Ariel Rodríguez no es representante del fútbol arte. No deleita con gambetas, jamás hará un gol a lo Mambo Núñez, desparramando rivales con gambeta para acá y gambeta para allá, hasta quedar de cara al portero, para “cucharearle” la pelota con maestría. Tampoco lo veremos frecuentemente encarar al guardameta y dejarlo tendido en una mezcla de finta y regate; él preferirá el disparo antes de que el ángulo esté cerrado.
Ariel Rodríguez es representante del fútbol efectivo.
Está a un gol de romper el récord de anotaciones en un torneo corto y difícilmente alguien pueda impedírselo. Está inspirado, Saprissa también y con toda seguridad lo veremos en semifinales. Lo logrará. Entonces, hablaremos de él, aparecerá en portada, lo llenaremos de elogios, reconoceremos sus virtudes... Será el malo más “bueno” del campeonato nacional.
Aplaudiremos su esfuerzo, esa inagotable tenacidad, la casi clarividencia para saber dónde quedará la pelota suelta, siempre en el momento justo y en el lugar preciso, donde cualquiera la enviaría al fondo. Entonces, ¿por qué no es cualquiera sino siempre él? Porque además de ubicación tiene un potente arranque en corto que le permite llegar de primero.
Si de gustos se tratara, Erick Scott sería mi candidato el título de goleo. Al limonense, exrojinegro, exmorado y exbrumoso, lo conocí en que aquella talentosa sub-20 dirigida por el hoy técnico saprissista Carlos Watson. Su exquisito dominio de balón, el regate en corto y la fina definición, me tentaron a vaticinar que ahí estaba la futura estrella de la Sele Mayor. Jamás llegó a serlo y su carrera anduvo por debajo de mi imaginario, pero su presente temporada me recuerda que no estaba tan equivocado: algo bueno tenía ese negrito que hoy a los 34 años cubre la pelota como pocos.
Ariel le ganará el goleo... Pero es que Ariel no es tan malo.