Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.) instauró en La Poética una clara distinción entre la epopeya y la tragedia al afirmar que la primera estaba fundamentada en la narración, mientras que la segunda lo estaba en la representación. En la actualidad, esto podría parecernos obvio, pero no deja de ser fundamental para explicar lo sucedido con esta versión de Crónica de una muerte anunciada .
En la novela de Gabriel García Márquez, un narrador –álter ego del escritor colombiano– hilvana la anécdota del homicidio de Santiago Nassar, a manos de los gemelos Pedro y Pablo Vicario. El argumento se construye a partir de los recuerdos del propio narrador y de las revelaciones de numerosos testigos. La suma de estas voces logra que el suceso detonante adquiera densidad hasta convertirse en la historia de todo un pueblo.
La adaptación de Carlos Salazar enfatizó la narración, en detrimento de las situaciones dramáticas (tensiones generadas por personajes en conflicto). El relato fue distribuido entre una voz pregrabada (fuera de campo), un personaje principal y diversos secundarios que aparecieron en formato de video a lo largo de la obra. La estrategia hizo que los recursos escénicos se orquestaran para narrar la trama y no necesariamente para verla actuada.
La “traducción” del texto original al libreto pudo y debió anticipar la construcción de interacciones actorales que representaran los principales núcleos de acción del relato. Por el contrario, las escenas funcionaron –en buena medida– como ilustraciones de lo que se estaba escuchando en el fuera de campo o en el video.
La epopeya se tragó la tragedia, sobre todo, después de la descripción de la autopsia de Santiago Nassar realizada por el párroco Carmen Amador.
Desde aquí en adelante, el espectáculo se aletargó. Los segmentos en video se volvieron protagónicos debido a lo poco que estaba sucediendo en el escenario. El viaje hacia el clímax no tuvo impulso, de manera que el asesinato cometido por los hermanos Vicario fue el menos impactante de los acontecimientos presentados. El notorio esfuerzo del elenco no alcanzó para evitar este anticlímax anunciado.
Es destacable la escenografía por la intencionalidad de su diseño. Tres módulos le dieron vida a las fachadas desvencijadas del poblado caribeño en el que tienen lugar los hechos. Las rendijas entre los tablones apenas dejaron vislumbrar siluetas, estimulando, de paso, la curiosidad de una audiencia obligada a husmear en la intimidad de los personajes.
Además, la ubicación del dispositivo escenográfico, en las cercanías del proscenio, limitó la visibilidad de los que estábamos en las butacas laterales. Lejos de considerarlo como un defecto, pienso que fue una decisión consciente para propiciar la incomodidad de un público limitado –adrede– para ver los detalles de lo acontecido. Esta circunstancia se tornó en metáfora de una historia cargada de contradicciones, sutilezas y verdades a medias.
Esta versión de Crónica de una muerte anunciada no superó el reto de trasladar a escena la novela de García Márquez. El trabajo de adaptación y puesta no alcanzó para darle profundidad al espectáculo. Es un riesgo llevar al teatro cualquier texto que solo necesita de la complicidad imaginativa de un lector para ser contundente. No valorar las distancias entre lenguajes también lo es. ¡Aristóteles ya lo había anunciado! Por eso y, hasta nuevo aviso, Santiago Nassar seguirá muriendo con mayor veracidad en el papel que sobre las tablas.
Ficha TécnicaDIRECCIÓN Y ADAPTACIÓN: Carlos Salazar a partir de la novela Crónica de una muerte anuncia de Gabriel García Márquez.PRODUCCIÓN: Mariana RamírezELENCO: Javier Montenegro, Manuel Martín, Daniela Valenciano, Mauricio Varela, Raquel Hernández, Pedro Sánchez, Ricardo TamesESCENOGRAFÍA E ILUMINACIÓN: Emilio Aguilar VESTUARIO: Francisco AlpízarVIDEO: Andrés Heidenreich, José Arce, Antonio Cordero, Manuel UmañaCOMPOSICIÓN MUSICAL: Carlos EscalanteESPACIO: Teatro EspressivoFUNCIÓN: Sábado 9 de mayo