A finales de julio, visité el Área de Conservación Guanacaste (ACG). Hace cuatro décadas, muchas de las tierras que hoy están protegidas eran fincas ganaderas y agrícolas, y sus ecosistemas estaban amenazados. Sin embargo, la labor iniciada a mediados de la década de los 80 transformó el paisaje.
Un equipo liderado por los académicos Daniel Janzen y Winnie Hallwachs y decenas de especialistas costarricenses compraron tierras subutilizadas y las devolvieron a la naturaleza. El bosque seco se expandió y volvió a conectarse con sus hermanos, el bosque lluvioso y el bosque nuboso, en las montañas de los volcanes Orosi y Rincón de la Vieja. Durante mi visita al ACG vi la transformación radical del lugar.
El éxito del ACG muestra el camino para el presente y el futuro. Suelos degradados, paisajes fragmentados y ecosistemas en peligro precisan una regeneración profunda centrada en cinco erres: revertir, restaurar, regenerar, recuperar y recomenzar.
Esta síntesis, planteada por Christiana Figueres el 17 de junio, cuando Costa Rica fue anfitriona del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, nos muestra el camino, y la publicación la semana pasada del informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático urge una transformación profunda.
La manera como producimos alimentos, energía y materiales deteriora rápidamente la salud del planeta y su capacidad para sostener la vida humana. La degradación de los suelos está profundamente ligada a las crisis climática y de biodiversidad: un millón de especies podrían extinguirse a causa de la desaparición de su hábitat y el mundo encara peores incendios, inundaciones y sequías.
Recién en julio vimos los impactos negativos que tienen un paisaje degradado y un clima alterado. La situación en Turrialba, donde en un día llovió más que en un mes, y la zona norte, donde 2.000 personas se encuentran en albergues debido a inundaciones, es el más reciente y doloroso ejemplo de esta problemática.
Debemos revertir la pérdida de naturaleza y explorar nuevas maneras de satisfacer nuestras necesidades básicas. Es crucial cambiar la lógica y dejar de pensar que son objetivos excluyentes. ¿Cómo se transita el camino de las cinco erres?
Costa Rica tiene experiencia en el primer paso. En las últimas décadas, la tasa de deforestación se revirtió y ahora disfrutamos los efectos positivos que esta decisión tuvo en materia de desarrollo y bienestar para la población. La naturaleza aporta decenas de miles de empleos en turismo y conservación, beneficia la agricultura y da acceso a agua y electricidad.
El segundo paso, restaurar las tierras degradadas, se consigue como hace tres décadas en el ACG. Esto contribuye al desarrollo económico, a la creación de empleo, al aumento de los ingresos y a la seguridad alimentaria.
Con respecto al tercero —regenerar nuestros suelos, agua y aire—, mis abuelos todavía se bañaban en los ríos del Valle Central y mis padres respiraron un aire mucho más limpio que mis hijas. Por tanto, no basta con proteger, la tarea de nuestra generación y las venideras es reparar el daño causado en las pasadas décadas y empezar la regeneración de nuestros ecosistemas. Los suelos erosionados empeoran sequías e inundaciones, pero un proceso regenerativo nos lleva por un mejor camino.
Luego, debemos recuperar la productividad de nuestros ecosistemas y zonas agrícolas. Las prácticas insostenibles nos hacen perder más valor agregado del que ganamos en muchas fincas.
El balance entre rendimientos económicos, integridad ambiental y seguridad alimentaria debe priorizar la capacidad de nuestras tierras para sostenernos en las décadas y siglos venideros.
Debemos retomar nuestra relación con la naturaleza. Hacer un alto en el camino y reconsiderar nuestras prácticas y nuestro estilo de vida; empezar de nuevo poniendo la naturaleza y el bienestar de las personas en el centro del modelo de desarrollo. Solo así tendremos un futuro mejor. Queda poco tiempo.
La autora es ministra de Ambiente y Energía.