Sabrá Dios cuál bichillo picó a Marvin Angulo que lo llevó a descargar su resentimiento acumulado contra el técnico Wálter Centeno y anteriores estrategas del Saprissa porque, según afirmó, estos se han servido de sus facultades futbolísticas “en cancha” (como dicen ahora) sólo cuando la situación está peliaguda, mientras que, en circunstancias más cómodas, lo han relegado a la suplencia. Después del empate morado del miércoles contra Pérez Zeledón, el mediocampista desgranó ante la prensa su rosario de quejas, no sin antes aclarar, eso sí, que no es amigo de polemizar. ¡Plop!
Difícil comprender y justificar su diatriba, sobre todo porque se dio cuando había transcurrido suficiente tiempo tras el pitazo final. O sea, no ocurrió que se desbocó “en caliente”. Sin negarle al muchacho su exquisita técnica y su punto de mira en los tiros libres, reconociéndole también su deseo de jugar, propio de un deportista de sangre, Marvin la voló al divulgar a los cuatro vientos una inconformidad que debió plantear a lo interno. “Con el paso del tiempo y la trayectoria que tengo, puedo decir que si uno se enoja, pierde. No pierden los compañeros ni el entrenador…”, expresó Angulo. Craso error de procedimiento. Salta a la vista que sus palabras al aire atentaron contra él mismo, contra sus compañeros y contra la intimidad del plantel, al romper lo que podemos denominar códigos de camerino.
No hay vuelta de hoja. En el fútbol de aquí, allá y acullá, manda el director técnico. Es el timonel quien decide y asume la responsabilidad por la conformación del plantel, se equivoque o no. En esta situación, hasta cierto punto insólita, es un hecho que sus declaraciones desestabilizaron el clima laboral del Saprissa. Agrego que, si bien le asiste el derecho de quejarse por lo que considera una injusticia, se infiere también su falta de compañerismo hacia el colega que ocupa su posición en la nómina estelar. Ahora bien, tampoco hay que sorprenderse muchísimo. “Esto es fútbol” (como también dicen ahora). Sin embargo, alguien debería asesorar a estos chicos y evitar que le zafen la tabla al entrenador, en plena competición.