Hará unos pocos años, como parte de un proyecto denominado “Vocaciones científicas”, la Academia Nacional de Ciencias (ANC) empezó a realizar giras por escuelas y colegios en todo el país. Durante los foros con la chiquillada, la directora ejecutiva de esta entidad, Dayana Mora Solórzano, entablaba un intercambio de opiniones y una pregunta infaltable recibía prácticamente la misma respuesta siempre: “¿Conocen a algún científico o científica nacional?”.
“Siempre antes de empezar a mí me gustaba inducir la charla con esa pregunta, y casi siempre ocurría lo mismo: ‘todos se volvían a ver, seguro se imaginaban como una rata de laboratorio o no sé qué, hasta que por ahí los más despabilados levantaban la mano tímidamente y decían ’Franklin Chang’... entonces les repreguntaba si conocían a otro científico o científica y aquello era un silencio solemne”, cuenta Dayana en tono divertido por la actitud de los chicos, no por el contenido de fondo de la anécdota.
Antes, se impone una referencia: Mora ingresó a la ANC como directora ejecutiva en el 2013, aunque su formación profesional era en ciencias económicas y letras, pero cuenta con gran entusiasmo cómo de inmediato se enamoró del mundo de la ciencia y hasta se cuestionó cómo no se había involucrado antes en un ámbito “fascinante con el que convivimos día a día y que está en todas partes”.
Por esa misma razón fue que volvió su mirada hacia las nuevas generaciones, con la intención primaria de involucrar a los niños y jóvenes en lo que hasta para ella era un mundo bastante abstracto. “Me inspiró motivarlos a ellos en este mundo tan maravilloso que es el de la curiosidad infinita al ir descubriendo el por qué de las cosas, del funcionamiento de nuestro cuerpo, de las cosas que nos rodean. Gracias a este trabajo por ejemplo converso con un físico y pienso que qué tan chiva ser experta en microbiología, en ese mundo de los virus, los hongos, la genética, y así como era lejano para mí, luego constaté que lo era para ellos”, asegura Mora con una convicción total de que otros niños o jóvenes se van a interesar en muchos otros ámbitos de la ciencia, independientemente de que sigan admirando y quieran emular al célebre astronauta costarricense Franklin Chang.
“Fue así como después de un tiempo de estar con este proyecto visitando lugares, me doy cuenta de que hay una necesidad muy grande de visibilizar científicos y científicas, no solo como figuras destacadas sino por su aporte a la sociedad, porque han destacado no solo en Costa Rica, sino el el mundo”.
La idea de que fueran 10 mujeres las que contaran su historia acompañados de ilustraciones para que los niños pudieran colorearlos en el libro Mujeres brillantes de la ciencia tica se tomó pensando en hacer coincidir el lanzamiento con el Día Internacional de la Mujer.
Fue así como el pasado 9 de marzo, un día después de la celebración mundial, la Academia Nacional de Ciencias en conjunto con la Editorial Tecnológica de Costa Rica presentaron la obra “novedosa y divertida que está dirigida a los más pequeños con el objetivo de que encuentren en alguna de las protagonistas la inspiración para alcanzar sus sueños. La obra nos da el privilegio de conocer las historias de vida de diez notables científicas locales, miembros de la Academia Nacional de Ciencias, quienes han hecho aportes y contribuciones admirables en el campo de la ciencia, afirmó parte del comunicado oficial de la actividad.
Las científicas involucradas con el proyecto son Odalisca Breedy, bióloga marina; Hannia Campos, investigadora en el campo de la nutrición humana; Sandra Cauffman, ingeniera y tecnóloga aeroespacial; Eugenia Flores, bióloga especialista en botánica; Marianela García, neurofisióloga; Leda Meléndez, fitopatóloga; Carla Odio, pediatra infectóloga; Henriette Raventós, genetista; Giselle Tamayo, química y Mary Jane West-Eberhard, bióloga. Una acotación importante es que esta última científica no es costarricense, ella nació en Estados Unidos pero fue incluida en la lista porque el libro trata de figuras destacadas “en el campo de la ciencia”, si bien la mayoría son costarricenses, doña Mary Jane fue incluida por las razones señaladas.
En el evento participaron estudiantes de cuarto grado de la Escuela Filomena Blanco de Quirós y de la Escuela Luis Demetrio Tinoco Castro, así como también alumnos del colegio Saint Anthony, de Moravia.
Los textos del libro, a cargo de la periodista Michelle Soto, están redactados de forma clara y amigable. En la obra, cada científica describe la forma en que vivencias de su niñez y juventud marcaron la senda del triunfo profesional que cosecharían después de mucho esfuerzo y pasión. Las ilustraciones corrieron por cuenta de las artistas Daniela Orozco Campos, Viviana Chaves Aguilar y María Paula Barquero Martínez, todas estudiantes de animación digital de la Universidad Véritas y quienes se unieron al proyecto como parte de su trabajo comunal universitario.
La química Giselle Tamayo, por ejemplo, narra las peripencias que tuvo que hacer su familia cuando se trasladó a vivir de San José a Paso Canoas. Sin embargo, en los prolongados viajes, ella y su mamá pasaban entretenidas con un juego que le permitió a Giselle aprender a leer a temprana edad. Ya en el colegio, aquí en San José, se enamoró de la química y cursó estudios superiores en la Universidad de Costa Rica (UCR). Sus investigaciones, basadas en la naturaleza, podrían generar nuevos medicamentos o materiales industriales. Su consejo para los pequeños es puntual pero insistente: “Pregunten, si no entienden, pregunten. Y si no entienden, sigan preguntando, vayan a la biblioteca, investiguen en Internet”, puntualiza Tamayo.
Otro de los testimonios es el de Sandra Cauffman, ingeniera y tecnóloga aeroespacial, quien se crió en Hatillo y pudo estudiar gracias al empuje de su mamá, quien fue madre soltera y sacó adelante a sus tres hijos. Ella estudió ingeniería industrial en la UCR, pero su sueño desde pequeña era ser astronauta. A la postre su madre se casó con un estadounidense que adoptó a Sandra y a los 21 años se fue a vivir a Estados Unidos, donde pudo empezar a materializar su sueño al matricularse en la Universidad George Mason y estudió ingeniería eléctrica y física. Tras años de esfuerzo, en 1991 ingresó a la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés). “Se pueden tener sueños, de ti depende que se hagan realidad”, les escribió la científica a sus jóvenes lectores.
“En nuestro país afortunadamente las mujeres tenemos la oportunidad de que la ciencia sea una realidad para nosotras, como profesión y como futuro. Hoy queremos resaltar su contribución al país y demostrar que se pueden solucionar problemas y ayudar a los demás, gracias a la tecnología”, dijo a propósito de la publicación del libro Paola Vega, viceministra de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones.
“Con su ejemplo, estas científicas nos transmiten un poderoso mensaje: con esfuerzo y dedicación las metas se logran y los sueños se cumplen. La obra está dirigida a las nuevas generaciones, para que de una manera diferente y entretenida encuentren, en cada una de sus páginas, una invitación para abrir las puertas de la curiosidad hacia los caminos de la ciencia y la tecnología”, añadió por su parte Dayana Mora.
El libro tienen un valor de ¢2.000 colones, y se puede adquirir en Librería internacional. La ANC Academia Nacional de Ciencias hará una donación de libros a escuelas urbano marginales y regionales. “El costo del libro es básicamente para cubrir los costos de impresión. Al final trae stickers de los elementos de investigación de cada una de ellas”, puntualizó Mora.