Escuchar la voz de don Lucho Barahona por teléfono fue una dosis de alegría combinada con dulces recuerdos. Su acento chileno sigue estando marcado, pero los dichos y las palabras al estilo costarricense delatan ese amor que, desde que puso un pie en nuestro país, lo conquistó.
Este jueves 30 de marzo, don Lucho, toda una institución del teatro nacional, fue declarado como Ciudadano de Honor de Costa Rica por la Asamblea Legislativa. La decisión de los legisladores fue unánime y con ellos probablemente estén de acuerdo los actores, las actrices, los directores y los dramaturgos que aprendieron de él, así como también el pueblo de Costa Rica que lo vio en obras sobre las tablas y en programas de televisión.

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La noticia de la ciudadanía de honor se la dio Luis Alvarado, su compañero de vida, quien vio la transmisión de la sesión del plenario, en la cual se tomó la decisión de darle este reconocimiento a Lucho.
El artista contó que, al principio, pensó que era una broma. Alvarado narró que después de la impresión, lloraron juntos de la emoción.
“Este país me acogió muy bien. Sigo siendo tico, siempre he tenido mucha suerte aquí en Costa Rica y encuentro que este país es maravilloso. Siento el cariño de la gente siempre cuando converso con alguien o cuando vamos caminando y me saludan. Pero nunca imaginé que me podía pasar algo tan increíble, para mí es una cosa increíble”, dijo Lucho con su tono de voz dulce y en medio de muchas risas de alegría.
El asombro no le pasa al actor, dramaturgo y director de 92 años, quien llegó a nuestro país en la década de los años 70, después de huir de su Chile natal a causa del golpe militar a Salvador Allende.
“Me pregunté: ¿por qué exactamente yo? Me gustaría saber por qué, porque hay mucha gente que ayuda a los demás”, agregó sobre su sorpresa ante el reconocimiento.

Lucho, quien hace dos años sufrió una caída que le afectó mucho su salud, contó que aunque ya no esté activo, el teatro sigue siendo su gran amor y que, más allá de reconocimientos y legados, lo que más agradece del arte son las amistades que cosechó durante toda su carrera. Son esos amigos, precisamente, quienes lo acompañan muy seguido en su casa: lo visitan y lo llenan de alegría.
“Como no puedo salir, mis amigos me visitan todo el tiempo. ¡Me encanta, me encanta tener la casa llena de personas queridas!”, expresó.
Mensaje
Lucho recordó que cuando era apenas un niño en Chile, vivía con su abuelita. “Éramos muy pobres. Mi abuelita lavaba ajeno y así nos mantenía”, narró.
Curiosamente, en su niñez, una gitana le predijo la grandeza que alcanzaría cuando fuera mayor. Con una dulce anécdota, Lucho contó cómo fue ese encuentro en el que la adivina le dio a su abuelita un mensaje muy importante.
Cierto día a su pueblito, llegaron unas gitanas. Una de ellas tocó la puerta de su casa y le ofreció a la abuelita hablarle sobre el futuro, pero ella se negó.
Sin embargo, la gitana, mientras acariciaba la cabeza del pequeño Lucho, expresó: “Este niño es un tesoro. Este niño va a ser muy famoso, todo el mundo lo va a querer. Todo el mundo lo va a conocer no solo en este país. Cuídelo mucho porque es muy valioso”.

Y así fue. Lucho comenzó su carrera actoral en Chile, pero la vida lo trajo a Costa Rica, donde se desarrolló ampliamente y se convirtió en toda una leyenda del teatro nacional.
Otra persona muy importante en la vida del actor fue una tía suya, quien le dejó una de las enseñanzas más importantes de su vida, la cual aplicó en su carrera y también la dejó como herencia para quienes aprendieron de él en Costa Rica.
“En casa de mi tía siempre había niños, era una casa enorme y linda. De ella aprendí mucho, hasta cómo se come. Fue mi profesora en muchos ámbitos. Cuando ya yo era actor y me iba a ver al teatro, me decía que nunca fuera vanidoso, que nunca me creyera superior a los demás”, concluyó don Lucho.