Soy consumidor de radio, de la buena televisión y del periódico de papel, pues la versión digital me dobla sobre el celular, en perjuicio de mis cervicales, o me confina a la computadora. Y, por interesante que sea la lectura, revisar el diario en una pantalla, es como trabajar. Nada como desplegar La Nación en la mesa del desayuno. Con el aroma del café, huevitos fritos, pan con mantequilla, el olor cada día inédito de las páginas y la lectura sin sobresaltos, para mí, un gratificante placer cotidiano.
Pero decía de la radio. Resulta que el lunes en la noche, mientras lavaba los trastos después de la cena, sintonicé una chispeante conversación entre los periodistas de radio Monumental, Alex Masón y Guillermo Antonio Ulate con Juan Diego Chino Madrigal, defensa derecho del Santos de Guápiles, a quien entrevistaron por la vía telefónica.
Sencillo pero claro, comedido y sincero, me llamó la atención la facilidad de expresión de este muchacho de origen humilde. ESencillo pero claro, comedido y sincero, me llamó la atención la facilidad de expresión de este muchacho de origen humilde.s una persona que honra a su madre y prodiga afán y afecto a sus seres cercanos. El Chino Madrigal relató sus inicios en las ligas menores de Brujas. A distancia de los años, guarda un sentimiento de gratitud hacia Minor Vargas —hoy en desgracia— por el trato que este siempre le dispensó y porque los viáticos que de niño recibía en las prácticas, le servían para ayudar a doña Carmen, su mamá, a la sazón servidora doméstica.
En un rápido recuento de su trayectoria, Madrigal recordó cómo fue descartado por Jeaustin Campos en dos ocasiones, primero del Saprissa y después del Cartaginés. Sin embargo, no le guarda rencor e incluso reveló que le agradaría tomarse un cafecito con Campos para hablar de fútbol, el tema que los identifica.
Buen hijo, buen padre, buen amigo, buen compañero y, claro está, un excelente jugador, la imagen de Juan Diego Madrigal no suele ocupar portadas en diarios ni revistas. Por eso me refiero aquí a esa entrevista, para reafirmar que además de las estrellas y de los legionarios, muchas figuras de nuestro fútbol merecen atención y respeto del público. Si en la intimidad de los vestuarios brillan los líderes, también suma el callado pero efectivo aporte de los peones del silencio, como el Chino Madrigal, un joven alegre, siempre leal, siempre auténtico.