El otro día, gracias a la entrañable amistad que por años me ha unido a dos italianos ilustres de Florencia y Turín, asistí en calidad de respetuoso observador al acto inaugural de la Fundación Don Bosco, de la que se espera siga los buenos pasos de su generoso inspirador en la tarea de socorrer a los jóvenes más pobres y descarriados. En su condición de primer presidente de la junta directiva, don Oscar Arias hizo uso de la palabra para referirse a las terribles injusticias sociales que producen la muerte de millones de niños al año, así como la prostitución, trabajos forzados y degradación de muchos millones más. Desde la alta tribuna de su Premio Nobel de la Paz, las palabras de don Oscar nos conmovieron, aunque a mí, por dentro, me recordaron las vibrantes arengas de los socialistas de los años setentas, en especial, las del Dr. Rodrigo Gutiérrez, cuando citaba cifras sacadas de su libro "La Costa Rica que no conocemos".
Hay que reconocerle al Dr. Arias Sánchez el buen tino con que se ha manejado desde que recibió el Nobel de la Paz, en particular, porque ha sabido sumarse a las causas más justas que buscan mejorar la vida en este planeta; en su constante faenar don Oscar ha ido adquiriendo una visión muy completa de los principales problemas de nuestro tiempo. Prueba de ello nos la dio esa mañana, cuando en su exposición, un poco "en passant", mencionó uno de los conceptos políticos más interesantes de nuestros días, que poca gente utiliza entre nosotros.
Refiriéndose al tema que tanto le preocupa de la guerra y la paz, don Oscar calificó a la "seguridad de la humanidad" como el punto cardinal que orienta la política que desarrolla Naciones Unidas, por contraposición a la obsoleta "seguridad nacional" que ha servido a las más poderosas naciones para justificar cuantos atropellos han hecho con su política exterior. La referencia fue tangencial, sin entrar a analizar ningún caso, porque don Oscar estaba haciendo énfasis en otras cosas; sin embargo, por tratarse de un tema que considero de capital importancia para nuestro tiempo, intentaré ampliarlo un poco más.
Por ejemplo, en todo el período conocido como de Guerra Fría, tanto Estados Unidos como la Unión Soviética irrespetaron la soberanía y el derecho más elemental del pueblo a gobernarse, realizando invasiones, derrocando legítimos gobiernos y asesinando dirigentes democráticos, todo para proteger "la seguridad nacional" de sus Estados. Fue así como en nuestro continente los norteamericanos se sintieron autorizados para alentar con armas y dinero la guerra en Nicaragua o bien, invadir Panamá para detener a un general narcotraficante. En este constante afán de proteger la seguridad de su nación, cometieron toda clase de atropellos, destruyendo la democracia que decían defender, como en el caso del derrocamiento del presidente Arbenz en 1954, primer y único gobierno popular que ha tenido Guatemala, interrumpiendo un proceso de democratización en su momento más importante y lanzando a esta nación a más de 40 años de horror, violación de derechos humanos y política anticomunista, que todavía hoy no termina.
Por contraposición a la seguridad nacional, la seguridad humana busca la protección de los derechos de todos los hombres, sin importar a qué nación pertenezcan. Arranca esta protección de la convicción de que hoy es necesario actuar en escala planetaria, si queremos ser eficaces en la solución de los problemas más agobiantes de nuestro tiempo. Para garantizar a los habitantes de Oklahoma, Nueva York o Tokio el que puedan vivir tranquilos, tenemos que plantearnos su seguridad extendiendo la mirada mucho más allá de los límites físicos de su nación, porque hoy como nunca el destino de cada hombre está unido al destino del resto de la humanidad. Y si no que lo digan los franceses que en este momento están sufriendo el azote del terrorismo estimulado por las torpezas políticas de su presidente Chirac.
Una de las ventajas que podemos derivar de la crisis de nuestro tiempo es la de entender mejor la naturaleza que van adquiriendo los principales problemas que enfrentamos: son cada vez más claramente planetarios y solo desde una perspectiva más amplia que la nacional encontrarán solución. Tal es el caso del hambre del Tercer Mundo, las amenazas de guerra nuclear, el narcotráfico o la agresión a la Naturaleza; evidentemente todos ellos sobrepasan la dimensión nacional y únicamente pueden ser enfrentados, con éxito, a nivel planetario. Es por eso que la política de las grandes naciones, las organizaciones internacionales y hasta del Banco Mundial, deriva cada día más hacia la búsqueda de la seguridad de la humanidad, del respeto a los derechos humanos de todos los hombres, y se aleja de la parcial perspectiva de la protección de un grupo nacional, como aconsejar la obsoleta seguridad nacional.
En nuestro país tan dado a lo pequeño puede resultar muy incómodo para un político actuar guiado por una perspectiva planetaria, como lo hace don Oscar Arias desde la altura de su Premio Nobel. Es muy posible que esto le genere una cantidad colosal de envidia, que lleve a muchos a pensar que pierde su tiempo intentando arreglar los problemas de los negritos de Africa o los exyugoslavos. Nadie es profeta en su tierra, pero el día de mañana, cuando los ciudadanos del siglo XXI gocen de una plena conciencia planetaria y la democracia esté asentada en la "seguridad de la humanidad", se le reconocerá a las palabras de don Oscar Arias, toda la significación que tienen.