Decir que nuestro fútbol regresó al paleolítico —la edad de piedra— es insultar a los cavernícolas que recorrieron los caminos de la tierra hace dos millones de años. Porque estos pacíficos homínidos usaban la piedra para moler granos, macerar la carne y cazar mamuts. No la empleaban a guisa de proyectil, para agredirse unos a otros. Nosotros hemos involucionado a una era pre-paleolítica.
Las barras belicosas son el producto de los siguientes factores: 1-la miseria extrema; 2-la consecuente marginación social de los grupos más menesterosos; 3-el acceso fácil al alcohol, las drogas y las armas (¡y recordemos que arma puede ser casi cualquier cosa!); 4-las políticas educativas del país, que han fracasado en inculcar a los estudiantes el primerísimo de los valores: el respeto a la integridad psico-física del otro; 5-venenos ideológicos como el racismo, la xenofobia o el sexismo; 6-ese tipo de vago malestar social generalizado, no correctamente formulado, de los ciudadanos con sus gobernantes: ello genera ira, y esa ira estalla en espacios acotados, como los estadios. El ciudadano se siente estafado, cree que le han tomado el pelo, o se da por directamente agredido.
Después de décadas de acumular este tipo de sentimientos, las barras bravas brotarán como un fenómeno sintomático de malestares mucho más profundos que la sanción o no sanción de un penal. Su efecto puede ser maremótico, y no es mucho lo que las fuerzas de seguridad pueden hacer, cuando una marejada de aficionados aplasta y asfixia a la otra contra una de las paredes del estadio. La policía tiende a ser eficaz afuera, pero no tanto en las grescas intra muros.
La imagen del rufián que aplasta la cabeza del aficionado caído, con una piedra lanzada con toda la fuerza de su brazo… la roca que cae sobre el rostro expuesto de la víctima… es un trauma colectivo del que jamás nos repondremos. Una visión infernal, algo que reemergerá en las más crispantes de nuestras pesadillas. Nuestra Fuerza Pública fue lenta, dubitativa y descoordinada. Pese al “blablá”, no veo tampoco que nuestros equipos estén realmente comprometidos con la erradicación de las barras. Fútbol para criminales, asesinos, sádicos y dementes. No quiero tener nada que ver con esta porquería.