Cuando se habla de relaciones de parejas, cada una es un mundo; lo mismo ocurre cuando pensamos en separaciones. Sin embargo, existen generalidades que nos pueden ayudar a vivirlas sin pasar por un proceso traumático en el camino. Aunque eso no significa que no exista dolor de por medio.
Si empezamos por lo más simple es pensar en darse tiempo, con la esperanza de que el otro se dé cuenta del “error” que cometió y de que “valore lo que realmente estoy haciendo por la relación”.
En este periodo la separación no necesariamente es física. No obstante, si luego de pedir ayuda las cosas no se resuelven y decidimos que el asunto es irreconciliable, es necesario hacer un cierre total de aquellos vínculos, y esto también incluye lo material.
Pero para poder entrar en esta materia lo principal es tener claro cuáles fueron las causas que nos llevaron a este punto. Esto nos ayudará a decidir cómo se manejará la situación.
Cuando hay hostilidades asociadas a violencia doméstica, maltrato sicológico, o infidelidad, la repartición de los bienes y pensión –que en principio no debería de ser una problema porque hay leyes que lo regulan– puede convertirse en un calvario.
El reto en este asunto está en asimilar la separación sin que el proceso la consuma, sin que le robe la paz y pueda seguir con su vida. Hay que tener claro que en estos procesos siempre existen dos disputas: una sicológica y otra legal, y ambas necesitan de acompañamiento.
Dejar los temas materiales a la buena voluntad puede generar confusiones, conforme pasa el tiempo. Así como en algún momento las parejas se sentaron y conversaron sobre planes, ahora deberían de tener la capacidad de conversar claramente sobre la separación.
En este proceso se dan dos pérdidas: la de la pareja y la de la vida en pareja, es perder un proyecto de vida. Es natural que duela.
¿Se vale ser egoísta?
Claro. Se trata de un egoísmo saludable. Pensar en uno primero para luego pensar en los demás. Según Emilia Malavassi, sicóloga de terapia de parejas y familiar, muchísimas de las relaciones que se acaban no es por falta de amor, sino por falta de conexión.
Cuando se habla de conexión se refiere a que mis necesidades encuentren una respuesta en la pareja. Que emocionalmente pueda abrir mi mundo interno y decir: me siento triste, y no recibir como respuesta: ¡qué exagerada, no es para tanto!, ¡haces una tormenta en un vaso de agua!
Pero para poder conectar emocionalmente con alguien necesitamos hacerlo con nosotros mismos. Entender cómo me siento, qué quiero para mi vida, qué quiero para la vida de mis hijos. Qué quiero y cómo me siento. Pensar en una misma.
Es importantísimo ponerle nombre a lo que sentimos e identificar lo que sentimos. Por ejemplo, estamos bravos y nos enojamos con todo el mundo, pero en el fondo lo que tenemos es una gran tristeza.
“Una vez identificada la emoción puedo determinar de dónde viene. Estoy frustrada porque le puse mucho empeño al matrimonio, porque le entregué mi vida, porque me sacrifiqué y no funcionó.
Estoy feliz porque ya no lo quiero. No debemos juzgar las emociones, las emociones se sienten, punto. Pero tenemos que clarificarla para tomar acciones. Muchas veces no entendemos qué es lo que pasa y vaciamos las emociones en lo material”, asegura la sicóloga Sandra Ayales.
Reconstruir
Cuando una relación llega a su fin, queramos o no, tenemos que empezar de nuevo. Debemos construir ahora nuestra propia casa. Este inicio significa volverse a conocer y tratarse con amor.
“Un fracaso a nivel de pareja no la convierte en una fracasada, es simplemente saber cómo voy a reconciliarme con esta parte de la historia. Tengo que saber qué cosas a nivel personal tengo que reparar para no repetirlas en otra relación. Lo que no se repara, se repite”, asegura Malavassi.
Para iniciar esta construcción es necesario estar bien, y no se puede empezar si hay pendientes. Es sanar las emociones, no se pueden posponer, no podemos decir: “esta tristeza la voy a guardar en esta gaveta y la voy a sacar en diciembre”.
Uno tiene que poder tener claro que si va a hacer un cierre, necesita terminar en todos los ámbitos y todas las cosas. Entre más pronto se tengan las cosas claras, más fácil será asimilar las emociones. Es necesario vivir las emociones, la tristeza, la frustración, la alegría… y no intentar empaquetarlas con nuevas relaciones. Es necesario vivir el proceso de duelo.
“Murió una relación, sobre todo porque en una relación se pusieron muchas metas, sueños en común que es necesario procesar. El plan de vida ha cambiado, necesitamos tener un tiempo para replantearlo y empezar nuevamente. Este proceso es para asimilar lo que está pasando y conectarse con uno mismo”, dice Malavassi.
El proceso de duelo tiene diferentes momentos sicológicos que van desde el momento en el que me dan o doy la noticia, pasando por el momento de mucho enojo, negociación, regateo (yo hago, yo cambio, vamos a terapia), hasta la aceptación.
Parte de este proceso es entender que debe rearmar y reahacer su vida. Proponerse nuevas metas, volver a construir su estructura emocional, y si es necesario dejar en manos de los profesionales el tema material pero –de una vez por todas– cerrar esos vínculos, esto hará más sencillo el proceso de aclarar sentimientos.
Referencias: Sandra Ayales, sicóloga (tel.:8838-4765). Emilia Malavassi, sicóloga terapia de pareja y familiar (tel.: 7012-3130).