Se avecinan las elecciones presidenciales. Para la mayoría de nosotros, el panorama es desalentador, y probablemente en su cabeza esté rondando la idea de darle su voto a quien porte aquella célebre etiqueta, una oda a la mediocridad, acuñada por Luis Fishman en la campaña del 2010: el menos malo. Pero ¿qué tal si usted vota por el mejor?
Le propongo votar por un candidato que no está en la papeleta, pero es el único capaz de hacer lo que usted quiere que haga el presidente: cuidar y mejorar su vida y la de sus seres queridos.
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Es el único candidato a quien usted puede pedir cuentas y hacer directamente responsable del resultado de sus decisiones, y es el único que no puede mentirle ni engañarle. Es usted.
Para orientar mejor su decisión, quiero ofrecerle algunas sugerencias para un plan de gobierno digno de un candidato merecedor de la victoria. En materia económica, gaste lo que tiene y no más. No use el dinero que no tiene para comprar las cosas que no necesita. Ahorre y siempre tenga dinero para emergencias. No asuma compromisos incumplibles y no arriesgue su patrimonio. Si debe endeudarse, hágalo por una buena razón y busque las condiciones apropiadas para no terminar ahogado por los pagos. Planifique para el futuro.
En materia fiscal, pague sus impuestos. Es así de sencillo, pero requiere una buena cuota de honestidad, esa cualidad que casi automáticamente descartamos en los aspirantes a presidente de la República.
Si usted es un profesional liberal, es su responsabilidad facturar absolutamente todos los servicios vendidos, y también reportar como gastos únicamente aquellos autorizados por la Dirección General de Tributación, cuya labor también es orientarle al respecto. Acuda a ellos si tiene dudas sobre cómo declarar. Incluso si es asalariado, olvídese para siempre de la espuria pregunta “¿con factura o sin factura?”, un eufemismo para decir: “¿Sin robarle al país o robándole?”.
Hacer más. En educación, involúcrese en el proceso formativo de sus hijos. Exija calidad, pero haga su parte. La educación de sus hijos es una responsabilidad que usted comparte con el sistema educativo. Y piense en la educación como un proceso integral, que va muchísimo más allá de aprender a leer, escribir, sumar y restar.
Sea un padre ejemplar para sus hijos. Nada puede salir mal con sus hijos si usted hace su mejor esfuerzo por ser un buen ciudadano. Y si se trata de su propia educación, prepárese a conciencia, sin buscar atajos y estudie lo que le apasiona y no lo que mejor paga.
En transporte, busque una alternativa al vehículo para uso cotidiano. Sea creativo y no pierda de vista que en su auto usted no está en la presa: usted es la presa. Pero si debe conducir, hágalo de forma responsable y solidaria. Ceda para que le cedan el paso; no obstruya para que no le obstruyan. Deje pasar al bus, pues lleva 60 personas y por eso debe ir primero.
En ambiente, sea un consumidor responsable. Reduzca sus residuos, modere la frecuencia y cantidad de cosas que compra y recicle lo que quede. Revise sus hábitos de consumo y busque alternativas más sostenibles.
Con acciones como estas, que no requieren más que disciplina y sentido común, usted no solo tendrá orden y equilibrio en su vida, sino que, en última instancia, influirá positivamente en la vida de todos los demás; del país entero. ¿Acaso no es eso lo que esperamos del presidente? Además, un país lo construyen y mejoran sus ciudadanos. No usemos a los servidores públicos como chivos expiatorios para ignorar nuestras propias deficiencias.
A menos de un mes de las elecciones, cada votante debería plantearse su propio “plan de gobierno” para los próximos cuatro años, porque solo en la medida en que hagamos nuestro mejor esfuerzo podremos exigir lo mismo a quien gobierne el país.
Cuando se pare frente a esa papeleta el 4 de febrero, asuma el compromiso de actuar con la rectitud y buena fe que esperaría usted del presidente de la República, y mantenga ese compromiso por cuatro años. Y en el 2022, renuévelo en la urna.
El autor es gestor de riesgos.