Al cuentico ese de que en el amor y en la guerra todo se vale, habría que agregar el fútbol, a juzgar por el recurso que empleó Leonardo González, experimentado zaguero del Herediano, para sacar de sus casillas al saprissista Daniel Colindres, en el primer duelo de la final que culminó con el contundente e inobjetable 3 a 0 florense.
A vista y paciencia del árbitro Henry Bejarano y en primer plano por la televisión, González reiteró humillantes cacheteos al rostro de Colindres, quien estuvo a punto de hacerse expulsar, por supuesto, un claro objetivo en la estrategia rojiamarilla, lo que hubiera dejado a los tibaseños sin su figura cuando apenas terminaba el primer tiempo.
“Leo aprovechó cada instante para imponerse, al punto de que al medio tiempo le puso la mano en la cara cuatro veces en menos de 30 segundos al ariete, cuando se encararon. Los compañeros de Colindres tuvieron que apartarlo para que no pasara a más…”, consigna una nota del viernes, firmada por Daniel Jiménez y Cristian Brenes, en la que Claudio Jara, gloria del Herediano, destaca el colmillo de González.
Será que me van a enterrar en cajita blanca, pero yo no encuentro ningún mérito en tal provocación y, mucho menos, si la perpetró un gran jugador, sobrado en facultades técnicas para anular a Colindres, como lo demostró de principio a fin. Una vez más, los futbolistas profesionales, figuras públicas por definición, y referentes de la juventud, incurren en semejantes bajezas, con la permisividad de los árbitros (¡cuán ineptos son, por Dios!), el aplauso de sus parciales y, peor aún, sin recibir sanción alguna. Recordemos el sainete de la semana pasada entre los de Tibás y los del Pirro. Ante los inminentes castigos a piezas vitales de sus elencos, “se disculparon”, retiraron las respectivas acusaciones y aquí nunca pasó nada. ¡Viva la Pepa!
Mañana culminará el campeonato. Dada la ventaja de tres goles, probablemente será Herediano el nuevo monarca. De cualquier modo, sea Herediano, o Saprissa, el ganador de la serie, ojalá que la contienda transcurra de conformidad con los sagrados principios del deporte. ¿Será mucho pedir?