Quizá lo que viví hace varios lustros ya en la ciudad alemana conocida en el mundo porque “todo el año es Navidad” haya sido una de las experiencias de viaje más asombrosas y ensoñadoras que atesoro al día de hoy. Era mediados de año y como parte de una pasantía de un mes por Alemania, al grupo de periodistas latinoamericanos que integrábamos el programa nos incluyeron una visita a Rothenburg... solo que el tour no especificaba muy bien de qué se trataba: era 1998 y la Internet estaba apenas en pañales. Es decir, íbamos a ciegas. Bendita la hora.
Recuerdo a todos los viajeros de aquella gran buseta especial cuando empezamos a ingresar a la localidad, ubicada en Baviera del Sur: mientras el conductor reducía la velocidad al mínimo, todos enmudecíamos como niños hipnotizados al ver los cuentos de los hermanos Grimm (luego sabríamos que varias de sus creaciones se inspiraron ahí, como Pinocho) representados a lo largo de varias viviendas cuyos habitantes simplemente habían aceptado vivir en conglomerados de casitas que “contaban” diversos cuentos a partir de las fachadas consecutivas.
Pero aquellas maravillosas imágenes apenas ingresando a la ciudad no eran más que un presagio de lo que viviríamos al adentrarnos a la localidad donde, quizá como en ninguna otra parte del planeta (eso no lo sabremos nunca) literalmente se vive en una Navidad permanente.
Como decía antes, nuestra experiencia mágica ocurrió hace más de dos décadas pero, para nuestra máxima ilusión, Rothenburg sigue siendo, más que nunca, la ciudad que despierta esa magia que muchos nos desesperamos por vivir cada fin de año.
Es imposible describir lo que se vive en esa mágica ciudad, ni siquiera lo logran las guías de viajes que alertan, por ejemplo, sobre el famosísimo Museo de la Navidad, que exhibe con grandilocuencia una gigantesca colección de adornos navideños, cascanueces y árboles, algunos de los que cuentan con siglos de antigüedad.
Y es que, como lo definen muchos de sus visitantes y la publicidad de varios establecimientos, Rothemburg es practicamente un cuento permanente que ha cosechado su fama quizá como la ciudad navideña más popular en el mundo, gracias a su buen conservada arquitectura desde que se fundó en 1803, como si hubiera salido de un cuento de hadas.
Como reseñó el portal español LaSexta.com en una extensa crónica de viaje, “entre tanto y tantísimo, solo para dar una pista en una enorme guía, sin duda, hay un establecimiento que es de obligada visita: la tienda de la Navidad de Kate Wöhlfahrt. Luces por todas partes, puestos de figuritas de madera y cascanueces hechos a mano y, por supuesto, un inmenso árbol repleto de adornos navideños. Un pueblo dentro de una ciudad”.
Tal como lo comprobáramos en el ya reseñado viaje, la ciudad abunda en puntos de interés para los apasionados de Papá Noel, los elfos y la magia de la Navidad representada en distintas formas de cuentos de hadas.
Las calles, efectivamente, son parte de su abrumador encanto. “Casas de baja altura con una arquitectura propia de la Edad Media y con entramados de madera son las protagonistas. Y si a esto le sumamos la nieve con la que nos deleita en algunas épocas del año, solo nos queda mirar hacia el cielo y esperar a que el mismísimo Papá Noel se pasee con sus renos y su trineo soltando sus profundas carcajadas”, argumenta la crónica de La Sexta.
Para muchos, a estas alturas Rothenburg en realidad es un parque temático medieval navideño cuyos habitantes viven prácticamente del turismo, en un 80%. No puede faltar la broma local que también acopian los visitantes: este sería el último destino que quisiera visitar El Grinch.
Entonces, como nos dijeron nuestros guías en aquel ya lejano verano de 1998, Rothenburg iba a ser un pasaje único, un viaje interior a nuestra niñez... y efectivamente, apenas pudimos procesar todo lo vivido en aquella feliz ocasión.
De vuelta al presente, y siempre con aquella maravillosa ciudad en las memorias más... navideñas (nunca mejor dicho), surgió esta visita virtual a pueblos o ciudades en el mundo que existen por y para la Navidad.
Algunos no tienen la característica de permanencia completa en la añorable época todo el año, pero sus particulares establecimientos y temporadas navideñas en meses del año que no son diciembre, los catapultan en la memoria colectiva de los amantes de la Navidad como destinos turísticos soñados por visitar, o por repetir.
En el mero Polo Norte
Con una población que no llega a los 2.500 habitantes, Fairbanks es la ciudad de Alaska más cercana al Polo Norte -a solo 22 kilómetros- y por eso es perfectamente lógico que, orgánicamente, a partir de 1950 se convirtiera en un refugio navideño permanente lleno de sorpresas para sus visitantes, según reseñan decenas de portales especializados en viajes a la lejana, fría y a la vez cándida región en la que abundan los Papá Noel que causan furor durante todo el año.
En realidad, cabe aclarar que este Polo Norte se encuentra a 2.700 kilómetros del Polo Norte geográfico. Pero para los efectos, es el Polo Norte real donde habita Papá Noel.
Una crónica publicada por la BBC así lo asegura en una vivencia soñada, literalmente: “Cada mañana, Paul Brown saluda a Santa Claus, que ocupa una oficina debajo de la suya, localizada convenientemente en la calle San Nicolás, en el Polo Norte, en Alaska. Al crecer en Fairbanks, la familia de Brown pasaba con frecuencia a través del Polo Norte en dirección a su cabina de vacaciones.
“Pasaban por sitios como la Calle del Muñeco de nieve, escuchando música de Navidad que salía de las tiendas incluso en verano. Brown dirigía la Casa de Santa Claus, una tienda de Navidad que abre todo el año con su mujer Carissa, nieta del propietario original de la tienda”.
Como ocurre con los habitantes del icónico pueblo, ellos ejercen parte de la fascinación que sienten los miles de visitantes que llegan año con año en busca de paseos en trineo llevados por remos, los hotelitos temáticos, las espectaculares vistas de la aurora boreal y, ya inmersos en el espíritu navideño, los turistas se solazan en la Casa de Papá Noel comprando regalos y recuerdos inéditos y hasta inauditos. Entre lo más emblemático de la experiencia está sacarse la foto de rigor al lado de la estatua gigante de Papá Noel que se yergue en la entrada, según describen decenas de sitios especializados en turismo en la región. Construida en los años 60, se trata de la réplica de Santa más grande del mundo: mide 15 metros de altura y pesa poco más de 400 kilos.
En tiempos recientes, con el coronavirus acechando, hubo mucha incertidumbre en los dos primeros trimestres del año en Fairbanks y en toda Alaska -igual que en el resto del mundo- pero ahora, con la vacuna implosionando en el mundo y la Navidad a la vuelta de la esquina, habrá que ver cómo se sobrepone uno de los sentimientos más esperanzadores en el mundo: el de la Nochebuena, sobre todo en estos sitios navideños únicos en el planeta.
¿Qué ocurrirá? Imposible anticiparlo, pero la Navidad nos da ese gusto tremendo de soñar, de dar paso al Año Nuevo sumidos en esa maravillosa parafernalia con la que miles soñamos aunque -hay que decirlo- otros tantos defenestran, pues es harto conocido el síndrome de “odio la Navidad” que simplemente se convierte en una vivencia privada, la cual hay que respetar.
No es, por supuesto, nuestro caso. De hecho, hace años me impuse como prioridad volver a Rothenburg; primero con mi mamá, después con mi mamá y mis hijos, y hoy con mi pequeña nieta Litza, de año y cuatro meses de edad. ¿Lo lograremos? No lo sé, pero se vale soñar... máxime a pocos días de que enfrentemos una de las Navidades más complejas pero también esperanzadoras para muchos que queremos llenarnos de fe en estas fechas.
Otro paraíso navideño en Finlandia
“La ilusión infantil de tradiciones como la llegada de Papá Noel o de los Reyes Magos se van perdiendo con los años, por lo mismo queremos recuperarla viajando hasta Finlandia, donde un pueblo en perpetua Navidad nos devuelve la magia inocente de estas fechas”, argumenta la agencia de viajes española Traveler, que desde hace semanas ofrece paquetes vacacionales a Rovaniemi, Finlandia, conocido como “El Pueblo oficial de Santa Claus” -igual que muchos de sus homólogos alrededor del mundo-.
La descripción de lo que es la maravillosa ciudad es elocuente y coincide con otros sitios especializados: “Rovaniemi es una animada ciudad universitaria situada en la Laponia finlandesa. Es por ello que Papá Noel la ha elegido como su centro de control. A tan solo 8 kilómetros, El Pueblo de Santa Claus, atrae a miles de niños cada año. La ciudad lapona está a 1 hora y 15 minutos de vuelo desde Helsinki. El avión aterriza en un singular aeropuerto decorado con peluches de animales polares y motivos navideños. Hemos llegado al Aeropuerto Oficial de Santa Claus. Como prueba de tránsito de este peculiar lugar, es fundamental estampar el sello de Papá Noel en el pasaporte”, describe Traveler.
Y lo que añade, aún a sabiendas de que se trata de publicidad, nos pondría a dudar a cuál destino navideño iríamos en caso de tener la oportunidad de elegir: “A 10 minutos en carro, el ambiente festivo también impregna Rovaniemi. Sus calles son invadidas por gigantescos muñecos de nieve, y dormir en el Hotel Santa Claus es posible. Tras un corto trayecto en autobús local, El Pueblo de Santa Claus termina por sorprender. El taller de juguetes, algunas tiendas, un parque de nieve, la sala de visitas donde el mismo Papá Noel recibe a los turistas”.
Pero la tendencia de los pueblos navideños cruza océanos. Que lo diga uno de los pueblos más populares por sus vínculos navideños en Indiana, Estados Unidos, donde se ubica Christmas Lake Village (“Villa Lago Navideño”), un pueblo que se anuncia en la entrada con un letrero en el que destaca una estrella navideña, seguida de una estatua de tres metros de Papá Noel.
En el 2017 la BBC también vivió esta experiencia en un poblado que también cuenta con una población pequeña, unos 2.500 habitantes y cuya avenida central se denomina Bulevar Navidad y las denominaciones alusivas se suceden, pues las calles principales se llaman como los tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar.
En medio de las descripciones y entrevistas con los lugareños, BBC hizo la gran pregunta: Tras vivir 365 días del año en Navidad ¿no se aburren los residentes?
“Yo no”, dice Michael Johannes, que vive en la calle Melchor. “Llevo viviendo aquí 27 años, involucrado a todas horas y es una parte de lo que somos”, enfatizó. Su historia se remonta a unos 150 años, y entre las leyendas más aceptadas de por qué se convirtieron en lo que son está la que asegura que el pueblo se llamaba Santa Fe, pero se le pidió cambiarlo porque a poca distancia había otro lugar con ese nombre y se generaban confusiones con el código postal. Por lo mismo, habrían elegido Santa Claus... y lo demás,} es historia.
Pasaron las décadas y avanzó la civilización, de manera que para principios del siglo pasado el correo local empezó a recibir cartas de niños de todo Estados Unidos y del mundo, dirigidas a “Santa Claus, Polo Norte”. Desde entonces, la comunidad se organizó con líderes y voluntarios que leen las cartas y las contestan con un mensaje personalizado.
No el típico pueblo
Como dato anecdótico se impone mostrar una faceta inversa a los pueblos famosos por pasar en Navidad todo el año, pues por ejemplo en Florida existe uno que tiene esa fama y atrae muchos turistas, quienes a veces se desencantan al descubrir que la ciudad de Christmas, en Florida, de navideño tiene el nombre y un árbol de Navidad permanente en el centro.
“De vez en cuando llega gente que viene esperando ver muchas decoraciones navideñas, o preguntando por un restaurante temático, pero no tenemos ese tipo de cosas”, declaró a BBC Chelsea Brooks, líder recreativo en el Fort Christmas Park en Christmas, Florida.
Sin embargo, también hay quienes a sabiendas de que no se van a encontrar con un lugar emblemático, igual hacen el viaje con tal de sellar sus cartas con un sello que reza “Saludos desde Christmas, Florida”. Pensándolo bien, quizá quienes optan por este detalle estén entre los más acérrimos amantes de la época. En un conteo realizado en el 2018, solo en diciembre ponían el sello en unas 20.000 tarjetas.
El Polo Norte... ¿en México?
Pero no solo en latitudes al otro lado del mundo se encuentran pueblos marcados durante todo el año por el espíritu o, como mínimo, la parafernalia navideña, como ocurre en Tlalpujahua, México, cuyos casi 30.000 habitantes se dedican a la fabricación de esferas de vidrio soplado, y sorprenden con figuras como flores de nochebuena, muñecos de nieve, ángeles... y hasta pokebolas (estrellas de Pokemon).
Tal como lo reseñó una evocativa crónica de viaje realizada por la revista colombiana Semana, tres años atrás, este pintoresco poblado ubicado entre los bosques del oeste de Michoacán seduce y maravilla a los visitantes con sus numerosos comercios alusivos a la fama de la ciudad: El taller de Santa, La casa de la Navidad, y así por el estilo.
“Al calor de las llamas anaranjadas y azules que exhala el mechero, don Adán sopla su propio aliento dentro del vidrio fundido para crear una delicada esfera. Este arte, que ahuyenta al narcotráfico de un pueblo mexicano, adorna miles de árboles navideños en Estados Unidos y Canadá. Esferas perfectas o alargadas en forma de gota, torcidas en espiral y hasta aplanadas con una máquina para hacer tortillas hacen rodar la economía de Tlalpujahua, cuyos habitantes se dedican desde hace más de medio siglo a la fabricación de esferas de vidrio soplado, y sorprenden con improbables figuras como flores de nochebuena, muñecos de nieve, ángeles... y hasta pokebolas (pelotas para transportar Pokémon), que se venden por montones en Norteamérica”, describe la reseña de Semana.
”Tlalpujahua es un pueblo mágico, seguro”, dijo a la agencia AFP Rafael Berrios, vocero del gobierno local, al explicar que el crimen organizado se ha mantenido al margen gracias a “un operativo de seguridad muy hermético” y a la próspera industria de las esferas.
Las figuras de vidrio soplado que habitan las boutiques de Tlalpujahua tienen forma de renos sonrientes, bellotas brillantes, pájaros emplumados, estrellas y pastelillos. También están los peces Nemo y Doris, los Minions y hasta varios equipos futbolísticos. El pueblo “es algo fuera de lo común para estar ubicado en Michoacán”, estima Luis Antonio Zimbrón, un profesor de 43 años que, en busca de las esferas rojas, se trasladó desde el vecino estado de México.”Tuve la oportunidad de conocer un lugar en Alemania”, y este no tiene nada que envidiarle, comentó, al describir “la decoración, la música, la magia” que animan el ambiente navideño.
Pero, como en vitrina navideña, hay de todo. En el mencionado reportaje Verónica Pompa, de 56 años y con 40 de dedicarse al mundo del vidrio soplado aseguró, eso sí, sonriente, que como pasaban produciendo esferas y prácticamente estaban todo el año en Navidad “Ya casi no queremos la Navidad”.
Sin embargo, nadie niega que la Navidad “todo el año”, si bien es cierto que no pasan en un puro villancico, sí les ha generado el sustento por décadas a muchas familias que han llegado a conformar 200 talleres propios de soplado. Y aunque no se trate de un sueño navideño, sí les ofrece estabilidad económica, sobre todo para muchos que no saben desempeñarse en otro oficio.
Pero bueno, en este 2020, a no dudarlo, cada amante de esta candorosa fecha deberá ingeniárselas para celebrarla atípicamente. Pero ya lo dijo alguien por ahí: “la esperanza, como una vela, brilla más fuerte en Navidad”.