¿Cómo hacemos si aquí no hay nieve? Tampoco uruguayos que nos llamen “Costa Pobre”. Ni pita Aguilar Chicas en el campeonato. Para peores, no tenemos un David Faitelson que nos grite en la cara que somos unos enanitos a la par del América o el “Tri”, los gigantes de la CONCACAF.
Necesitamos que las nevadas, las descalificaciones, los Balotellis ignorando ticos, los periodistas internacionales riéndose, sean los motores que enciendan el orgullo, el compromiso y las ganas de vencer a Goliat.
Al contrario, sin serlo, nos creemos los argentinos del futbol centroamericano, el que exporta los mejores futbolistas –incomprendidos pero buenos–, el matagigantes, etc, etc. Y cuando vamos a un reto sacando pecho, siempre terminamos haciendo el “papelón” y con la excusa perfecta: “Es que nos relajamos” o “Todos nos jugaron a muerte”.
Nos sienta bien el traje de Cenicienta, ignorados, ultrajados por la crítica experta, por los rivales, atormentados por la nieve, por el árbitro, portando los uniformes más feos. Nos encanta el papel de víctimas, de oprimidos por la FIFA, la Comisión de Arbitraje y todos los demonios del futbol.
Ocurre en casa y afuera. Hay equipos locales que tienen su momento de gloria ante los grandes. El resto se dedican a jugarlo con bola cuadrada. Duran 6 partidos para recuperarse del esfuerzo y el coraje que emplearon para enfrentar al Monstruo, al León o al Tigre.
Condenados al ridículo por apostadores y especialistas, fuimos la sorpresa en Italia 90 y el verdugo de los campeones en Brasil 2014, pero no llegamos ni a mascota en los otros dos Mundiales pese a tener todo para pasar de ronda. El último capítulo fue el de Heredia: pisó el Azteca alardeando por su categórico gane en casa y terminó devorado por su propio triunfalismo.
La única lluvia de granizo que puede cambiar para siempre el balompié tico sería una nevada mental, que enfríe las calenturas de un futbol emocional, dé la frescura de niños y jóvenes bien formados y vacunados contra gripes, escalofríos y virus provocados por los episodios de la nieve y los forme a prueba de luces, aplausos y reflectores.