En comparación con su presentación anterior en el Anfiteatro Municipal de la Vieja Metrópoli, el tercer concierto de la temporada de la Orquesta Sinfónica Municipal de Cartago (OSMC), realizado en ese mismo recinto la mañana del domingo 22, reunió un número mucho mayor de oyentes.
La informalidad es parte del encanto de los conciertos en el Anfiteatro y quienes asisten deben estar dispuestos a compartir la música con el llanto de algún niño, los pitazos y alarmas de los autos y el ulular de las sirenas. Aquí no rige el protocolo estricto de la sala de conciertos, pero eso tampoco impide disfrutar de la música.
Repertorio. El tercer concierto de la OSMC estuvo a cargo del director titular, maestro Iván Arguedas, y como solista actuó el talentoso guitarrista costarricense Luis Fernando Aguilar.
El programa incluyó el conocido Concierto de Aranjuez , del compositor español Joaquín Rodrigo (1901-1999), obra que data de 1939 y que se ganó la predilección del gran público desde el estreno en Barcelona en 1940.
Completó el programa otra pieza de popularidad universal, El Danubio azul , opus 314, vals del austríaco Johann Strauss, hijo (1825-1899), compuesto en 1866 y estrenado el año siguiente, y la función se inició con la poco conocida obertura Mi patria , opus 62, del checo Antonín Dvorák (1841-1904), escrita en 1881.
Dvorák compuso varias oberturas de concierto, entre ellas la brillante Carnaval y la dramática Otelo , pero Mi patria , parte de la música incidental escrita para ilustrar una obra teatral, no está entre los más logrados de sus trabajos sinfónicos breves.
Ejecuciones. Asimismo, oí bastante tímida la ejecución de Mi Patria brindada por Arguedas y el conjunto cartaginés, escasa del ímpetu y cuerpo orquestal suficientes, lo que redujo aún más mi interés auditivo.
Sin embargo, a continuación Luis Fernando Aguilar forjó una lectura del Concierto de Aranjuez nítida en digitación, puntual en ritmo, fluida en fraseo.
Aguilar obtuvo tonalidades matizadas de su sonoro instrumento gaditano y la interpretación se oyó suelta y ligera en el alegro del principio; honda en el conmovedor adagio, la médula emocional de la obra; elegante y cadenciosa en el alegro concluyente. El director y el conjunto ofrecieron un respaldo integrado y acucioso al guitarrista.
El público premió el desempeño del solista y los músicos con aplausos prolongados.
Para finalizar, Iván Arguedas y la Orquesta Sinfónica Municipal de Cartago moldearon una versión agraciada del Danubio azul , precisos los compases, justos los acentos, bien logrado el schwung rítmico del baile vienés.