El dramaturgo, actor y director Lucho Barahona (Luis Alberto Barahona Rivera) fue declarado Ciudadano de Honor de Costa Rica, reconocimiento dado por la Asamblea Legislativa de nuestro país.
La ciudadanía de honor le fue concedida por “su gran e invaluable aporte al desarrollo del teatro independiente del país”, se lee en la declaratoria del Congreso. El expediente número 23.535, que fue presentado por la diputada Ada Acuña, del Partido Progreso Social Democrático, se aprobó el jueves 30 de marzo por votación unánime en la sesión del plenario.

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En el documento se explican las razones por las que el artista que nació en Chile y se estableció en Costa Rica desde los años 70, es merecedor del reconocimiento.
Entre los motivos destaca ser reconocido como “el padre del teatro independiente”, gracias al trabajo que desde que llegó a nuestro país realizó con el Teatro del Ángel (posteriormente llamado Teatro Lucho Barahona). En dicho lugar Barahona actuó en muchas obras como personaje principal, pero también tomó las riendas de la compañía para ser director y escritor.
“Su actividad en este ámbito cultural y artístico, ha beneficiado el desarrollo de las nuevas generaciones de profesionales de las artes dramáticas para tener acceso a medios de trabajo y subsistencia”, agrega la declaratoria.
Gracias a su programa La lucha de Lucho (1988), Barahona, de 92 años, también es recordado por su paso en la televisión, aunque que se sabe que las tablas siempre han sido su gran pasión.
Según contó Luis Alvarado (su pareja y cuidador), en una entrevista con La Nación en noviembre del 2022, nunca ha dejado de atender al teatro, pese a que dos años antes sufrió de una caída que afectó su salud.
“Como su mente está perfecta, siempre vienen a pedirle asesorías para direcciones de espectáculos o para depurar textos”, contó Alvarado. “Sigue siendo un hombre activo, pero por supuesto, se cansa”, agregó.

Historia de vida
Sobre su vida personal y artística, el periodista Jorge Mora recordó los pasos de Lucho desde Chile hasta Costa Rica, ese camino que lo llevó a recibir la ciudadanía de honor.
Barahona llegó a Costa Rica en 1974, expulsado del golpe militar a Salvador Allende en su natal Chile.
En Santiago, Lucho había fundado, junto a otros cuatro artistas, el Teatro del Ángel. Con funciones todos los días –exceptuando los lunes–, el director era feliz, hasta que tiempos políticamente difíciles comenzaron a asomarse.
“Con el golpe militar vino el toque de queda, y uno no podía salir a la calle después de las ocho de la noche porque lo mataban”, recordó. “Lo que hicimos en el teatro era hacer función a las seis de la tarde y la gente llegaba”, le dijo el artista al periodista en un perfil que se publicó en La Nación, en el 2018.
“El problema fue cuando comenzaron a sospechar de nosotros. Creyeron que éramos comunistas y lo que hacía el ejército era llevarse a la gente al Estadio Nacional para torturarlos. Una vez casi me llevaron, ahí fue cuando me quise ir del país”, contó Barahona.
Una vez llegado a San José, Lucho planeó hacer lo que tanto le encantaba en Chile: actuar.

En honor al teatro independiente que fundó en Chile, decidió instaurar un recinto con el mismo nombre: Teatro del Ángel. La sorpresa fue que ofrecían funciones todos los días con teatro vacío.
En Costa Rica, la identidad teatral escaseaba pues, según los recuerdos de Lucho, solo la Compañía Nacional de Teatro y el Teatro Nacional tenían una oferta seria en su cartelera.
“Uno llegaba a preguntarle a las personas qué preferían: si el cine o el teatro. Todos decían que el cine. Yo pensé en aprovechar los programas de tele para que la gente se enterara de qué trataba el teatro y dio efecto. Aquí, cuando yo llegué al país, había muy poco interés en el teatro. Ahora a la familia le gusta, le encanta. Es una gran satisfacción”, confesó en esa conversación.
En vez de realizar un conflicto entre la televisión y el teatro, Lucho decidió amar ambos. Encontró su debut en la pantalla pequeña con Hay que casar a Marcela, una novela que le abrió paso a otras producciones donde fungía como guionista, productor, director y, en algunas ocasiones, actor.

Más a sus anchas, el chileno decidió tomar la ciudad de San José como su botón explosivo para las ideas que ya no se contenían en su mente. El cuerpo histriónico que aparecía en sus programas podía ser visto en persona, con obras más largas y en cartelera continua.
Así Lucho consolidó el Teatro del Ángel (ya extinto) y el Teatro Lucho Barahona, fundado a mediados de los 80. Ambos recintos fueron albergues para un nicho que, unas décadas antes, no existía.
“Claro, era cansadísimo”, rememoró con risas Lucho. “Yo tenía los dos teatros más el programa de La Lucha de Lucho. Eran equipos de trabajo muy grandes y por dicha estaba joven porque era un cansancio brutal”.
