La controversia sobre la introducción de un modesto nivel de etanol a la gasolina trajo a la luz preocupaciones ya superadas en la práctica corriente en Brasil, así como en el debate técnico y científico internacional. Se plantearon cuestionamientos sobre la posible caída del desempeño de los vehículos y la pérdida de su duración, así como sobre los eventuales efectos del aumento de la producción de biocombustibles en la de alimentos.
Brasil, el mayor productor de etanol de caña de azúcar del mundo, introdujo una mezcla de un 5 % a la gasolina en 1931, aumentada a un rango del 10 % al 15% en la década de 1970 y hoy es el 27,5 %.
El aumento progresivo del porcentaje fue cuidadosamente estudiado, incluso sus posibles efectos en duración y rendimiento en el parque vehicular y en la infraestructura de distribución. Sumando la mezcla obligatoria a la venta del etanol puro directamente al consumidor en las estaciones de servicio, en condiciones de libre mercado, Brasil sustituye en la actualidad un 45 % de su demanda de gasolina.
Estudios refrendados por la Asociación Brasileña de Fabricantes de Vehículos Automotores (Anfavea) demuestran que niveles de 5 % a 10 % de etanol no requieren ninguna modificación en los vehículos y no traen ningún perjuicio a su rendimiento. Por el contrario, elevan naturalmente el octanaje del combustible y aumentan el torque del motor.
En Brasil, toda la flota de vehículos ligeros, ya sea dotada de un motor flex fuel o no, utiliza a diario el 27,5 % de mezcla obligatoria de etanol en la gasolina, sin que aparezcan problemas o desgastes.
Ecoamigable. Estamos hablando de una flota de unos 45 millones de vehículos. Pocos programas en el mundo fueron tan ampliamente probados como ese, en condiciones reales, y además bastante similares a las de Costa Rica en términos de clima y temperatura.
La experiencia brasileña, que ha tomado cuerpo con el Programa Proálcool, en 1975, tuvo al inicio las motivaciones de reducir la dependencia del petróleo y promover el desarrollo y valorización de la producción agrícola. Sabemos hoy que el etanol ha sido también de enorme beneficio para el medioambiente: en 15 años, entre el 2003 y el 2018, fue responsable de evitar el equivalente a la emisión de 480 millones de toneladas de dióxido de carbono, o 40 veces las emisiones anuales totales que Costa Rica produce de ese gas de efecto invernadero.
Brasil está dando un paso más allá hacia el futuro de los biocombustibles: este año comenzó la puesta en operación del Programa RenovaBio, una política innovadora que incentiva a las unidades productoras más eficientes en términos energéticos y ambientales, y establece metas de reducción de la intensidad de carbono de los combustibles líquidos en el sector de transportes como un todo.
En los últimos años comenzó, en escala industrial, la producción del etanol de segunda generación, proceso biotecnológico para aprovechar no solo el caldo (glucosa), sino también la celulosa, permitiendo el aprovechamiento de la paja y del bagazo de la caña en el proceso de producción.
Producción simultánea. En cuanto a las preocupaciones relacionadas con el uso de la tierra para cultivos energéticos y posibles conflictos con la producción de alimentos, la experiencia brasileña también nos trae buenas noticias. En la última década y media, se multiplicó la producción de alimentos y de biocombustibles, al mismo tiempo que la deforestación fue reducida.
En efecto, de acuerdo con los estudios más recientes publicados por organizaciones internacionales del ramo, como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena), es perfectamente posible ampliar el cultivo de biocombustibles juntamente con el de alimentos y con la preservación del medioambiente, siempre y cuando se observen las buenas prácticas agrícolas y de manejo sostenible.
El uso del etanol en larga escala trajo un saldo altamente positivo para Brasil: menos emisiones de carbono para ayudar en la lucha contra el cambio climático, más empleos y generación de valor en el campo por medio de la agroindustria, más calidad del aire en las grandes ciudades, impulso al desarrollo tecnológico, aumento de la seguridad energética y de las opciones para el consumidor.
El autor es embajador de Brasil en Costa Rica.