Isaac Felipe Azofeifa, uno de los más destacados intelectuales costarricenses, escribió a inicios de los 70 el ensayo La isla que somos , un retrato aún vivo de cómo es el tico.
“Desconfiado y astuto como un montañés; cortés pero tímido; trabajador sin constancia, buscando el provecho fácil de esfuerzo; campesino egoísta pero bondadoso, cazurro siempre, vive aquí un pueblo que no ha sido ni miserable ni inmensamente rico; ni guerrero ni sumiso; ni servil ni rebelde; ¡independiente sin guerra de independencia”, describe Azofeifa.
Para este pensador, “resulta entonces que somos un pueblo que sufre de pueril satisfacción de sí mismo. Su insularidad –hallazgo verbal de un joven escritor– le pone a cubierto de deprimentes sentimientos de minusvalía”.
Por esto mismo, prosigue el también educador, “tiene un goce ingenuo y generalmente un poco grosero, aldeano, del humor. No se hizo para él la cara trágica ni el discurso complejo de la vida, del mundo. Es optimista. Le gusta la anarquía, la informalidad, el desorden, que confunde con la libertad”.
“Por esto le carga el orden, la disciplina, la jerarquía. Cuando aparece uno de esos caracteres que ordenan, disciplinan, jerarquizan, lo admira, pero no lo imita. Por esto mismo confunde todos los valores o mejor, no le preocupa carecer de una escala de estos.
”Todo lo contrario, la mejor actitud es negarlos, decapitarlos con el choteo, con la risa mostrenca del resentido, del desconfiado, del tímido, del oscuro vengador de su propia incapacidad de grandeza. Por esto viene a ser su humor, broma pueril y burda o choteo” , afirma Azofeifa, fallecido en 1997.