A dos meses de cumplir 80 años, el corazón del abuelo dejó de latir tras una extensa jornada entre hospitales y ambulancias. A partir de ese momento María, su viuda de 84 años, empieza a transitar un camino desconocido: 58 años de compartir el pan, la cama, la mesa y hasta la cobija no se olvidan fácilmente.
Durante el funeral las conversaciones redundaban acerca de las atenciones y cuidados que la viuda, ahora sola, requería de sus cinco hijos. Al calor del momento siempre se dicen cosas que el tiempo enfría y la voluntad se convierte en desidia. Y peor aún cuando llega un visitante inesperado (coronavirus) que nos obliga a todos a quedarnos en casa y cuidar, ante todo, a la población mas vulnerable: los viejitos.
Así fue. Por conveniencia, por seguridad, por naturaleza o por las razones que sean, Mita se quedó sola en una casa vacía del viejo pero llena de recuerdos de toda una vida.
Fotografías: Albert Marín.
Doña María Valverde Fallas (84) se quedó dormida mientras leía la biblia poco antes del las 8 de la noche. Ella decidió vender la cama matrimonial que compartió por casi 60 años con su esposo. Ahora duerme en una cama individual en donde el vacío parece infinito. (Albert Marín)
Durante la etapa más rígida de la cuarentena por el coronavirus, echar una ojeada por la ventana era el único contacto con el mundo exterior de la abuela. Quizás esperando alguna visita o espantando algún fantasma del pasado. (Albert Marín)
Los retratos siempre quedan y se encargan de recordarnos a los seres queridos que ya no están. Pero en los días de luto son como cuchillos al corazón. (Albert Marín)
El mejor ingrediente para el cereal de cada mañana es la video llamada de alguno de sus hijos. Heiner es el menor de los cinco y cada vez que lo recuerda, mientras se prepara para ir al trabajo, comparte algunos minutos con su madre. (Albert Marín)
Por fortuna, Mita siempre ha tenido una voluntad maravillosa de vivir. A pesar de que sus días son tristes y casi siempre solitarios, toma su tiempo para ejercitarse cada mañana, eso sí, sin salir de su casa por la cuarentena. (Albert Marín)
La fe siempre ha sido un valuarte para María y en estos tiempos de crisis aún más. Aunque una sombra de dolor oscurece su semblante cuando recuerda que leían juntos (ella y el abuelo) poco antes de dormirse. (Albert Marín)
La vanidad de María es inquebrantable. Cuida su cabello y sus uñas con el mismo ímpetu que cuida su salud y Dios libre salir a la calle sin un poquito de maquillaje. (Albert Marín)