Aún con la resaca de un mes de la patria desteñido por la huelga, quisiera hacer un llamado a su más íntimo sentimiento de patriotismo y, de una manera respetuosa, pedirles que atiendan la siguiente reflexión:
Nada aportamos al país si contribuimos a polarizarlo más de lo que está. Pareciera existir un conflicto entre el sector privado y el público. Nunca antes recuerdo un momento en que los intercambios de críticas (por no decir otras cosas) entre ambos hayan sido tan fuertes, constantes y cargados de odio. Por un lado, a los funcionarios públicos se nos señala como vagos, vividores, huelguistas; y, por otro lado, acusamos a los de la empresa privada de ser los evasores de impuestos, los ladrones, los ricos, los explotadores.
¿Quién tiene razón? Ninguno y los dos porque hay de todo. A fin de cuentas, no importa quién la tenga.
¿Qué podemos hacer responsablemente como sector público? Informarnos bien antes de expresar un criterio o compartir una noticia relacionada con los trabajadores privados llamándolos despectivamente los “ladrones, evasores, explotadores” porque, si bien es cierto que los hay, no son la mayoría. Más bien, muchos dan un empleo decente a nuestros familiares y les pagan conforme a la ley, o trabajan para gente decente, o si no, están trabajando duro para emprender o mantener negocios propios. Ah, y muchos pagan sus impuestos también.
¿Qué esperaríamos del sector privado? Que no nos metan a todos los empleados públicos en el mismo canasto porque no todos tenemos pensiones de lujo, no todos somos unos vagos, no todos somos corruptos, no todos somos unos acomodados y no todos somos huelguistas.
Más bien, una gran mayoría asumimos el compromiso de ejercer la función con dignidad y honestidad para devolverle al país lo que el Estado nos reconoce en el salario y hasta más. Muchos, también, estuvimos en desacuerdo con la huelga y estamos cansados de la cúpula sindical actual, que tanto ha manchado la imagen de nuestro sector.
¿Por qué invito a la reflexión? El país está acercándose a una situación de crisis económica que puede traer consecuencias nefastas para toda la población: altas tasas de interés, devaluación, despidos, quiebra o desaparición de empresas, conflictos sociales, entre otros males.
Está claro que urgía la aprobación del plan fiscal. Así como también está claro que llegó el momento para que nosotros, como sector público, reconozcamos que algunos beneficios y pluses de los que hemos gozado ya no son sostenibles; a menos que el resto de la población siga sacrificándose para pagarlos. Debemos valorar que estamos en una posición de privilegio al pertenecer a este sector y eso debe servirnos de motivación para trabajar cada vez más por mejorar la eficiencia, la eficacia y la calidad del servicio que les damos a nuestros clientes y patrones: los ciudadanos del país.
Y para el sector privado: es hora de parar la crítica desenfrenada contra los empleados públicos. Si tiene alguna queja o reclamo por alguna mala experiencia, comuníquela con mesura o ponga la denuncia, pero no generalice. Sepa que muchas de sus quejas también las tenemos nosotros, y desde adentro resulta igual o hasta más frustrante.
¡Somos de los mismos! No es bueno para el país seguir perdiendo tiempo valioso defendiendo posiciones extremistas en vez de buscar un terreno equilibrado y común que nos beneficie a todos. Aprovechemos la reforma fiscal para encontrar consensos que nos permitan salir de la grave situación económica y unirnos en vez de separarnos. ¡Hagamos las paces entre sectores! ¡Hagamos patria!
El autor es agrónomo.