Tremendo secreto le ha ocultado al mundo el pequeño pueblo de Taiji, en la costa sureña de Japón.
Abarcando un territorio inferior a los 6 km², y con una población de 3.450 habitantes, las fuentes, esculturas e incluso el museo local de Taiji, en honor a los delfines, son una bizarra contradicción con lo que allí sucede todos los días durante la temporada de caza: una cruel masacre de miles de delfines.
Contar esta historia es la misión del documental
Un reconocido activista a favor de la vida marina, el director del filme Louie Psihoyos, es considerado uno de los mejores fotógrafos del mundo y ha lucido su trabajo en las portadas de prestigiosas revistas como
Psihoyos decidió incursionar en el ámbito audiovisual con
O’Barry llevó al reconocido fotógrafo a la pequeña ciudad japonesa y lo convenció de que algo sospechoso sucedía allí.
“Quiero decir que realmente intentamos hacer esta historia de forma legal”. Con estas palabras comienza la odisea de
Una barrera sónica, generada a partir de fuertes martillazos contra postes de metal, es utilizada para espantar a las criaturas –con un sentido de audición hipersensible– hacia la costa, donde las encierran con redes.
Entrenadores de delfines de todo el mundo viajan a ese lugar del planeta para adquirir los animales más atractivos por unos $120.000, cada ejemplar.
Los animales que no son elegidos tienen un futuro poco prometedor: a la vuelta del espacio de exhibición, en una cala oculta, se desarrollan actividades que el gobierno local defiende a toda costa y que usted descubrirá en este documental.
En Japón, la cacería de delfines es legal y la prohibición a la matanza de ballenas no aplica a los cetáceos pequeños como los delfines.
“Desafortunadamente, la Comisión Internacional de Caza de Ballenas está dormida al volante y bajo la influencia de abogados corruptos y muy poco hacen en sus reuniones”, escribió Psihoyos en el
Entonces, ¿qué ocultan con tanta vehemencia los residentes de Taiji? Esa es la pregunta que Psihoyos y su equipo tratan de responder con el respaldo de especialistas militares, audiovisuales y buceadores que les ayudan a idear y plantar equipo camuflado en zonas de acceso prohibido.
Se usaron ingeniosas unidades aéreas, cámaras ocultas en objetos que emulan piedras y matas y la ayuda de buceadores que ingresaran el equipo.
Así, y solo así, se obtienen las únicas pruebas visuales de la espeluznante manera en que miles de delfines mueren en manos de cazadores japoneses, perforados salvajemente con arpones y desangrados en el mar.
Las montañas que envuelven la cala encubren el agua que se tiñe de rojo, las colas que aletean desesperadamente del dolor y los silbidos moribundos de las criaturas que, pocos minutos después, salen de ahí como cadáveres apilados en pequeños botes.
Por esta razón, se calcula que unos 20.000 ejemplares de los mamíferos cetáceos mueren brutalmente, cada año, en manos de cazadores japoneses.
Cada animal se vende por alrededor de $600, sin embargo, el consumo de estos mamíferos va en detrimento de la salud humana, pues su tejido tiene un alto contenido de mercurio.
Una investigación publicada la semana pasada por el Instituto Nacional por la enfermedad de Minamata, reveló que el contenido de mercurio en los organismos de los residentes de Taiji es cuatro veces más alto que en del resto de la población.
En casos extremos, el envenenamiento de mercurio, también conocido como la Enfermedad de Minamata puede provocar la muerte, como sucedió con casi 2.000 personas en el pueblo japonés de Minamata, el siglo pasado.
En cantidades más bajas, puede causar malformaciones en fetos, adormecimiento de las extremidades, atrofias musculares, parálisis y hasta demencia.
“Más que crear una película yo me planteé generar un movimiento”, dijo Psihoyos a
En las notas de producción, el activista también enumeró algunas metas concretas.
“Primero, espero que las personas dejen de llevar a sus hijos a parques de diversión que utilizan delfines. Segundo, espero que los japoneses dejen de matar delfines para comida porque, dejando a un lado el aspecto ético, la carne es tóxica. Tercero, los delfines y las ballenas están contaminados porque seguimos echando al océano toxinas, producto de le las actividades humanas”, afirmó.
Como resultado de la película, Taiji eliminó el uso de la carne de delfín en sus cafeterías escolares; sin embargo, las actividades en la cala continúan todos los años entre setiembre y marzo.
El sitio web de
La versión digital del documental también se puede alquilar en iTunes por $4.99 (¢2.700) o adquirir en el mismo sitio web por $14.99 (¢8.000).