El 'moscow mule' de Buchón privilegia la frescura: la cerveza de jengibre artesanal, buen vodka, hierbabuena y hielo dentro de las tazas especiales de diseño. Foto: John Durán. (JOHN DURAN)
Decir “vodka” tiene el seductor regusto de las más bravas consonantes rusas. Pero no fueron los rusos quienes crearon el coctel que terminó bautizado –como un guiño a su ingrediente alcohólico– moscow mule (literalmente mula moscovita).
En el viejo continente, el vodka se toma puro, enfriado pero nunca con hielo, hasta acabar con la botella. Beberlo requiere compromiso y un hígado de acero o, aún mejor, de ascendencia eslava.
En realidad, el destilado que se ve como el agua y golpea la garganta como el fuego no es un ingrediente popular en la coctelería. Los rusos y los polacos –quienes comparten un pleito histórico sobre su país de origen – lo saben mejor que nadie desde hace siglos: el vodka solo es amistoso con más vodka.
“En el mundo de la mixología, los mixólogos no usan vodka”, dice Liz Furlong quien chinea al moscow mule como uno de los tres cocteles más populares de su bar Bebedero –ubicado en el edificio Steinvorth en el centro de San José–.
“El vodka es un licor muy neutral entonces hay realmente dos cocteles en los que se usa y son aceptables: el bloody mary y el moscow mule. Y si pensamos en esas dos cosas, llevan frutas o una liga que es muy potente para que ni se den cuenta que está ahí”, explica la mixóloga.
Tan solo un kilómetro al sureste de Bebedero, la cantina Buchón también prepara el trago con ingredientes similares: buen vodka, una cerveza de jengibre amorosamente seleccionada y una hierba fresca.
“El moscow mule ha estado en los menús de los bares toda la vida. Es un coctel súper viejo, viejo en el sentido de que era de la onda de los ‘tiki bars’ y ahora, de alguna manera, está volviendo a estar de moda”, asegura el dueño de Buchón, Luis Protti.
Tanto Furlong como Protti reconocen que los amantes del trago aprecian su frescura. El vodka aporta apenas el contenido alcohólico –o sea, aunque sepa ligero como un refresco, igual es un trago fuerte en exceso– y la efervescencia picante de la cerveza de jengibre es la joya auténtica de su preparación.
Como no ocurre con el vodka puro, el moscow mule se sirve con hielo y dentro de una taza especial que es, en realidad, el único elemento común que comparten todas las historias de su invención –hasta las más inverosímiles.
Una mula gringa
El dueño de Buchón, Luis Protti, utiliza dos onzas de vodka en cada porción del coctel. Foto: John Durán (JOHN DURAN)
Ahora, la historia del moscow mule más conocida es la de las sobras.
Un bar en Sunset Strip –esa parte glamorosa de Hollywood en la que se dejaban ver las estrellas de cine de antaño– tenía su sótano empantanado con botellas de una marca de vodka en quiebra y cerveza de jengibre.
La marca de vodka no era otra que Smirnoff –la misma que ahora domina el mercado popular del destilado– y el bar uno de los antros más longevos de la realeza hollywoodense, el pub Cock’n Bull –según el periódico Los Angeles Times operó por 50 años, hasta 1987–.
“El bartender Wes Price decía que la bebida fue concebida en algún momento de 1941 en un esfuerzo para deshacerse de productos que no se vendían. Price contaba que el dueño del bar les había impuesto un cargamento de Smirnoff y que las cajas yacían inútiles contra las jarras polvorientas de una cerveza de jengibre que también había comprado con torpe entusiasmo”, publicó The Wall Street Journal en un artículo del 2007.
La famosa jarra de cobre que ahora adorna el trago no era nada menos que el recipiente donde el Cock’n Bull servía cerveza (porque eran tazas baratas y, prácticamente indestructibles).
Así que el primer trago de moscow mule lo degustó el actor Broderick Crawford, tan conocido por sus papeles de villano como por los papelones que montaba en los bares de Hollywood.
De boca en boca, entre celebridades con hígado de acero, la receta básica se fue contagiando con virulencia hasta que la columnista Hedda Hopper lo incluyó en un perfil sobre la vida privada de la actriz Greer Garson.
De Garson dijo que no solo empinaba copiosas tazas de la bebida sino que encima de unas hojas de menta le echaba salsa Worcestershire –en Costa Rica la conocemos mejor como la salsa Lizano y, efectivamente, usarla en un trago así no suena tan apetitoso ni agradable–.
La segunda historia del moscow mule marca su origen en los barrios de migrantes rusos de Manhattan. El mismo dueño del Cock n’ Bull estaba sentado en una mesa con el dueño de la empresa distribuidora de Smirnoff y el jefe de la marca. Entre bocadillo y bocadillo, los tres colegas armaron el coctel pidiéndole los ingredientes al bar de un hotel neoyorquino.
“Pidieron hielo, limas, jarras y el brebaje se unió. Alzaron las copas, los hombres contaron hasta cinco y la probaron. Era bueno. Les levantó el espíritu de la aventura”, escribió el New York Herald Tribune en 1948.
Sin embargo, en todas las historias oficiales siempre falta la versión definitiva sobre por qué las jarritas de cobre se convirtieron en un cuarto ingrediente del moscow mule.
Ni siquiera basta el cuento que dice que Smirnoff intentó salvar la marca con una jarrita especialmente grabada con su logotipo: no hay suficiente evidencia de la leyenda y, para cuando el coctel aparecía en los anuncios de la marca promocionada como el “Smirnoff mule”, la anécdota había dejado de ser necesaria. El trago era moderno y estaba de moda; ya lo pasado, pasado.
Lo viejo es nuevo
El secreto del 'moscow mule' es el sabor de su cerveza de jengibre. Foto: John Durán. (JOHN DURAN)
La popularidad del moscow mule es una historia circular. De tan viejo en Estados Unidos, en Costa Rica ahora parece nuevo otra vez. Y, como beber nunca ha pasado de moda, los más recientes locales josefinos dedicados al buen comer y al buen beber, han adaptado su sabor clásico con pequeños ajustes a la receta universal.
Sus secretos tienen que ver, sobre todo, con la preparación de una cerveza de jengibre que permita saborear el fermento sin abrumar el paladar, que tenga la dosis perfecta de azúcar y que, mantenga la picante efervescencia del jengibre (prohibido usar ginger ale, advierten los bartenders).
“Me recuerda mucho al agua de sapo que es muy popular en el Caribe”, asegura Liz Furlong.
“(En Bebedero) la cerveza de jengibre es casera: ponemos unas hierbas en el proceso de fermento y, también, el coctel está hecho a la medida del gusto de la persona. Siempre tenemos una conversación con el cliente y si quieren algo más frutal, agregamos maracuyá. Si quieren algo más herbal agregamos romero. Así hacemos algo perfecto para el gusto”, afirma la mixóloga.
En Buchón, utilizan la medida de dos onzas de vodka y cuatro de una cerveza de jengibre diseñada exclusivamente por el negocio tico Fox & Hound Probiotics.
“El secreto de un moscow mule está en un buen vodka y en la cerveza de jengibre. El resto son cosas que no varían mucho: soda, limón y hierbabuena”, asegura Luis Protti.
Con una receta tan “sencilla”, Protti se “obsesiona” por los ingredientes.
“Hay gente que entra y dice que quiere este vodka, tantas onzas de esto y tanto de lo otro. Ya saben lo qué quieren. Al menos en Buchón, tenemos la tendencia de quedarnos con preparaciones muy clásicas, pensando en tres o cuatro muy buenos ingredientes. Con eso en mente buscamos una pureza y una muy buena calidad de los ingredientes: sin mezclar demasiado, sin adornar demasiado”, explica Protti.
Para quienes se antojen en casa, son importantes la proporciones pero, sobre todo, una amorosa inversión en vodka –Buchón usa el Stolichnaya como el de la casa–.
“La única regla para el vodka es que si no te lo podés tomar solo no te lo podés tomar en un trago. Punto”, advierte Protti. “Por ser un coctel no significa que tenés que buscar el vodka más barato. Al contrario, los cocteles se ven beneficiados por el tipo de alcohol que usés”, agrega.
Las famosas tacitas que completan el diseño del trago también se pueden conseguir con importadores como Yamuni o Crate and Barrel. Otrora eran de cobre pero ahora las hacen hasta de aluminio –de nuevo, los tiempos han cambiado y ahora la higiene culinaria es aversa a la toxicidad del cobre–.
Es decir, con los ingredientes correctos a mano, lo único que falta es el calor tropical para saborear con más gusto el trago. O, bien, la amena coincidencia de un partido mundialista para brindar con vodka ruso, pero aliñado.
Receta para 10 tragos, por Buchón
11-06-2018 / REVISTA DOMINICAL / fotos de Cocktail Moscow Mule y de Gin Tonic / Fotografía: John Durán (JOHN DURAN)
Ingredientes
-1/2 litro de vodka stolichnaya
-Un litro de cerveza de jengibre
-150 ml de jugo fresco de limón mesino
-100 ml de sirope simple (una mezcla proporcional de agua y azúcar disuelta en temperatura media en la cocina)
-50 gramos de jengibre picado en trozos
-Dos ramas grandes de hierbabuena
-300 ml de agua carbonatada (soda)
-Un limón en rodajas
-Hielo
Preparación
En un pichel grande, agregue el hielo hasta la mitad del pichel. Agregue el vodka, la cerveza de jengibre, el jugo de limón, el sirope simple y mezcle. Agregue el jengibre, las rodajas de limón y la hierbabuena. Finalmente sirva la mezcla en 3/4 del vaso o jarra de su preferencia. Termine colmando cada vaso con soda.