La Orquesta Sinfónica de la Universidad de Costa Rica supo celebrar su décimo aniversario. El maestro Alejandro Gutiérrez ha elevado la notoriedad y la calidad del ensamble, al punto de arriesgarse a una temporada que incluía dos montajes de danza y uno operístico, además de un exigente repertorio y giras fuera de San José.
El conductor del ensamble reflexionó sobre su año más exitoso, así como de los siguientes escalones que mira en el horizonte.
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–Este fue el año más ambicioso de la orquesta, ¿siente que los objetivos se lograron?
–Realmente creo que sobrepasamos los objetivos. Ahora estaba haciendo un recuento de la cantidad de compositores costarricenses que presentamos y estuvieron presentes toda la temporada. Tuvimos a Eddie Mora, Andrés Soto, Carlos Enrique Vargas, Marvin Camacho… ocho en total. Y si me pongo a pensar en solistas serían 18 sin contar los de la ópera. Veo esto como un gran éxito porque le damos espacio al artista costarricense sin dejar la música de grandes clásicos.
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–¿Cuál fue la prueba de fuego que tuvo la orquesta este año?
–La orquesta tuvo un crecimiento artístico al enfrentarse a un compositor como Samuel Barber, con un solista internacional en el piano, que fue un reto grande. Lo mismo con Sinfonía no. 2 de Robert Schuman, que es de otro nivel y la orquesta tenía que dar ese paso. También enfrentar montajes escénicos como la ópera fue un desafío que logramos, además de estrenar piezas. Sin ser presumido debo decir que estoy orgulloso.
–Este ensamble está cargado de jóvenes, ¿cómo responden a esta exigencia?
–La respuesta ha sido muy buena, porque creo en el trabajo en comunidad. Los más experimentados trabajan con gente joven y transmiten su experiencia. Los jóvenes demuestran el entusiasmo de pertenecer a la orquesta y no escatiman en tiempo de preparación ni en poner su energía y talento. Este fin de año involucramos a ocho músicos que vienen de la orquesta de estudiantes para que se les abra la oportunidad como fogueo y han respondido. Podemos incrementar el tamaño del personal porque podemos confiar en estos talentos. Hace 10 años empezamos con 20 personas; hoy contamos con un personal de 95.
–Un problema fuera de lo artístico ha sido la falta de un espacio fijo para los ensayos de la orquesta, ¿cómo ha progresado ese tema?
–Uno de los logros de infraestructura ha sido que don Federico Molina, director de la Escuela de Artes Musicales, así como el señor rector (Henning Jensen) nos están dando espacio en el nuevo edificio que se va a inaugurar este miércoles. Tendremos un espacio para ensayar tranquilamente, donde incluso se puede ensayar con coros y así pensar en óperas. Obras de gran magnitud como Sinfonía no. 9 de Beethoven la tuvimos que ensayar en un edificio administrativo en el pasado porque no cabíamos. Estrenaremos este espacio el año entrante.
–¿Cuál es el paso que sigue para la orquesta?
–Vamos a seguir en la misma línea: darle espacio al artista costarricense. Otro éxito es cómo la comunidad costarricense fuera del Gran Área Metropolitana recibe a la orquesta y queremos darle continuidad a eso. Siempre hemos deseado romper ese manto transparente entre el mundo de la orquesta y el de la audiencia. Por ejemplo, el fin de semana fuimos a Llano grande con 170 personas y dos personas del público dirigieron a la orquesta. Fue muy cálido y la gente estuvo muy feliz.
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–¿Qué piensa sobre futuras grabaciones discográficas para el ensamble?
–Todavía no es de mi interés inmediato. Me interesa mucho, pero no aún porque considero que nuestra visión es sensibilizar a la población costarricense, que se ha estancado. Creemos en la alfabetización musical. Eso es lo que más nos llena.
“Solistas y directores internacionales me escriben con la intención de tener participación con la orquesta, pero aún no tenemos la estructura ni la capacidad financiera para traerlos. El nivel artístico está, pero aún falta crecer”.
-¿Cuál es su futuro como director?
–Yo soy un gran soñador, pero las metas siempre van de la mano con mucho trabajo y acción. Mis sueños van renovándose. Ahora mi enfoque está centrado con esta orquesta y la de la Escuela de Artes Musicales. También quiero satisfacer la demanda de ser invitado de la Sinfónica Nacional. Tengo el chance de invitaciones fuera del país y espero poder seguir aceptando invitaciones en cuatro países por año, como ha sucedido. Eso sí: mi sueño número 1 es llevar la orquesta a un nivel de categoría internacional y lo creo posible porque hay talento en estos músicos. El cambio de mentalidad está hecho y piensan en grandes cosas.