De haber sabido que le tocaría un Gobierno así de intenso quizá habría entrado a Zapote con los chamanes. Pero ella ni de lejos lo sospechó, y hoy es un poco tarde. Ya pasaron dos años y medio desde que se convirtió en la primera mujer inquilina de la Casa Presidencial y su administración se ha tornado tan convulsa que Laura Chinchilla Miranda no confía ni en el más sabio de los hechiceros.
Tampoco ha querido aceptar los múltiples ofrecimientos de personas de diversas religiones y creencias para hacer rituales que le espanten la mala suerte.
“Sí le puedo decir que hay una gran cantidad de gente que se ha ofrecido para venir a hacer sahumerios, cantos, traer chamanes. ¡No. No tiene una idea! ¡Tengo una lista larguísima!, pero yo no puedo vivir así las 24 horas”, comenta la mandataria entre risas.
Tal confesión responde a la pregunta de si comparte la percepción de alguna gente en la calle de que a ella pocas cosas le salen bien o, dicho de otro modo, de que hasta lo impensable le sale mal. La Presidenta reconoce que esa sensación existe, pero la reconforta el hecho de que la gente no le atribuye a ella, ni a buena parte de su equipo, mala fe ni malas intenciones. “Lo más que dicen es: ‘¡Ah la pucha, qué salada!’ ‘¡Ah la pucha, qué mala suerte!’ ”.
La cita con la mandataria llega después de tres intentos fallidos por lograr un espacio en su agenda para repasar el año.
Es jueves por la tarde. Ella viene llegando de Bagaces, Guanacaste, donde inauguró la primera planta solar del país. Viste ropa informal, de gira de trabajo, así que esta es una entrevista sin maquillaje.
El tema de la vestimenta y de cómo se peina, me confiesa, es algo que la estresa mucho.
Ella se sienta y pide un café negro. Francisco Chacón, su inseparable ministro de Comunicación, se instala en silencio a mi derecha, y empiezo la conversación que da sustento a esta pieza.
Y es que este 2012 quedará marcado como el más intenso y convulso de la administración Chinchilla Miranda. Difícilmente el próximo lo supere.
Ha sido un año de fuertes remezones. De crisis llevadas al límite. De patinazos en el lodazal. Sin embargo, Chinchilla no encuentra un solo hecho o decisión errónea de la cual tenga que arrepentirse. Asegura que intenta sobrellevar las tempestades apoyada en su familia, que es su oasis, su punto de equilibrio. Claro, reconoce que cada día departe menos con su esposo y su hijo adolescente, quienes en más de una ocasión le han llamado la atención por distraerse revisando correos o atendiendo llamadas a la hora de la cena, el tiempo para compartir.
En los primeros tres meses, todo parecía estar en calma. Chinchilla, cual capitán de barco, navegaba por aguas relativamente calmas.
Pero en abril, el oleaje político empezó a subir hasta llegar a niveles insospechados por la mandataria y su gabinete.
Renuncias obligadas de ministros y asesores, denuncias de corrupción, la polémica salida de una viceministra, fallas en infraestructura vial y pifias con leyes, mientras las protestas y manifestaciones callejeras alcanzaron cifras récord.
Uno a uno, se fueron sumando acontecimientos que sacudieron la embarcación que aquel 8 de mayo del 2010 zarpó con la promesa de unidad y diálogo nacional.
Aquella ventosa mañana de hace dos años y medio, Chinchilla, enfundada en un elegante traje de seda blanco, recibió la banda presidencial en compañía de su familia y del gabinete; un gabinete donde ella tenía amigos realmente cercanos. Esto explica por qué la salida obligada, en abril, del ministro de Hacienda, Fernando Herrero, y de su esposa Florisabel Rodríguez, quien era su asesora directa, es, hasta hoy, el episodio que más ha golpeado a la gobernante.
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Herrero y su esposa entraron en conflicto luego de que una investigación de este diario revelara que durante 12 años no actualizaron el valor de dos propiedades ubicadas en Escazú y Pavas. El hecho era de fuerte impacto si se considera que el Ministro venía impulsando una fuerte reforma tributaria.
La denuncia sorprendió a Chinchilla en Nueva York y, aunque dijo estar molesta por la actuación de los funcionarios, no consideró que fuera motivo suficiente para pedirles la renuncia.
Muchas voces, sobre todo de la oposición, pedían la dimisión de Herrero, pero ella insistió en defenderlo. El 2 de abril ambos dimitieron, un día antes de que La Nación revelara una nueva investigación, esta vez sobre omisiones en el pago de la renta de la empresa Procesos , propiedad de Herrero y Rodríguez.
Hoy, siete meses después, Chinchilla asegura que desde ningún punto de vista se justifica la morosidad en el pago de los tributos. Pero, añade, eso no debió dar paso a que la gente supusiera corrupción en su gabinete.
“La conclusión en una lectura desgraciadamente simplista, más de lo que uno quisiera, que hace un segmento de la población de las investigaciones periodísticas, es de que este es uno de los gobiernos más corruptos de la historia y eso no es así”.
El tema, dice, incluso logró robarle el sueño durante algunas madrugadas, algo muy poco usual en ella, quien se enorgullece de dormir muy bien y sin ayuda alguna de pastillitas.
Durante esas horas cuando el sueño se espanta, la mandataria aprovecha “para cavilar sobre algunas cosas”. Por último, se lanza de la cama y enciende la computadora en un intento por poner ideas en orden.
Trocha llena de espinas
A principios de mayo, cuando la gobernante apenas intentaba superar la salida forzada de Herrero y de Rodríguez, se vio obligada a pedirle la renuncia al ministro de Obras Públicas y Transportes, Francisco Jiménez, y a denunciar penalmente a dos funcionarios del Consejo Nacional de Vialidad (Conavi). Un nuevo escándalo, esta vez calificado por ella misma como de “corrupción”, tocaba la puerta del Gobierno: la trocha fronteriza .
La construcción rudimentaria de un camino de lastre en la frontera norte habría permitido el pago de dádivas millonarias a funcionarios públicos por parte de contratistas. Pese a que la denuncia salió de Zapote, el caso fue tomando otras dimensiones hasta convertirse en un camino espinoso para el Gobierno, algo que la mandataria aún no logra explicarse.
“Una denuncia que hace la Presidenta sobre una condenada trocha, resulta siendo el elemento que convierte a este gobierno en el más corrupto de la historia”, manifestó Chinchilla.
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Así, día a día, la politóloga graduada de Georgetown University, en Washington, y convertida en primera mujer presidenta de los costarricenses, se planta para sortear las recurrentes críticas de que el Gobierno es un barco a la deriva.
Tal y como lo haría un capitán con el timón, ella se aferra a la idea de que, en los temas sustantivos, el Gobierno está bien. Está sacando la tarea. Está cumpliendo las metas trazadas , dice.
En esa canasta de lo sustantivo va la economía, la situación fiscal del país, la seguridad, la pobreza.
“Si yo dijera: ‘Jue pucha, la economía se me cayó. En seguridad, de verdad que no me salen las cosas. En el gasto social, la crisis fiscal no la pudimos administrar y va para abajo que le vuela la bata y, en consecuencia, la inflación para arriba’. Yo ahí si diría: ¡‘Diay’ qué va! Qué mala suerte tuve. Pero esas cosas van bien”, afirma.
La única grieta que admite en lo que ella misma definió como ‘sustantivo’, es en infraestructura. Un área en la que su antecesor, Óscar Arias, no salió bien librado. Mientras, su gobierno, lejos de limpiarse la cara, más bien se embarrialó.
En materia vial, se han dado desde actos de corrupción como la trocha, hasta ‘pifias’ graves y costosas como el fallido arreglo de la platina en el puente sobre el río Virilla en la General Cañas.
El remiendo sobre el puente costó $4 millones y empezó a desmoronarse con solo diez días de uso.
Esto le duele a la Presidenta, aunque no al punto de sacarle canas, pues dice que por herencia de su abuela, tiene el prodigio de echar pocos cabellos blancos.
Sí reconoce que el asunto la molesta y es uno de los responsables de las diez libritas que se ha ganado desde hace dos años y medio, cuando asumió.
Lo del peso lo ataca con dos visitas a la semana –lunes y miércoles en la noche– al gimnasio. Lo de la infraestructura es tarea diaria. El arreglo de la platina, narra, era el primer acto donde su gobierno tenía oportunidad de ganarse la credibilidad de la gente de que algo iba a cambiar en el campo de la maltrecha infraestructura.
Pero, como dice el refrán, “el tiro salió por la culata”. Y en este caso no intervinieron fuerzas del más allá, sino la mera ineficiencia institucional. “¡Es lo primero que hacemos y no duró ni una semana!” “Ahí sí yo no creo que sea una cosa de mala suerte. Ahí sí estamos hablando de carencias. Ahí estamos hablando de gravísimas carencias que yo jamás imaginé fueran tales”.
La anécdota noticiosa
Si los compromisos de campaña se están atendiendo, si los caballos de batalla de su administración van bien, entonces, ¿por qué tanta crítica hacia el trabajo de la Presidenta y su gabinete? ¿Por qué ostenta el récord de baja credibilidad? Un 53% de la población cree que su gestión es “mala” o “muy mala”, según la última encuesta de Unimer para La Nación .
Chinchilla encuentra sus propias respuestas. Apunta a que mucho tiene que ver con el fenómeno de cómo se ha configurado la comunicación en la nueva era digital y de las redes sociales.
En esta nueva era de las comunicaciones, lo anecdótico llega a tener más peso que la agenda sustantiva y fundamental, explica.
“Y claro que, en plano anecdótico, yo sí reconozco que nuestro gobierno está lleno de baches. ¡Está lleno de baches! Es que es como para escribir un solo libro de eso, ¿verdad?”, agrega. “Entonces es cuando uno dice: ‘Puta, sí. ¡Qué mala suerte! (perdone la palabrota)’”, dice intentando autocallarse. “Una decisión de destituir a una simple viceministra ( Karina Bolaños , viceministra de Juventud) y se constituye en la noticia del mundo”, comenta.
Chinchilla, titubeante en cuanto a despidos en otras ocasiones, fue diligente en este caso. El 31 de julio alejó a Bolaños del cargo “por pérdida de confianza” y luego de que un polémico video íntimo de la funcionaria explotara en las redes sociales y medios de prensa locales y extranjeros.
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El caso convertido en noticia a nivel mundial le deparó fuertes críticas a la Presidenta, a quien se le tildó de “machista”. Las confusas explicaciones dadas después le depararon otro camino espinoso.
A la lista de eventos anecdóticos, agrega la llamada ley mordaza (Delitos informáticos). Desde la lupa de Chinchilla, este es uno de esos casos en que una buena intención termina en todo lo contrario. Ella, la madrina mundial de la protección digital de los niños, promueve la legislación porque, entre otras cosas, procuraba proteger a los menores ante ciertos contenidos en Internet. La ley se aprobó. La Presidenta la firmó en público, algo que poco acostumbra.
“...Y viene esta ley y se convierte en la ley mordaza”, se cuestiona con cara de: ‘¡ No lo puedo creer!’
¿Mala suerte? ¿Errores? ¿Gazapos? ¿Temas fundamentales o superficiales? Lo cierto es que la administración Chinchilla parece que no sale de una para meterse en dos o tres juntas.
Ella trata de mantener la cordura para no dejarse atolondrar por esos eventos que explotan por aquí y por allá “como palomitas de maíz”, dice.
¿Y cómo lo logra?
Cuando pasan esas cosas, hace el ejercicio de recordarse a sí misma qué es lo que están procurando y volver a revisar esa agenda, cuenta. ¿El resultado? “Ahí veo que vamos saliendo”.
En un año tan convulso, ¿habrá algo que le haya sacado una sonrisa a la Presidenta?
Aparte de los niños, quienes logran hacerla reír aun en los peores momentos, Chinchilla hace una confesión: “Ahh, yo me río mucho, no crean qué no. A veces me río de nuestra propia mala suerte. Y le digo a don Francisco (Chacón, ministro de Comunicación): ‘¡No lo puedo creer!’”, y reafirma sus palabras con una carcajada.
¿Ofendida?
Muchos de los casos calificados por Chinchilla como anécdota son el plato fuerte de usuarios fieles de las redes sociales.
Ella, que desde la campaña se declaró abanderada de estos nuevos sistemas de comunicación, intenta convivir con ellos.
“Las redes sociales suponen cierta cultura. Hay que saber qué significan, qué suponen, aprender a conocer a los participantes en las mismas”, dice.
Abonan información, agrega, pero no pueden definir nunca el estado de ánimo de un presidente. “Dios libre, porque pasaríamos todos en depresión permanente, porque los políticos no somos los más queridos”. Y tampoco pueden condicionar cómo ir moviendo ni definiendo la agenda de un país, asegura.
Su cuenta en Twitter registraba, al 27 de noviembre, 149.428 seguidores y 2.574 tuits. Esta red es una de las más utilizadas por ella para dar a conocer programas y avances, o para hacer anuncios. Por este medio, también recibe comentarios, sugerencias, críticas fuertes y hasta irrespetuosas.
–¿Lee todos esos comentarios?
–Sí, claro, dice. En algunos casos no solo los lee, sino que contesta, aclara y hasta regaña.
Así ocurrió en julio, cuando reprendió a un seguidor identificado como @marcozc, quien le lanzó una fuerte crítica tras su anuncio de colaboración para el traslado del cuerpo de un estudiante tico que murió en Suiza. “Podría Ud. dejar por un momento la disputa y unirse al pesar de muchos por este deceso y comprender q debemos ayudar a esa familia? (sic)”, le replicó Chinchilla.
Respecto a los mensajes ofensivos, asegura que no le afectan, como sí le podría afectar una ofensa dicha en su propia cara (...) Pero nunca me han ofendido en persona”, añade con satisfacción.