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El panorama es espectacular. Al fondo, a la derecha aparece el pueblo, a la izquierda el río Grande de Orosi, como una prolongación de la carretera, y más cerca los cultivos de maíz. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
Este valle es uno de esos destinos turísticos que lo tiene casi todo para querer visitarlo una y otra vez. Está a solo 17 kilómetros de Cartago y se llega rápido por una carretera bien asfaltada, eso sí muy angosta y de mucho cuidado por la constante presencia de ciclistas, sobre todo los fines de semana.
Pero si el propósito es disfrutar, la ruta ofrece escenas para deleitarse. Desde mucho antes de entrar al centro del pueblo de Orosi, donde se mantiene de pie y en buen estado el templo colonial más antiguo del país, el paisaje cautiva a quienes llegan por primera vez y mantiene expectantes a los recurrentes visitantes.
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Una postal. Los porós en floración tiñen de naranja el verdor reinante por donde se abre paso al río. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
Después del mirador del ICT, unos seis kilómetros antes del pueblo, empieza el descenso y aparece el paisaje que incluye los contornos de las montañas y el caserío lejano, los ríos Reventazón y Grande de Orosi serpenteando por la llanura y los árboles de poró y corteza amarilla en floración como simulando una pintura en vivo.
Si avanza despacio, casi terminando la cuesta en bajada podrá ver las oropéndolas montezuma, con su característica cola amarilla, cruzar de un lado a otro de la carretera o su llegada a los espectaculares nidos colgantes en las ramas de una palmera, a la izquierda del camino.
El antiguo templo, construido durante la colonia entre 1743 y 1767, sigue siendo uno de los principales atractivos del pueblo. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
Ahora en la llanura puede apreciar los cultivos de maíz, ya sea en tiempo de cosecha o en ciernes. Y entonces empiezan a aparecer las ventas de productos de la zona como chayotes, o comidas rápidas como elotes asados, chorreadas, empanadas, café y agua dulce (negra, con crema o con leche Pinito) y, por supuesto, cajetas.
Ahora está a solo 700 metros del centro. Y aquí, es casi obligación visitar y admirar el templo colonial y su museo. ¿Qué queda por hacer?, puede seguir el camino y darle la vuelta al valle para salir por la represa de Cachí, o bien devolverse por donde llegó y seguir disfrutando de las escenas que aparecen a ambos lados del camino.
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Las oropéndolas montezuma y sus llamativos nidos colgantes reciben a los visitantes antes de ingresar a la llanura. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
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Pero antes puede visitar al puente hamaca, que está a solo 500 metros al este de la plaza, y que comunica a la comunidad con La Alegría. Si se anima puede cruzarlo y desde ahí disfrutar el refrescante panorama que ofrece, más de cerca, el paso del río Grande de Orosi.
El reto ahora será calcular cuánto tiempo pasará antes de que decida regresar al valle que atrae y encanta por sus bellezas naturales.
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“Gracias a Dios poco a poco estamos volviendo a la normalidad”, dijo Edwin Zúniga mientras asaba unos elotes, a la orilla del camino, para unos turistas. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
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Ahora hasta el Puente Negro, donde termina el descenso y empieza la llanura, tiene color. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
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El puente colgante sobre el río Grande de Orosi, otro atractivo para quienes llegan de visita al Valle. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
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El azul del cielo se refleja en las mansas aguas del río Grande de Orosi, en época seca, que más adelante se unirá con otros para formar el Reventazón. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
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Otra estampa. Las viudas se posaron en la cúpula del templo San José de Orosi y disfrutaron del sol matutino. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)