Un equipo despide a su capitán, con el cual renovó contrato por dos años hace mes y medio. Otro club despide a su preparador físico con el argumento de que el nuevo técnico trae a su propio profesional en ese campo, pero por otra parte ese mismo plantel afirma que aún no ha contratado su nuevo timonel.
Son dos casos que ilustran nuestro futbol, lleno de caos y contradicciones, en el cual las improvisaciones y las ocurrencias son moneda de uso corriente.
En la primera situación, Herediano anuncia con bombos y platillos que su referente, Roberth Arias, seguirá vestido de rojiamarillo por dos años más. La feligresía florense se alegra porque Arias ha jugado solo con ese equipo y se le considera un símbolo.
Pero luego, al calor de la eliminación del torneo de Verano, alguien se llena de rabia y lo despide. Y lo peor, sin nombrarlo, lo involucra en actos de indisciplina “con licor y mujeres”.
Como se dice en el beisbol, Herediano fue pillado entre primera y segunda, pues si es cierto que sabían que Roberth andaba en malos pasos desde hace mucho tiempo, según el gerente Cristian González, ¿para qué le renovaron el contrato por dos años?
Saprissa despidió a Marcelo Tulbovitz , una voz autorizada a la hora de llamar la orden, jugar con energía y dar la “milla extra” en el club morado. Pero la justificación es incomprensible. O Saprissa miente al sostener que su destitución se debe a que el nuevo estratega morado así lo pidió, o miente al sostener que aún no ha definido su nuevo timonel.
Dudas. Ante este panorama poco prometedor, uno se pregunta si en nuestro futbol todo está tan mal.
Si la respuesta es afirmativa, ¿cómo explicar algunos hitos de este deporte, en especial, en los últimos años?
Por que no podemos negar que los hay. El tercer lugar de Saprissa en el Mundial de Clubes, el cuarto puesto de la Selección Sub-20 en el Mundial Sub-20, la clasificación dos veces seguidas a los Mundiales mayores del 2002 y del 2006.
En el primero, la Tricolor se clasificó con dos fechas de antelación, como líder solitario y con aquel brillante “Aztecazo”.
También se puede apuntar el excelente papel que cumplieron nuestros seleccionados en el Mundial de Italia 90.
Sería miope no reconocer estos logros, pero uno se desilusiona cuando suceden casos como los de Arias y Tulbovitz.
O la insensatez de jugar cada temporada con 56 jornadas, las cuales no caben en un año. La Selección Nacional y los equipos que participen con el torneo de la Concacaf lo van a resentir.
Así, solo podemos llegar a una conclusión: nuestro futbol es una fábula tonta, en la que la carreta se pone delante de los bueyes.