La temporada de huracanes de este año es atípica, con un número de ciclones que supera el promedio previsto por los organismos internacionales de predicción. Se esperaba un promedio de 14 ciclones, pero ya alcanzamos 17 y aún faltan dos meses para que termine la temporada. Ahora se calcula que podríamos llegar a 21 ciclones en total, una cifra inusualmente alta para un año influenciado por el fenómeno de El Niño.
Durante el Fenómeno de El Niño en 2015, la temporada de huracanes tuvo solo 11 ciclones, y ninguno se formó en el Caribe, lo que significa que Centroamérica no experimentó ningún efecto. En el Fenómeno de El Niño de 1997, la temporada presentó solo ocho ciclones, y ninguno de ellos afectó el mar Caribe.
Daniel Poleo, del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), explicó que, en la actualidad, en el océano Atlántico hay sectores en los que la temperatura de las aguas superficiales ha aumentado casi cuatro grados Celsius. Esa es la razón principal por la cual la mayoría de los ciclones ganan fuerza antes de alcanzar las Antillas Menores y con ese vigor es más probable que el movimiento de rotación de la Tierra los desplace hacia el norte antes de que lleguen al Caribe (al oeste).
Así ha ocurrido con la mayoría de ellos, incluso esa es la trayectoria de Philippe, la más reciente tormenta tropical, formada el domingo pasado.
Luis Fernando Alvarado, coordinador de la Unidad de Climatología del IMN, afirma que la distancia entre los ciclones y nuestro país se debe al Fenómeno de El Niño, tal como ha ocurrido en años anteriores. Bajo la influencia de ese disturbio, una condición de aguas más cálidas en el Pacífico produce variaciones en la presión atmosférica que dificultan la formación de ciclones en el Atlántico.
Se trata de cambios en la velocidad y dirección del viento entre 1,5 km y 10 km sobre el suelo que se conocen como “cizalladura vertical del viento”, que pueden destrozar un huracán en desarrollo o incluso evitar que se forme, expresó el científico.
Sin embargo las tormentas que sobrevivan a esas variantes del viento se ven fortalecidas por el aumento en las temperaturas del Atlántico tropical y el Caribe y pueden ser potencialmente más vigorosas.
Por eso no se puede descartar que algunos ciclones se acerquen más al istmo, especialmente porque estamos en la época más propicia para su formación más al sur. La temporada de huracanes va del 1.° de junio al 30 de noviembre.
Déficit lluvioso sigue
Hasta ahora, la escasa cantidad de lluvia provocada por estos fenómenos ha causado sequía meteorológica en ambos litorales, y se espera que las condiciones de sequía persistan hasta fin de año. Por ejemplo, en Guanacaste, en setiembre, normalmente solo deja de llover dos días, pero este año ya hemos registrado ocho días sin precipitaciones. Situaciones similares se observan en otras regiones del Pacífico e incluso en el Caribe.
En contraste, el año pasado, bajo la influencia del Fenómeno de La Niña, dos tormentas tropicales afectaron directamente a nuestro país, causando condiciones climáticas extremas y daños materiales significativos.
En julio del 2022, la tormenta tropical Bonnie pasó cerca de la frontera con Nicaragua e incluso rozó al cantón de La Cruz, Guanacaste. En octubre, el ojo del huracán Julia tocó tierra en Nicaragua y se debilitó a tormenta tropical, pero sus efectos indirectos provocaron graves daños en nuestro litoral Pacífico, con más de 800 personas evacuadas debido a inundaciones en más de 362 lugares.

El Fenómeno de El Niño Oscilación del Sur (ENOS) es un evento natural que involucra dos componentes: el océano y la atmósfera. Se produce cuando las temperaturas superficiales del océano Pacífico ecuatorial aumentan significativamente por encima de lo normal, mientras que el Fenómeno de La Niña ocurre cuando estas temperaturas se vuelven más bajas. En nuestro país, los efectos de El Niño suelen manifestarse en forma de sequías en el Pacífico y gran parte del Valle Central, así como inundaciones por exceso de lluvia en el Caribe, esto último no ha ocurrido este 2023.
Nula influencia
Hasta ahora, de los 17 ciclones en el Atlántico, solo tres (Bret, Franklin e Idalia) han ingresado o se han formado en el norte y noreste del mar Caribe, sin que ninguno haya tenido influencia en nuestro territorio. Mientras tanto, seis de estos ciclones han tocado tierra en Estados Unidos, Canadá, México y República Dominicana. Hasta el momento, han perdido la vida 14 personas debido a los ciclones del Atlántico, en comparación con las 314 víctimas del año pasado.
La Energía Ciclónica Acumulada (ACE, por sus siglas en inglés) es una métrica utilizada para medir la energía total de los ciclones tropicales, así como la actividad de las temporadas, especialmente en el océano Atlántico. Cuando el índice ACE es igual o superior a 190, se considera que la temporada es hiperactiva. En el caso del ACE de 2023, llevamos 116 unidades hasta la fecha, mientras que lo normal serían 86 unidades en este momento. Esto indica que la temporada actual ha sido más intensa que la del año pasado, que registró solo 95 unidades de ACE.
Hasta ahora, solo el huracán Lee, formado el 6 de setiembre, alcanzó la categoría 5, con vientos de hasta 270 km/h. Por su parte, Franklin e Idalia se formaron en agosto y alcanzaron la categoría 4. Este último impactó en Florida, EE. UU., y es el ciclón que ha causado más daños socioeconómicos y muertes hasta el momento, con un total de 10 víctimas.
