De niño aprendí una máxima, la cual he intentado hacer práctica de vida, aunque reconozco que como humano, evidentemente, habré fallado muchas veces.
Esa máxima es “no juzgues a otro hasta que no estés en su lugar”. La incluye el Pirkei Avot y pertenece a una larga cadena de principios del judaísmo, que constituyen parte fundamental de su ética y esta de su esencia como forma de vida. Se complementa y completa con aportes de otras culturas, y hoy constituyen parte de las mejores aspiraciones de la humanidad.
Reconozco que pretender aplicarla a todas las situaciones puede devenir en impracticable e injusta. Pero es una aspiración, una meta superior.
Traigo a colación lo anterior por algunas actuaciones de figuras públicas que he observado en estos días. Por ejemplo, escuché al señor ministro del MOPT, el Lic. Segnini, en un largo diálogo radiofónico, dar explicaciones sobre varios proyectos en manos de su cartera, cuyo trámite “se ha complicado” y, por lo tanto, su ejecución se ha atrasado.
Hombre inteligente y claro en su hablar, sus explicaciones fueron bastante buenas y atendibles. Pero como él mismo aceptó ahí, hace tan solo unos meses, desde otra posición (“político de oposición”), criticaba acremente a los gobernantes y funcionarios de turno que daban explicaciones similares, relacionadas con la complejidad y la lentitud para actuar y llevar a feliz término los proyectos en la Administración Pública. Ni siquiera el beneficio de la duda les otorgó.
Al final del programa (que oí directamente al estar en el país, luego de largo tiempo de residir en el exterior) pidió “que le tengan confianza, que no hay nada oculto, que no hay trinquetes ni ineficiencia” sino que son muchas las consultas trámites, apelaciones, etc., que deben resolverse antes de empezar a picar la tierra para construir una carretera en Costa Rica.
Indicó, enfáticamente, que los costarricenses debemos actuar con más sentido de equipo y confiar en los otros, así las cosas marcharían mejor.
¡Cuánta razón tiene y cuán equivocados están los políticos que han hecho carrera denunciando hoy algo y justificándolo mañana, cuando hablan desde otra tribuna!
Otro ejemplo. Otro caso que me llamó la atención es el del articulista Juan Carlos Hidalgo, en su columna del lunes 7 de setiembre, titulada “¿Fiscalía política?”.
No seré yo quien dilucide si la Fiscalía actúa, a veces o siempre, con criterio político. Esta discusión la he visto en España, en Estados Unidos y seguramente en todos los países, lo cual me lleva a pensar que hay algo más o menos intrínseco al carácter político de esta función y del órgano que la ejerce y su (s) jerarca (s).
Me parece que esto es particularmente cierto en lo referente a la oportunidad, no tanto así en cuanto a la sustancia de los casos. Como toda persona que toma decisiones, los fiscales deben establecer prioridades, pues sus recursos son escasos. Y en ese punto, sus decisiones pueden ser o interpretarse como sesgadas.
De modo que hasta aquí, las afirmaciones de Hidalgo, desde el titular de su artículo hasta la mayor parte de sus argumentos, contienen bastante de verdad, excepto que no reflexiona sobre el porqué de lo que él ve como contradicciones y, por tanto, muestra de politización. (En realidad, es más preocupante la forma en que él lo pone, pues es más “partidización” que politización).
Pero lo realmente grave es cuando atribuye este tipo de actuación “partidista” el hecho de que “al expresidente Calderón se le enjuició (…) pero la Fiscalía desestimó cualquier denuncia contra José María Figueres por una situación similar”.
Hidalgo no es abogado y yo tampoco; pero de todos es conocido el hecho que ambos expresidentes fueron investigados exhaustivamente por asuntos ocurridos varios años después de dejar el poder.
Por tanto, Hidalgo debería saber que esta es la única similitud entre ambos casos. Los elementos fácticos hallados en cada caso (y no juzgo ninguno de ellos pues son demasiado complejos para no abogados) son muy distintos. No por falta de exhaustividad en las investigaciones. Por esta razón, y solo por ella, la Fiscalía acusa en un caso y no en el otro.
Entiendo que Juan Carlos Hidalgo y decenas de miles de personas, por simpatías y antipatías, personales o políticas, habrían deseado un “empate político” en estos dos casos. Por ello repiten verdades a medias, que son entonces mentiras. Pero en derecho, luego de investigaciones exhaustivas, detalladas y objetivas, la Fiscalía no halló hechos por los cuales acusar al expresidente Figueres.
Juan Carlos Hidalgo debería colocarse en la situación de la Fiscalía si quiere pasar un juicio tan riguroso sobre ella. Cuando Hidalgo escribe como articulista fijo en este periódico, en mi opinión está sujeto al mismo rigor de crítica que un funcionario público, y por ello me he permitido estos apuntes.
Ignorancia. Un tercer caso es el de varios diputados (incluso uno de mi partido), que afirmaron en entrevista televisiva que “la Corte Interamericana de Derechos Humanos viola nuestra soberanía al exigir el cumplimiento de una resolución suya”.
Ignoran los señores diputados, y muchas otras personas, que ese “pedacito de soberanía” lo cedió nuestro país, soberanamente (valga la “redundancia” o paradoja), hace años, cuando decidió ser parte de esa Corte. Y en buena hora que lo hizo.
“Razonar” como lo han hecho muchos, de la forma que lo han hecho, para argumentar en favor de una tesis que podemos compartir o no, es gravísimo y falaz, pues mina las bases del sistema de protección de los derechos humanos en nuestro continente. Con ello se abriría una peligrosa caja de Pandora. Grave error de falta de sindéresis.
Felizmente, lo contrario ocurrió con un sencillo, pero significativo artículo del exdiputado Rodrigo Alberto Carazo (“Increíble pero cierto”), quien describe situaciones reales, concretas, cotidianas, en las que simple sindéresis y asunción de responsabilidades propias de sus cargos y un poco de carácter, pueden mejorar muchísimo la atención al público, al habitante de a pie y a todos, en múltiples trámites y tareas. En el sector público y en la empresa privada.
He mezclado estos diferentes casos, porque creo que en el país falta, primordialmente, cambiar la cultura política, más que el sistema político.
Varios buenos ejemplos y actuaciones desde “la cúpula” en diversos ámbitos de la vida nacional, que cambien la mentalidad del “no se puede” por la del sí, junto con sindéresis estricta (redundancia ex profeso) y dejar de sembrar desconfianza y a la vez castigar rigurosamente, conforme a la ley, cuando corresponde, nos empezarán a devolver el país y la sociedad que tan exitosamente construyeron generaciones anteriores.
Costa Rica tiene muchísimo para brindar bienestar y satisfacción profunda a sus hijos. Para avanzar en ello, necesita, urgentemente, sindéresis, congruencia de quienes emiten juicios rotundos sin verse en el espejo. Y mucho valor.
Saúl Weisleder es economista.