Como costarricense me es difícil despertarme, abrir las páginas del periódico y no sentirme frustrado. Cada día sale a la luz un nuevo bache en Costa Rica, y quienes se encuentran a cargo no ven ningún problema en ignorar la situación. Las prioridades dejaron de existir. El país se encuentra hoy en manos de unas cuantas personas cuyas decisiones lo han dañado, y, por otra parte, nuestras reacciones nos ponen en el mismo nivel que ellas ¿Qué pasó con la Costa Rica de gente positiva?
Algunos, por ejemplo, nos prometen mejoras en seguridad y en el ambiente, pero, luego, catalogan de “accidente” la muerte del valiente Jairo Mora. Si algún funcionario público fuese victima del narcotráfico, ¿sería esto también un accidente? Por sentido común, si ocurre algo como la muerte de Jairo, ¿no habría que desarrollar un plan de seguridad ambiental en las costas? ¿Hemos visto reacción alguna de nuestros gobernantes?
Por otra parte, mientras miles de costarricenses se despiertan en condiciones precarias, a unos cuantos funcionarios les parece buena idea hacer una inversión de $50 millones en consultarías para evaluar una posible refinería en Costa Rica. ¿Será que, de verdad, se necesita esa cantidad de dinero para entender que no es rentable terminar pagando cuatro veces el costo de construir el proyecto? Estoy seguro de que muchos niños de escuela, por sentido común, no gastarían cuatro para recibir uno. Agregado a esto, ¿qué hace una entidad estatal con $50 millones libres para “invertir” en estos estudios?
Cifras millonarias. Y es que, al parecer, hablar de cifras millonarias está de moda en el país, como cuando a alguien se le ocurrió destinar millones de colones a mejorar la imagen de nuestra presidenta. ¿No es cierto que ese dinero podría emplearse en proyectos de desarrollo e infraestructura, que, al fin y al cabo, sí mejorarían su imagen?
Dícese que, cuando los gobernantes pierden la vergüenza, el pueblo pierde el respeto. Sin embargo, nuestra reacción, por sentido común, no puede ser igual a la de ellos. No ganamos nada haciendo un paro nacional que colapse las vías de nuestro país, y tampoco con disturbios frente a la Asamblea Legislativa, que, al fin y al cabo, tienen la misma efectividad que la de ese poder de la República: cero. Por sentido común, seamos diferentes.
Busquemos, pues, una actitud positiva y transmitámosla a nuestro diario vivir. Tratemos de eliminar ese constante pesimismo y desinterés político que está caracterizando a nuestra generación, y cambiémoslo por proactividad, eso que no se ve en el Gobierno. Si nos molesta la basura en nuestras calles, empecemos por limpiar nuestros barrios. Démosles la mano a quienes más lo necesitan, y no solo en términos económicos, pues, a veces, dedicar tiempo tiene una importancia mucho mayor.
Cambio de actitud. omos nosotros los que debemos cambiar esos titulares de los periódicos y noticieros por encabezamientos que nos recuerden por qué estamos orgullosos de ser ticos. Volvamos a esa sensibilidad que nos caracteriza a los costarricenses, ese amor por nuestro país y nuestra esencia. Volvamos a ese sentido común que nos ha ayudado a construir un país donde tal vez no tengamos el mejor gobierno del mundo, pero sí a la mejor gente. Esa gente que se preocupa por sus amigos, su familia, su comunidad, su país. Esa gente buena, con sentido común.