El flamante campeón tico resignó la gloria esquiva de Concacaf con un 3-0 ante Tigres, que pudo ser otra goleada escandalosa en suelo azteca si De Lemos no lo impide.
El equipo que otrora forjó una leyenda con banda sonora al son de “Ninguno pudo con él…” por su facilidad para bajar a equipos de fuste, volvió a quedar en deuda en el gran escenario.
Está bien perder por todo lo que rodea a la liga azteca, desde su desarrollo e infraestructura hasta los salarios rocambolescos de sus futbolistas, pero Herediano tiene mucho más de lo que mostró la noche del martes.
Entonces la pregunta es: ¿se perdió por razones estrictamente futbolísticas o aquel fantasma de antaño que creíamos superado, de achicarnos ante los mexicanos, volvió a asustarnos?
Y ya en un plano más particular, ¿por qué un equipo que le da vuelta a un partido bravo como el del sábado ante Saprissa y retoma en forma merecida el liderato, tres días después es una sombra?
¿Cómo es posible que uno de los centrales de nuestra Selección, como Acosta, se vea tan mal, desbordado en un pique corto por un rival y a la desesperada?
¿Por qué Azofeifa no tuvo el corte y pegada de otros partidos, su influencia en el encuentro ni el tino para lanzar en corto o en profundidad a sus compañeros, con esos pases-gol que por lo general descarga con su derecha?
Herediano es nuestro campeón, nuestro representante, un grande que ha sido coherente con su historia, que ha intentado jugar bien siempre, que enlista en sus filas a jugadores de buen pie, entonces, ¿por qué redondea una actuación tan gris, en donde ni siquiera se mostró como un equipo de medianía? De quién es la culpa: ¿del técnico o de los jugadores?
La resignación franciscana de Medford en el encuentro con la prensa pospartido, vino antecedida por un verbo mesurado que gambeteó la confrontación y polémica de otras jornadas, apenas el equipo llegó para el duelo. ¿Hernán intuía que esto terminaría así?
Herediano tiene que levantar cabeza en el gran escenario, porque en casa va a seguir enlistando títulos, y la gente que lo ama y es incondicional se merece que el cetro de Concacaf deje de ser una utopía. Y los que no quieran darle esa grandeza, ya conocen el camino.