De la mano y a paso sereno, su madre la llevó a las rocas, un desolado sitio habitualmente utilizado como “sala de operaciones”.
Allí, en medio del desierto, se encontraron con la “matrona”, quien llegó, navaja en mano, a cortar y extraerle los genitales a la pequeña, para luego “remendarla” y hacerla regresar con el resto de la tribu.
Pasó cuando tenía cinco años, la herida se le infectó y estuvo al borde de la muerte, pero logró sobrevivir... el destino guardaba grandes cosas para Waris Dirie.
Su belleza , su espíritu y la casualidad, la hicieron convertirse en una top model internacional y en el blanco de entrevistadores deseosos de contar la historia de la niña que pasó de nómada en el desierto de Somalia a modelo en las pasarelas de Milán.
Pero, en medio de tanta fama, nunca olvidó sus orígenes y la cicatriz que marcó su vida.
Armada de valor e invadida por la indignación, rompió la bóveda donde guardaba las pesadillas más amargas de su infancia, y aprovechó su estatus de celebridad para alzar la voz en contra de la mutilación genital femenina.
Su norte es evitar que más niñas sufran la tortura a la que ella fue sometida por el solo hecho de haber nacido mujer.
La mutilación genital femenina consiste en la resección parcial o total del clítoris o del prepucio (pliegue de piel que rodea el clítoris). Esta práctica se realiza en países de África y Asia, y es parte de un ritual o ceremonia de iniciación mediante la cual una niña “entra a la madurez”.
Su finalidad es resguardar la virginidad e impedir la masturbación y el placer de las mujeres durante el acto sexual.
Recorrido
Tenía 13 años cuando sus padres la quisieron obligar a casarse con un hombre cuatro veces mayor que ella.
Waris escapó en la noche y caminó por el desierto hasta llegar donde su abuela, en Mogadiscio, capital de Somalia.
Como medida desesperada, fue enviada a Inglaterra a trabajar como sirvienta del embajador de Somalia en ese país.
Por años, su vida transcurrió entre cuatro paredes; sin embargo, un guerra civil en Somalia obligó a todo el cuerpo diplomático a regresar a su patria. Mas Waris prefirió quedarse en Londres, viviendo en la indigencia.
Su suerte cambió al encontrar trabajo como miscelánea en un restaurante de hamburguesas; allí, entre el trapeador y las sobras de comida, fue descubierta por el célebre fotógrafo Terence Donovan, quien le abrió las puertas del mundo de la moda.
La fama y los aplausos estaban a la vuelta de la esquina. Waris incluso llegó a interpretar a una chica Bond en la película The Living Daylights .
Mas el éxito no la nubló, solo la impulsó a hacer lo que se volvería su principal objetivo de vida: luchar contra la atrocidad que sufrió cuando niña.
La top model creó una fundación destinada a combatir y denunciar la mutilación genital. La denominó Flor del desierto, el significado de su nombre en su lengua natal.
Precisamente ese es el título de la película que narra su vida, y la cual se exhibe actualmente en la Sala Garbo, en barrio Don Bosco, San José.
Flor del Desierto lleva más de diez años creando conciencia sobre la mutilación genital, realizando actividades y programas de educación, y brindando apoyo a las mujeres que han sido víctimas de este flagelo.
En apoyo a su lucha, en 1997, la súper modelo fue nombrada embajadora especial para la eliminación de la mutilación genital por las Naciones Unidas.
Dicho organismo cataloga esta práctica como una forma extrema de discriminación.
Entre las consecuencias que tiene para la salud se destacan: hemorragias, tétano, retención de orina, llagas abiertas en la región genital, infecciones e infertilidad.
Lo anterior se debe a que el corte es realizado por una “matrona” o partera con instrumentos rudimentarios, desde cuchillos hasta navajillas de afeitar, sin respetar medidas higiénicas.
El esfuerzo de Waris y de Naciones Unidas ya ha dado frutos: cada vez más países han prohibido esta práctica, al tiempo que se trabaja directamente con las comunidades para que sustituyan este ritual.
Sin embargo, aún falta mucho trabajo. Datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas revelan que alrededor de 3 millones de niñas enfrentan la mutilación genital cada año, y 140 millones ya fueron víctimas de ella.
Uganda, Kenia, Egipto y Senegal son algunos de los más de 40 países donde se realiza.
La lucha de la supermodelo –ahora superactivista– no cesa, pues está decidida a difundir su mensaje por el mundo, consciente de que el silencio y la indiferencia son cómplices de la injusticia: “La mutilación genital femenina no es un acto de cultura, sino de tortura, y todos deben saberlo”, sentencia.