La defensa a ultranza de los intereses por parte de los grupos de presión, organizados en sindicatos y gremios influidos por estos, tiene dos componentes principales: insensatez e irracionalidad.
Lo anterior lo evidencia el rechazo a priori de todo razonamiento lógico o análisis de la situación a la cual se enfrentará el país si continuamos por el camino de no someternos a limitaciones en los gastos, especialmente en lo referente a los salarios del gobierno.
Los sindicalistas abogan por el diálogo, pero son inflexibles. O se cumplen sus deseos o hay huelga, con el consecuente resultado de la imposibilidad de una negociación de tipo ganar-ganar.
Por lo que hemos visto hasta el momento, dichos grupos no propician el acercamiento, ni siquiera el caminar la mitad de la distancia que por el desacuerdo los separa de su oponente para que este haga lo mismo; tampoco han demostrado realmente otro “diálogo” que no sea la imposición de sus puntos de vista.
Exigencia desmedida. La intransigencia quedó al descubierto cuando se impuso la destitución del ministro de Educación con argumentos poco fundamentados. Fue una ocurrencia.
El resultado de este triste episodio fue la pérdida de un funcionario que se perfilaba como alguien innovador, capaz de hacer cambios para bien de nuestro maltrecho sistema de educación pública. ¿Sería eso lo que le cobraron? ¿La amenaza de su voluntad de transformación en contraste con la propensión al inmovilismo?
Tales grupos ignoran deliberadamente, porque estoy seguro de que lo saben, que los recursos necesarios para seguir pagando sus crecientes salarios deben salir de alguna parte, y este es el meollo del asunto.
El Estado ya no tiene de dónde obtener más dinero para seguir gastando de la manera como lo venía haciendo. Entonces, o contribuimos todos o nos hundimos todos juntos.
Sacrificio nacional. Las crisis no hacen excepciones y el sacrificio será inmenso. ¿Qué van a decir los líderes sindicales cuando, además de la insolvencia del ciudadano común, las instituciones fundamentales para nuestro bienestar, como la Caja Costarricense de Seguro Social y otras más, no puedan funcionar y finalmente las perdamos?
No los creo tan ingenuos como para creer que una catástrofe financiera, que ya se asoma en el horizonte de nuestro futuro, sea solo un cuento para asustar a los costarricenses con el coco de un desastre que nunca llegará.
Vale recordar, dada la actitud complaciente de algunos diputados, jerarcas y ministros que quieren lograr tristes ventajas electorales dándoles gusto a estos grupos, una frase que decíamos a menudo en mi familia, en Pérez Zeledón: “Le están jalando demasiado el rabo a la ternera”.
Vida sin responsabilidad. Viven en Jauja, pero aquella ciudad, capital peruana en el siglo XVI, antes de Lima, poseía una riqueza real y eran otros tiempos. No es el caso en nuestro país. Ya lo han dicho hasta la saciedad quienes saben de asuntos económicos: estamos mal.
Con su actitud, los grupos defensores de privilegios y los jerarcas que tienen poder de decisión lo que dicen es “¡Que siga la fiesta, los que vienen atrás que se las arreglen!”. Algo así expresó en el siglo XV Juan de la Encina: “Hoy comamos y bebamos, y cantemos y holguemos, que mañana ayunaremos”.
El poeta nos muestra así cuál era la actitud ante la vida de los hombres y las mujeres en ese tiempo: comer y disfrutar mientras se pudiera y después ya se vería.
No debiera ser la actitud de los costarricenses en este ni en ningún momento. Los ideales parecen haberse marchado de la escena de este drama en que han devenido nuestra política y las acciones de no pocos líderes. En El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Sancho es el hombre prosaico por antonomasia.
El expresidente Julio Acosta García, después del abandono de los ideales que significaba una eventual indemnización a quienes habían luchado contra la dictadura de los Tinoco, dijo, entre otras hermosas palabras inmortalizadas en su monumento, que cuando el ideal huye “solo se escucha en el silencio el masticar de las mandíbulas de Sancho, y entre ese ruido misérrimo no pueden levantarse los pilares de la patria”.
El autor es ingeniero.