Hace cinco años, Hernán Jiménez sacudió la modorra y tedio de la escena teatral costarricense con su oportuna y divertida presentación del espectáculo unipersonal
En ese momento, Hernán Jiménez era prácticamente un desconocido para las tablas ticas, aunque como cineasta neófito ya había incursionado en cortometrajes que le ganaron premios en el emergente medio fílmico local.
Poco después, con el monólogo satírico
(Como diversión teatral, la
Desde entonces, los estrenos de sus dos largometrajes ,
Con punzante agudeza, espontaneidad y picante gracia escénica, Jiménez repartió entre los espectadores sus penetrantes observaciones sobre aquellas singularidades ridículas del entorno costarricense en que los más no reparamos y hasta consideramos normales, tales son su frecuencia y ubicuidad.
Asimismo, satirizó no pocas de las actitudes de las clases urbanas acomodadas, actitudes que, en el fondo, se mantienen como lacras que impiden la evolución del país hacia condiciones más tolerantes y equitativas.
Junto con las cantinfladas de los políticos (en el caso, la presidente Laura Chinchilla), además fueron blanco de las saetas mordaces de Jiménez los juicios dispares sobre la conducta sexual de hombres y mujeres, que excusan al mujeriego como “picaflor” pero condenan como “zorra” a la contraparte femenina.
Los dardos punzantes del cómico también apuntaron a la incompetencia de la burocracia gubernamental, ejemplificada mediante las escandalosas chambonadas del MOPT, protagonista en los sainetes bochornosos del puente de la “ platina ” y el defectuoso revestimiento asfáltico del puente del río Sucio, y casos similares, que han costado cientos de millones al erario, sin que nadie haya sido responsabilizado ni enfrentado consecuencias disciplinarias.
La agresividad de muchos conductores, los huecos en calles y aceras, la falta de seguridad vial y propia, y otros males agobiantes para la paciente ciudadanía, por igual fueron motivo para la irrisión, a veces en un tono de resignada denuncia más que de chiste.
En verdad, la mayoría de estos vicios nacionales son dolorosos y perjudiciales, quizá por eso el título del espectáculo sugiere un trasfondo de seriedad, pero me pregunto hasta qué punto el humor, al hacer estos males más llevaderos, más bien no propicia su persistencia.
Por otro lado, nada quita que surta un efecto contrario, y los espectadores saldrán riéndose contentos, pero determinados a acabar, de una vez por todas, con la farsa trágica en que se ha convertido la escena sociopolítica nacional.
Asista el lector a