Uno de los sospechosos de asesinar a JonBenét Ramsey, la reina infantil de belleza que en 1996 apareció muerta en el sótano de su casa, aceptó haber cometido el crimen.
Así lo informó DailyMailTV, al revelar en exclusiva unas cartas escritas por Gary Oliva, el hombre de 54 años que actualmente cumple una condena de 10 años en una cárcel de Colorado, bajo los cargos de pornografía infantil.
Las misivas, escritas desde la prisión decían: “Nunca amé a nadie como lo hice con JonBenét, pero la dejé escapar, le partí la cabeza y la vi morir. Fue un accidente”.
En otra carta, describió la “piel hermosa y resplandeciente y el cuerpo divino de Dios” de la niña.
“JonBenét me cambió por completo y me quitó todo mal. Solo con un vistazo a su hermoso rostro, su hermosa piel radiante y su divino cuerpo, me di cuenta de que estaba equivocado al matar a otros niños. Sin embargo, por casualidad ella murió y fue mi culpa”, añadió.
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Además, en otros escritos afirma:“Me declaré culpable del asesinato de JonBenét, así como los innumerables cargos de agresiones y abusos sexuales contra muchos niños, hubo varios acuerdos entre yo y el tribunal que firmé en muchas páginas”.
Según DailyMailTV, las cartas fueron enviadas al publicista musical Michael Vail, un excompañero de secundaria de Oliva.
Gary Oliva ha sido sospechoso de la muerte de la niña durante 22 años, pero Vail cree que las cartas son la prueba suficiente para que finalmente sea hallado culpable por el atroz delito.
De hecho, las confesiones escritas ya habrían sido presentadas ante las autoridades y estarían siendo procesadas en una nueva investigación sobre el delito.
Los hechos, la novela.
El 26 de diciembre de 1996, JonBenét Ramsey, quien a sus seis años había ganado varios concursos de belleza infantiles en Estados Unidos, apareció muerta en el sótano de la mansión de su padre —en Boulder, Colorado— el millonario John Ramsey. Además de él, esa noche estaban en la casa su esposa, Patricia, y el otro hijo de la pareja, Burke, tres años mayor que su hermana.
La historia pronto se convirtió en manjar para los medios de prensa: por su belleza y talento, JonBenét Ramsey era una versión doméstica de Shirley Temple de fines de siglo. Aparte de los dones que natura le prodigó, la niña vivía en medio de la opulencia que los millones de su padre le permitían a la familia. No había nada que no pudiera tener.
El trágico vuelco de lo que parecía una vida perfecta ya era suficiente para eclipsar la atención mediática, pero la dificultad para identificar al perpetrador del terrible crimen y las posteriores versiones de que sus propios padres o hermano podrían estar involucrados, convirtieron el caso de JonBenét en un polvorín de alcance mundial.
Burke Ramsey, hermano de la víctima, fue uno de los más señalados por la muerte de la niña. De hecho, en el 2016, el joven demandó por $750 millones a CBS por la emisión de un polémico especial televisivo, en el que se teorizaba cómo Burke habría cometido el asesinato.
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Mientras las especulaciones iban y venían, el asombro planetario se agigantaba, pues conforme se fueron conociendo detalles como la negligencia que imperó en la investigación desde el principio, no había forma de quitarse de la retina el rostro angelical de la pequeña “miss”, cuyos retratos artísticos y sus gracejadas sobre distintos escenarios, se convirtieron en un insumo macabro para los noticiarios de todo el orbe y para la incipiente Internet.
Navidad macabra.
Pasaban las cinco de la mañana del día después de Navidad de 1996, cuando el servicio 911 de Boulder, Colorado, recibió la llamada de una madre histérica que reportaba la desaparición de su hija. "¡Se la llevaron, alguien se la llevó, y dejó una nota de rescate".
Era Patsy Ramsey, quien había descubierto que JonBenét no estaba en su cama. A esa hora de la madrugada ¿por qué habría de levantarse tan temprano e ir a la habitación de su hija? Esa sería una de las primeras dudas de la investigación.
La policía y el FBI se dirigieron a la mansión victoriana de cuatro pisos. No dejaba de ser una faena extraña en un tranquilo suburbio de unos 90 mil habitantes, en el que habitualmente reinaba la sana convivencia, un amor de lugar.
Entre la llamada al 911 y el mediodía, más de 9 personas estuvieron en la casa, en diferentes momentos. A mediodía la policía le pidió al acongojado padre, John, que volviera a revisar la casa exhaustivamente. Temprano, él había dicho a los agentes que en cuanto se percató de la desaparición de JonBenét, recorrer la casa fue lo primero que hizo.
Ante la solicitud de la policía volvió a recorrer la mansión, solo que acompañado de un amigo de la familia. Fue entonces cuando se dio el terrible hallazgo. En el sótano yacía el cuerpo inerte de la pequeña belleza. Tenía una cuerda alrededor del cuello, le habían tapado la boca con cinta adhesiva y tenía el cráneo roto de un golpe. En ese momento, las noticias informaron que la pequeña había sido víctima de abuso sexual. Este detalle nunca fue corroborado debido a que no se llegó a realizar juicio alguno.
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Sin embargo, esta información hizo que la policía siguiera la línea de investigación de un posible pederasta.
Pero tras años de investigaciones y millones de dólares gastados, jamás se halló al culpable del crimen. Tuvieron que pasar 22 años para que las confesiones de Oliva dieran nuevas luces sobre el caso y al parecer significaría su desenlace final.