A raíz de los disturbios durante la época de la lucha por los derechos civiles, el fiscal general de entonces, Robert F. Kennedy, fue invitado a debatir los desafortunados y violentos acontecimientos en una transmisión a unos 70 países.
Kennedy reconoció el racismo ignominioso contra los afroamericanos, pero también suplicó a la audiencia el reconocimiento de los avances del país en proporcionar igualdad de derechos a todos sus ciudadanos y el hecho de que las acciones de una minoría racista no representaban las de la mayoría.
No obstante haber sido los disturbios en Montgomery y Birmingham de suma importancia durante la discusión, las palabras más significativas del fiscal general fueron estas: “No cabe duda de que en los próximos treinta o cuarenta años un negro también podrá alcanzar la misma posición que mi hermano, presidente de los Estados Unidos, ciertamente dentro de ese período”.
Mitología posrracial. Desde la elección de Barack Obama en el 2008, la mayor parte de la población de los Estados Unidos creyó encontrarse en el advenimiento de una era posrracial, y las palabras de Robert Kennedy se consideraron proféticas. Sin embargo, la elección de Obama fue, más bien, una oportunidad para promover la mitología posrracial.
Los Estados Unidos viven una era pos George Floyd, pos James Floyd y pos Sean Monterrosa. Se suma a la lista Rayshard Brooks, asesinado este viernes 12 de junio por un policía en Atlanta.
La policía mató a más de 100 negros desarmados en el 2015, los hombres negros reciben sentencias de prisión 19,1 % más largas que los hombres blancos, los negros son más propensos a ser arrestados por consumo de drogas que los blancos, los pacientes blancos reciben mejor atención médica que el 40 % de los negros y las mujeres negras son 3 o 4 veces más propensas a experimentar muertes relacionadas con el embarazo que las mujeres blancas.
Habría que estar dotado del más frágil sentido común para no ver que la elección de Obama abrió las puertas a una nueva era de subordinación racial en la cual los logros de un grupo selecto de personas afroamericanas excepcionales son utilizados para racionalizar y defender la exclusión de la masa de negros racializados y calificados de desechables.
Podemos ver ahora que la visión de Kennedy de una era posrracial después de una victoria política de un hombre afroamericano era errónea, pues ignoraba la realidad material de la raza como factor fundamental para determinar la dinámica de poder interracial.
El triunfo de Obama no fue una victoria para la igualdad, debido a que lo elogiaron por ser exitoso bajo las normas de las personas blancas.
El hecho de no reconocer la raza como un factor clave durante las elecciones del 2008 solo alivia la conciencia de los blancos porque les da patente de corzo para ignorar el privilegio no ganado que han poseído durante varias décadas.
Desvergonzado intento. La proliferación del mito posrracial ha sido un pobre intento de concluir prematuramente la acalorada discusión sobre la raza y ha cegado a la población de los Estados Unidos de la injusticia que se produce.
Podemos utilizar las palabras de Peggy Mclntosh, autora de White Privilege, para obtener una imagen más clara del racismo estructural en los Estados Unidos: “Me enseñaron a ver el racismo solo en actos individuales de maldad, no en sistemas invisibles que confieren dominio a mi grupo”.
Es innegable que los blancos tienen un estatus más alto que cualquier otro grupo racial en los Estados Unidos y los blancos estadounidenses ignoran el detrimento utilizando gente negra excepcional, porque a los blancos no se les enseña sobre sus privilegios o su papel como opresores.
La mayoría de los blancos proclaman que su vida es moralmente neutral y normativa. Por tanto, el trabajo de los blancos por el bien común es únicamente para el resto de la gente como ellos.
La era pos George Floyd llegó para demostrar que las discusiones raciales siguen en los Estados Unidos y el mundo en general, pues las divisiones motivadas por el color de la piel prevalecen.
En lugar de terminar prematuramente las discusiones raciales, la gente debe avanzar en la toma de conciencia sobre los grupos raciales y el racismo sistemático.
Un requisito para este avance en el discurso es reconocer el privilegio de los blancos para reconstruir los sistemas de poder sobre una base más amplia y dejar de lado la falsa pretensión de una sociedad posrracial que la elección de Obama propició, de lo contrario, el mundo preverá las protestas por la próxima víctima de este ignominioso sistema de dominio, como ya está sucediendo en Atlanta.
El autor es estudiante en la Universidad de Columbia.