Redacción
"Cuando veo los partidos de Primera, de Segunda, y hasta del Real Madrid, me encuentro a un muchacho que vivió en mi casa", cuenta con orgullo doña Luz María Zúñiga, la madre postiza de casi 80 jugadores de zonas rurales que se alojaron en su hogar en Hatillo 2, cuando Saprissa los reclutaba para jugar en sus equipos menores.
Por su hogar pasaron Keylor Navas, Deyver Vega, Juan Bustos Golobio, Danny Carvajal, Luis Torres, Douglas Forvis y muchos otros futbolistas que hoy refuerzan los equipos de la división de honor y militan en el extranjero.
Keylor aún vivía ahí cuando lo llevaron al Mundial de Clubes de Japón en el 2005. Durante cinco años compartió con doña Luz y su familia, con quienes creó un lazo muy fuerte.
"Era como uno más en la casa. Recuerdo que cuando se acercaba un jugador nuevo a la mesa, le decía, 'este es mi puesto, aquí nadie se puede sentar'. También le gustaba ponerle apodos a todo el que llegara, ¡viera qué tremendo que era!", rememora entre risas la señora.
Todo comenzó cuando su hijo, el entrenador Edson Soto, le pidió como favor que le diera posada a dos muchachos que no tenían cómo devolverse a sus casas en Guanacaste y los necesitaba en el plantel.
Esos primeros jóvenes durmieron en el sofa de la sala, hasta que el entonces director de ligas menores, Enrique Rivers, le pidió que los alojara a tiempo completo, a cambio de una remuneración mínima de ¢10.000, que muchas veces no le alcanzó para cubrir la alimentación y mucho menos la lavada.
Según el convenio con los morados, no tenía que lavarles la ropa, pero con el paso del tiempo se empezó a encariñar con los juveniles hasta el punto de que lo incluía sin ningún costo dentro de la manutención.
Durante casi 14 años, doña Luz alojó a los jóvenes, una experiencia que guarda en el corazón.
Los muchachos la hicieron sentir tal compromiso que muchas veces se levantaba temprano a prepararles el desayuno para que pudieran asistir a los entrenamientos con el estómago lleno.
Con Deyver, por ejemplo, se apegó tanto que después de ser ascendido al primer equipo e independizarse, pasaba regularmente a su casa y la invitaba a tomarse un café o a almorzar.
Un caso similar al de Golobio, a quien trató de apoyar siempre, sobre todo cuando su madre falleció siendo apenas un adolescente que venía desde Cartagena, Guanacaste.
"Yo les decía: 'si usted entró a mi casa, ya es parte de mi familia'. Me gustaba mucho darles consejos, estar pendientes de cómo se sentían. Uno los llega a querer mucho, al punto de que si ahorita salen informaciones negativas de ellos, me siento triste y si les va bien, me pongo muy contenta", agregó doña Luz.
Los inicios. Como Saprissa recién había cerrado la casa club cerca del estadio, una enorme edificación que supuestamente serviría para hospedar a las mejores promesas de zonas alejadas a la capital, se les ocurrió la idea de buscar a señoras que estuvieran dispuestas a abrirle un espacio en su casa.
La iniciativa tenía muchas ventajas. Primero, el convivir con una familia los obligaba a cumplir ciertas reglas, como la hora de llegada a la casa y mantener una buena alimentación, además tenía un costo bajo para el club.
Si alguno se portaba mal, Edson Soto se encargaba de hablar con los jóvenes para que se alinearan, pues era difícil que consiguieran un sitio que le diera todas estas condiciones a un precio bajo.
"Siempre fueron muy apegados y casi nunca tuve problemas. Ellos sabían que tenían que comportarse, era injusto que me hicieran una chanchada cuando sabían que había meses que ni me pagaban", comentó doña Luz.
Proyecto a la vista. En la actualidad, el gerente manudo, Víctor Badilla planea incorporar en los planes para el semestre venidero un proyecto similar, pero con un presupuesto asignado y una metodología basada en lo que observó cuando conoció el trabajo desarrollado por el AZ Alkmaar de Holanda.
Allá se le llama madres de alquiler y pretende que las familias reciban un ingreso por mantener a un joven prospecto en sus casas, cumpliendo ciertas reglas y concentrado en su preparación.
Badilla considera que las ventajas son muy grandes, pero es necesario tener un trabajador social que verifique que el lugar en el que se instalará a los prospectos sea sano y estable.
De esta manera se le sacará más provecho al reclutamiento de las promesas de las zonas alejadas, que en este momento no tienen un sitio dónde hospedarse para meterse de lleno en el equipo.
"La pregunta que nos hacíamos era, ¿qué pasa con los jugadores que vienen de largo? Y la mejor solución es esta. Van a tener algo parecido a su hogar, con reglas y tienen con quién compartir y hablar", explicó Badilla.