Si hubo un instante en 2013 que reflejó perfectamente la esencia combativa de Rafael Nadal fue en un punto de la final del Abierto de Estados Unidos.
No importa que perdiera ese punto y que hasta sufriera una aparatosa caída.
En el tercer set de esa final contra Novak Djokovic, Nadal parecía estar desbordado ante el asedio de su rival serbio. Estaban set iguales y 4-4 en el parcial.
Para asombro generalizado, Nadal se enredó en sus desplazamientos al fondo de la pista del estadio Arthur Ashe al tratar de devolver una derecha de 'Nole'.
Lo más llamativo de la secuencia, sin embargo, no fue la caída, sino que 'Rafa' en ningún momento le perdió la vista a la pelota, intentando pegarle hasta lo último, arriesgando su humanidad.
Pero cuando se enfrenta al español no hay nada que se pueda dar como resuelto, siempre dispuesto a resistir ante la adversidad. Fue lo que hizo al levantar las tres bolas de quiebre, desmoralizar a Djokovic y así enfilarse a la conquista de su Grand Slam número 13.
En este año el español ganó 75 partidos, perdió 7. Se impuso en 10 finales, sucumbió en cuatro. La del US Open fue una de sus dos coronas en los Grand Slams, incluyendo la octava vez —un récord— que se consagró como campeón del Abierto de Francia.
"Los partidos no sólo se ganan con la raqueta", afirmó. "Los partidos se ganan en los momentos complicados".
Nadal solía ser reconocido como un monstruo en la arcilla. Después de todo, sus primeros cuatro títulos de Grand Slam fueron en Roland Garros.
Ahora es un jugador completo, feroz en cualquier tipo de superficie. Con sus dos títulos en París y Nueva York, Nadal se convirtió en el primer varón que se adjudica al menos uno de esos majors en nueve años consecutivos.
Ni Roger Federer puede presumir de ello.