Bogotá. Fernando Botero murió este 15 de setiembre del 2023. El pintor y escultor antioqueño es considerado el artista visual colombiano más grande de todos los tiempos y uno de los más significativos de América Latina en el siglo XX.
El colombiano, cuyo sello fueron las figuras voluminosas que irrumpieron en el arte moderno a partir de la década de 1950, falleció a los 91 años en Mónaco tras sufrir complicaciones de salud desde hace varios días.
Con Botero no valía el calificativo de “gordo” para sus figuras. Enamorado del renacimiento italiano, se proclamaba ante todo “defensor del volumen” en el arte moderno. Su escultura, marcada también por el gigantismo, ocupó un espacio muy importante en su carrera, desarrollada en buena parte en Pietrasanta (Toscana, Italia).
Este creador puso el arte colombiano en los escenarios internacionales más importantes del mundo. De hecho, sus esculturas se imponen en importantes lugares, como en Estados Unidos y Francia.
La importancia de Botero es tal que todas sus obras, sean pinturas o grandes esculturas, están regadas por importantes capitales. Por ejemplo, El pene de su Adán está en el Time Warner Center. Mientras que su exuberante doncella reposa en Cartagena.
En su natal Medellín hay un gigantesco parque donde los turistas llegan a tomarse fotos con sus esculturas. Y en Bogotá hay un museo dedicado a él, a su arte.
Su legado, que incluye más de 3.000 pinturas y 300 esculturas, está pautado por su insaciable sed creativa. En los últimos años, en una carrera febril, trabajaba 10 horas diarias. La sola idea de dejar los pinceles “me aterra más que la muerte”, decía.
Sus trabajos fueron aclamados por el mundo y los coleccionistas pagan millones de dólares por ellos. En el 2022, por ejemplo, la escultura Hombre a caballo se vendió en una subasta de la casa Christie’s en Nueva York por $4,3 millones, un récord para una obra del artista.
Duelo en Colombia y el mundo
El presidente Gustavo Petro lamentó el fallecimiento de Botero, a quien recordó como el pintor “de nuestra violencia y de la paz”.
”Ha muerto Fernando Botero, el pintor de nuestras tradiciones y defectos, el pintor de nuestras virtudes. El pintor de nuestra violencia y de la paz. De la paloma mil veces desechada y mil veces puesta en su trono”, comentó Petro.

El mandatario colombiano hace referencia a una de las exposiciones de Botero, quien en el 2004 retrató las décadas de violencia en el país. En esta muestra, con 67 obras, compuesta por 42 dibujos y 25 óleos, refleja muchos de los padecimientos por culpa de este flagelo.
Algunas de estas son: Carro Zomba, El desfile, Tristeza, Mujer llorando y Hombre cayendo.
En su natal Medellín, lamentaron la dolorosa muerte del pintor y escultor colombiano. La alcaldía anunció siete días del luto en esta capital.
Para Botero, el trabajo y su familia fueron lo más importante en su vida. Uno de los momentos más complicados para él fue el deceso de su hijo Pedrito, en 1974 cuando el niño tenía cuatro años, en un accidente de tránsito en España.
Lina Botero, su hija, le dijo a Caracol Radio que su padre falleció a las nueve de la mañana hora de Mónaco.
También confirmó que llevaba cinco días con complicaciones de salud. ”Mi papá murió con 91 años. Tuvo una vida extraordinaria y se fue en el momento indicado. Se fue con mucha tranquilidad, eso es lo importante”, dijo.
También contó que ahora su padre está con Sophia Vari, su esposa, quien falleció hace apenas unos meses. “Mi Dios sabe cómo hace sus cosas”, añadió.
Describió a su papá como un hombre increíble, quien tenía un amor absoluto por su querida Colombia.
“Es un momento de gran tristeza, de alguna manera lo estábamos esperando porque mi papá estaba delicado de salud desde hace algún tiempo”, detalló.

“Pienso con frecuencia en la muerte y me da lástima irme de este mundo y no poder trabajar más, porque tengo un gran placer trabajando”, había confiado el “maestro” a la AFP al cumplir 80 años.
Así fue la vida de Fernando Botero
Botero había nacido el 19 de abril de 1932 en Medellín, la segunda ciudad de Colombia, enclavada en los Andes del noroeste del país.
Hijo de un modesto agente de comercio, se inició en el arte tempranamente y contra la opinión de su familia. A los 15 años, vendía dibujos sobre temas de tauromaquia a las puertas de la plaza de toros La Macarena.
“Cuando yo empecé ésta era una profesión exótica en Colombia, no era aceptada ni tenía ninguna perspectiva. Cuando le dije a mi familia que me iba dedicar a la pintura respondieron: ‘Bueno, está bien, pero no le podemos dar apoyo’. Lo hice igualmente y afortunadamente”, contó.
Tras una primera exposición en Bogotá en los años 1950, partió a Europa, pasando por España, Francia e Italia, donde descubrió el arte clásico. En su obra también influyó el arte mural de México, donde se instalaría posteriormente.
Fue en los años 1970 cuando su carrera despegó, tras conocer al director del museo alemán de Nueva York, Dietrich Malov, con quien organizó exitosas exposiciones. “Pasé de ser un completo desconocido, que no tenía ni siquiera una galería en Nueva York, a ser contactado por los más grandes marchands del mundo”, narró Botero.
Las desbordadas formas de su arte, su marca registrada, habían aparecido como una revelación en 1957, con la pieza “Naturaleza muerta con mandolina”. Entonces, por casualidad, hizo un agujero demasiado pequeño para ese instrumento y de golpe, “entre el pequeño detalle y la generosidad del trazo exterior, se creó una nueva dimensión que era como más volumétrica, más monumental, más extravagante”, explicó.
Se afincó en la ciudad italiana de Pietrasanta, aunque en los últimos años vivía entre Mónaco y Nueva York, donde tenía residencias, y regresaba cada enero a su hacienda en las afueras de Medellín.
El artista se inspiró en la belleza y en los tormentos de su Colombia natal, afectado por un conflicto armado de más de medio siglo. Así, su obra muestra escenas de guerrillas, atentados y matanzas.
En 1995 una bomba en el centro de Medellín mató a 23 personas y destruyó parcialmente una de sus esculturas, El Pájaro, cuyos restos permanecen en el lugar.

Afirmaba que la política “no es el oficio del pintor”, aunque hizo una excepción con una serie sobre los carceleros de la prisión estadounidense de Abu Ghraib, en Irak.
Fue también un importante mecenas, con donaciones estimadas en más de $200 millones. El artista regaló a los museos de Medellín y Bogotá muchas de sus obras, que en 2012 fueron declaradas bienes de interés cultural por el gobierno.
Muchas obras de Botero engalanan parques y plazas, pues el artista reivindicó las exposiciones al aire libre como un “acercamiento revolucionario” del arte con su público. Una idea que estrenó en 1992 en París, con una muestra en los Campos Elíseos, y que luego llevó al gran canal de Venecia y frente a las pirámides de Egipto. Sus personajes de inmensas curvas también desembarcaron en 2015 en China, un sueño cumplido, según comentó en aquel momento.
En el 2019, la Galería Nacional del Centro Costarricense de Ciencia y Cultura (CCCC) exhibió durante tres meses Viacrucis: la pasión de Cristo, una exposición compuesta por 60 obras originales de Botero.
