Comprendo que el fanático no encuentre la diferencia entre los argumentos emocionales y los racionales, especialmente cuando su equipo tropezó (otra vez) en una fase final, desangrado por un adversario lúcido en su juego y superior en todo.
El objetivo de esta columna es desenredar desde un ángulo menos ‘radical’ la telaraña en que se metió Alajuelense frente a Herediano para, al fin de cuentas, comprender que, esta vez, la Liga despertó los fantasmas de las maneras más lógicas posibles.
Por el contrario, el Team se valió de recursos tan prácticos como eficientes, producto de un equipo que ya estaba construido para jugar como lo hizo frente a la Liga, pero que pagó muy caro sus desaciertos frente a la red durante la etapa regular.
Voy a enumerar tres principios básicos que la Liga ya debía saber con antelación y que, por lo visto, los olvidó por completo durante el juego:
1. A Elías Aguilar no se le puede soltar. Hay que presionarlo con intensidad, dobletearlo y, en especial, hacerlo sentir incómodo y sin espacios. Si es acompañado por Luis Ronaldo Araya aún más, pues se incrementa la profundidad rojiamarilla.
La Liga hizo justamente lo contrario. Liberado y con espacios (con una estrategia del cuerpo técnico rojiamarillo muy eficiente para generarle ‘huecos’ en ataque), Aguilar transitó sin enormes complicaciones a la espalda de los volantes manudos.
No hubo respuesta de Andrés Carevic, tímido en sus decisiones y quizás impactado por la falta de ‘bríos’ de los volantes para soportar la presión, ganar los duelos individuales y, especialmente, para controlar a los creativos de Herediano.
2. También con antelación, Alajuelense conocía la posibilidad de quedar envuelto en una situación adversa. Es decir, debió anticipar cómo reaccionaría el equipo en lo táctico si el rival se ponía arriba en el marcador y tenía que reordenarse para dejar viva la serie.
Había decenas de escenarios posibles para modificar la historia. Es decir, para evitar al menos el 3 por 0 y buscar un cambio de ruta en el juego de vuelta, ante los acontecimientos evidentes que reflejaban una grandísima noche para el Herediano.
Curiosamente, Andrés Carevic exhibió su peor versión. Ningún cambio hizo diferencia en la segunda etapa y la salida de Carlos Mora disminuyó aún más las preocupaciones de Herediano en defensa.
Sustituir a Mora fue como darle vía a libre al tigre florense, que ya por sí había controlado a Joel Campbell a través del pressing de Orlando Galo y Allan Cruz.
Por momentos, el equipo parecía desintegrado, sin ideas y debilitado, como si el trabajo de los últimos meses no hubiera existido. Frágil en lo táctico, pálido en lo individual.
3. Por último, por los antecedentes cercanos en la Liga también debieron prever (cosa obvia) que el equipo podía recibir un ‘mazazo’ mental si era superado rápidamente en el marcador. ¿Quién despierta de este ‘letargo’ a los futbolistas?
No lo hizo nadie.
En el bache cayeron hasta los más pintados, ‘asustados’ por los fantasmas que ellos mismos (y el gran trabajo de Herediano) despertaron a través de sus malas decisiones, algunas lógicas y que, probablemente, se pudieron prevenir.
Me sorprende mucho que ese espíritu de lucha que debe prevalecer ante la adversidad se apague de un momento a otro. Sin que se dé un cambio real de marcha.
Muchos culparán a Andrés Carevic por esta derrota (sin duda tiene responsabilidad), pero está claro que si la Liga no logra una remontada histórica en la vuelta, tendrá que evaluar quiénes son capaces en la planilla de espantar a los fantasmas en lugar de despertarlos, y no solamente dejarse llevar por el talento y la calidad individual.