valeria Coghi) y escenografía (Oscar Soto) consiguieron acentuar momentos inolvidables. Entre estos puedo mencionar la última, donde los apóstoles se congelaban en simultáneo emulando el cuadro de Da Vinci. En esta misma escena, posteriormente, quedaban Jesús y Judas de pie sobre la mesa, cada uno en un extremo de la mesa que se separaba en dos, marcando la ruptura absoluta entre ambos hombres, en la noche de la famosa traición.
Más tarde se vería otro momento memorable, cuando Pilato fustiga a Jesús con 39 azotes con un látigo fosforescente. En una sobretarima movible en la que estaba el magistrado, se veía cómo el acrílico se iba llenando de “sangre” conforme avanzaba el castigo.
Entre las coreografías (dirigidas por Valeria Merino y Jose Ventura) destaco principalmente aquella en la que, en lugar de mercaderes afuera del templo, se veían bailarines con una interpretación magnífica con movimientos y vestuarios con sugestiva sensualidad. Luego, en la pieza titulada Superstar, Ed Quesada tuvo su mejor momento rodeado de un brillante ensamble vestido de blanco. Se construyó el punto más rockstar del montaje, en un punto de clímax, poco antes de la crucifixión. Para Maisonnave su mejor intervención fue en el tema donde lo asediaban varios pobladores enfermos. Jesús entra en desesperación evidente y sale de escena gritándoles “cúrense ustedes”.
Al final del show, el balance resultó realmente positivo. Se agradece que una productora local se atreva a montar propuestas tan ambiciosas como estas. Es un paso sumamente relevante para la escena de musicales en un país donde apenas hace ocho años se montaba el primer show con derechos de Broadway, West Side Story (también por Luciérnaga). Desde entonces, el panorama local ha cambiado significativamente, con una agenda activa que intercala producciones originales con otras internacionales que requieren la adquisición de licencias. La escena crece; gana el público y gana el artista tras la primera venida de Jesucristo.
Ficha técnica
Espectáculo: Jesucristo Superestrella
Organiza: Luciérnaga producciones
Fecha: 2 – 12 de marzo, 2023
Lugar: Teatro Popular Melico Salazar