El pasado mes de junio un niño de seis años ingresó al Hospital de Olot, en Girona (España), con fiebre, dificultades para tragar y otros síntomas que, extrañamente, no cedían. Tras diversos estudios los médicos dieron con el diagnóstico: difteria, una enfermedad que no se veía desde hacía casi tres décadas en ese país de la península Ibérica.
La alarma se convirtió en debate cuando se supo que el niño no había sido vacunado por decisión de sus padres. Los grupos antivacunas fueron vistos como los responsables y estaban en el centro de la discusión, una vez más, después de que un caso similar se presentara en Estados Unidos.
Fue en diciembre del 2014 cuando se inició un brote de sarampión en uno de los parques de Disneylandia, al sur de Los Ángeles. La enfermedad, que se consideraba erradicada desde el año 2000, atacó a más de un centenar de personas e hizo insistir a las autoridades sobre la obligatoriedad de la inmunización en un ambiente en el que cada vez son más los padres que se muestran reacios a vacunar a sus hijos.
¿Cuáles son las reacciones que hacen a los padres desconfiar de las vacunas? Los argumentos son tantos como las réplicas de quienes defienden estos procedimientos y tienen cabida en los países más desarrollados, como Estados Unidos, donde los niños sin vacunas se ven más en las escuelas privadas.
Un artículo del diario El Mundo de España destaca que, pese al reciente brote de sarampión en el país norteamericano, el movimiento no cesa y forma parte de la agenda política de muchos candidatos republicanos, quienes consideran que la aplicación obligatoria de vacunas es un irrespeto a las libertades individuales.
"Ése es el caso del ex gobernador de Texas, Rick Perry, del de New Jersey, Chris Christie, y del senador por Kentucky Rand Paul que, aunque es médico oftalmólogo, ha declarado esta semana que ha oído casos de niños que acabaron 'con profundos desórdenes mentales por las vacunas'", señala el artículo.
Efectividad
Los grupos contrarios a las vacunas —o promotores de la vacunación libre, como prefieren llamarse— cuestionan la efectividad que se le ha adjudicado a ese método y creen que la reducción de muchas epidemias depende de otros factores. "Los provacunas forzadas dicen que es más arriesgado no vacunar a sus hijos, pero nunca les presentan el contexto histórico en que los niños se morían antes. Con agua limpia, potable, sanidad ambiental, alimentación sana y cariño, un niño bien cuidado puede luchar y curarse de esas enfermedades y tener un sistema inmune más sano para el resto de la vida", explica Elena (nombre ficticio), una representante de estos grupos en el país.
Como ejemplo, mencionan el caso de Suecia, que suspendió la administración de la vacuna contra la tos ferina de 1976 a 1996 debido a sus efectos secundarios. En ese periodo, los casos de la enfermedad continuaron bajando. No obstante, un artículo de la revista médica Eurosurveillance asegura que, en ese país nórdico, durante los años 80, la incidencia de tos ferina pasó de 20 por cada 100.000 a 100 por cada 100.000.
Otro caso es el de la difteria que, según Liga por la Libertad de Vacunación de España, había remitido por sí sola en un 90% en ese país antes de que se introdujeran las primeras vacunas alrededor de los años 50.
Además, afirman que la vacunación no tiene efecto a largo plazo, por lo que se están presentando enfermedades en edad adulta, cuando los síntomas pueden ser más graves (por ejemplo, con el sarampión y la varicela). Los provacunas argumentan que es necesario estar atento a los refuerzos para mantener la inmunización requerida y enfatizan en la importancia de la vacunación generalizada para producir lo que conocen como "efecto rebaño".
"La vacunación es un acto de solidaridad donde yo me beneficio de manera indirecta", explica la infectóloga y directora del Hospital Nacional de Niños, Olga Arguedas: "Yo me vacuno pero el beneficio trasciende el beneficio individual y se extiende a la colectividad". Así, el beneficio de la vacunación se dirige a esa minoría que no puede vacunarse por razones médicas. Asimismo, esta práctica evita entre dos y tres millones de muertes, según calcula la Organización Mundial de la Salud.
Los temidos efectos secundarios
Una de las controversias más sonadas es la seguridad de las vacunas y sus efectos secundarios ¿Se quedan en una molestia pasajera o una pequeña cicatriz en el brazo? Los que promueven las vacunas libres mencionan consecuencias como lesiones cerebrales, convulsiones o reacciones alérgicas. "Si uno busca en los mismos documentos de los promotores de vacunación forzada, dicen que hay riesgo de muerte, de asma, de choque anafiláctico... Es interminable la lista de riesgos", asevera Elena.
Por su parte, Arguedas considera que para muchos es difícil sopesar los beneficios de las vacunas, ya que las enfermedades que previenen ahora parecen cosa del pasado. "Estas son víctimas de su propio éxito: nos toca vivir la medicina en una época donde las enfermedades prevenibles por vacunación ya no las vemos, entonces la gente ya no le teme al mal. Las generaciones actuales no les prestan atención a las enfermedades pero sí a los efectos adversos porque es lo que ven", indica la doctora.
Los casos más graves han sido llevados a tribunales sin lograr una correlación directa con la aplicación de la vacuna. Una de las páginas más controversiales con respecto a la inmunización ha sido la supuesta relación entre el autismo y la vacuna trivalente (del sarampión, las paperas y la rubéola), cuyo origen se remonta a 1998, cuando el médico Andrew Wakefield publicó un artículo en la revista especializada The Lancet que fue capaz de reducir la cobertura a un 80% en el 2004.
Tras fútiles intentos por reproducir el experimento de Wakefield, quien determinó la mayor incidencia de autismo tras analizar los caso de 12 niños, la revista retiró el artículo poco después de una rectificación de muchos de sus coautores. Una investigación determinó que los datos estaban falseados y, tiempo después, se dio a conocer que el médico pretendía lucrar con el pánico generado alrededor de la vacuna como causante de autismo.
"Un artículo, publicado en Anales Españoles de Pediatría, desnuda todo el fraude que hubo detrás del artículo de Wakefield. Muestra cómo se hace una asociación causal entre dos eventos que, al ser ambos muy comunes, tienen una altísima probabilidad de salir asociados matemáticamente", manifiesta Arguedas, quien describe los hallazgos de Wakefield como una relación espuria.
Quienes están a favor de las vacunas libres consideran que existen estudios posteriores que no son mostrados al público y que avalan la conclusión de Wakefield. También consideran que este fue víctima de una campaña para dañar su imagen. "Los medios de comunicación solo están presentando lo que las farmacéuticas quieren que sepan o crean. Es un negocio, un gran negocio", enfatiza Elena.
Retar a la naturaleza
El daño estaba hecho y las dudas de miles de padres no se apaciguaron tras conocer el resultado de las investigaciones de Wakefield. "Hay un dicho que dice 'miente, que algo queda', y en el imaginario popular las dudas afectan los programas de vacunación", señala la directora del HNN.
Gran parte de los análisis posteriores que buscan la causa del autismo en la inoculación se centran en el timerosal, un compuesto mercurial usado como preservante en las vacunas desde la décadas de los 30, principalmente en la inyección contra la Hepatitis B. Fue en 1990 cuando se reguló la cantidad máxima que debía tener cada inyección de un compuesto similar, el metilmercurio (el timerosal también es llamado etilmercurio).
"Ahí los grupos antivacunas de los Estados Unidos observaron que algunas multidosis tenían timerosal como preservante y que si se sumaban las cantidades de las diferentes vacunas se superaba la cantidad regulada y eso siempre se asocia a las enfermedades cuya causa no se conoce: autismo, esclerosis múltiple...", dice Arguedas.
Ambos bandos afirman que múltiples estudios evidencian o desechan la posible toxicidad por timerosal y, en medio de la discusión, en 1999, la Academia Americana de Pediatría (AAP) solicitó eliminar este compuesto de todas las vacunas para niños como medida preventiva. Aún está presente en la vacuna contra la gripe.
Otros "ingredientes" también son cuestionados, como el aluminio o el formaldehído. El primero es un coadyudante que mejora la respuesta inmunitaria de las personas vacunadas, pero se ha considerado causante de deterioro cognitivo, fatiga crónica o dolores musculares. El segundo se utiliza para "inactivar" los virus que serán inyectados y se conoce como un compuesto químico cancerígeno. Los defensores de las vacunas defienden su presencia debido a las bajas cantidades que poseen las vacunas o al hecho de que el aluminio se encuentra en el agua, la comida y en muchos preparados para lactantes.
Elena considera que el problema va más allá de las vacunas: está ahí, en las fórmulas para los lactantes, ya que el amamantamiento sería la manera de transmitir la inmunidad de generaciones a los bebés. "La lactancia materna es la inmunología natural de los niños. Entonces, como destruyeron la lactancia, los bebés necesitan una inmunidad artificial, que es temporal. Por lo tanto, hay que estar repitiendo las vacunaciones por el resto de la vida", alerta. Mientras algunas ven un compromiso con la infancia y la salud pública, otros ven la libertad: que existan quienes eviten la inmunidad artificial, así como algunos prefieran darle una mano a la madre naturaleza.
En Costa Rica, ¿un brote?
Aunque se trata de especulaciones, la inmunóloga Olga Arguedas cree que, de presentarse un brote similar al de Disney, el alcance sería mucho menor, aunque es una situación factible. "Las dimensiones de la epidemia serían menores, pero habría problemas en el diagnostico clínico de esos pacientes porque la población médica actual casi no ha visto sarampión", asevera.
En Costa Rica, obligatorias
No es mucho lo que pueda hacerse en Costa Rica para evitar la vacunación, explica una de las personas contrarias a las vacunas obligatorias. En el país, la inoculación es un compromiso del Estado y un requisito para que los niños asistan a los centros educativos. "No hay nada que se pueda hacer excepto encontrar a los médicos que están dispuestos a arriesgar su profesión en hacer archivos falsos. Hay muchos médicos y enfermeros que no vacunan a sus propios hijos porque saben la verdad", explica la portavoz del movimiento.
Fuente: Página web de la Oficina del Programa Nacional de Vacunas del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, página web de la Liga para la libre vacunación (España), Organización Mundial de la Salud, Dra. Olga Arguedas (Directora del Hospital Nacional de Niños), Pediatra Paula Buitrago (ClinyKids, Tel. 2272-8810), página web de la Comunidad contra las vacunas obligatorias en Argentina.