La realidad de hoy es que para trabajar no es estrictamente necesario salir de la casa, las familias se diversifican, el manejo de idiomas es indispensable y desde Costa Rica es posible cursar un posgrado en casi cualquier lugar del mundo con solo tener acceso a Internet.
En el 2016, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) diagnosticó que, si bien el país ha hecho esfuerzos en educación, es necesario trabajar en materia de inclusión con miras a aumentar el progreso y la calidad educativa.
El Ministerio de Educación Pública (MEP) se ha puesto como meta poner en práctica en el 2020 una transformación curricular, en la cual el estudiante es el centro, el docente no sea quien transmita el conocimiento, sino quien lo facilita y no se enseñará a memorizar.
El estudiante explorará trece habilidades, distribuidas en cuatro dimensiones, para que en el futuro desarrolle competencias necesarias para enfrentar situaciones. Incluye lo que en el sector laboral privado se conoce como habilidades blandas.
Para el MEP, habilidad se entiende como “capacidad aprendida por la población estudiantil, que utiliza para enfrentar situaciones problemáticas de la vida diaria (…). Trasciende la simple transmisión de conocimiento, lo cual promueve la visión y formación integral de las personas, de cómo apropiarse del conocimiento sistematizado para crear sus propios aprendizajes”. Dicho programa abarca las materias básicas, tanto del ámbito educativo privado como del público.
Otros enfoques. Las pruebas escritas tradicionales perderán fuerza y se fomentará pensamiento sistémico, ciudadanía global y local, resolución de conflictos, responsabilidad personal y social, comunicación, apropiación de tecnologías, entre otras, que irán desarrollándose mediante un hilo conductor, desde los estudios en primera infancia hasta educación diversificada.
Según la Fundamentación Pedagógica de la Transformación Curricular, del 2015, La idea es que, más allá de una nota, las habilidades potencializadas se conviertan en herramientas para la vida. Educar para una nueva ciudadanía.
Beneficios. La transformación propuesta promueve la formación de la persona agente de cambio, por tanto, augura ser una oportunidad de innovación educativa en el país. Si bien existen instituciones pioneras en el fomento de habilidades, como el Complejo Educativo Bilingüe Nueva Esperanza, la idea es que todos los centros educativos incorporen el manejo de habilidades.
Esta trasformación es un paso más para el reconocimiento de derechos humanos, pues la tradicional prueba escrita, además de ejercer presión, excluye diferentes inteligencias humanas.
Para que el cambio tenga repercusión, debe orientarse al estudiante para hacer y practicar con el fin de perfeccionar habilidades que ya como personas poseen, pero no son idénticas en todas.
Otro beneficio es para los docentes porque encontrarán en la Caja de Herramientas (la cual se prevé salga alrededor de la tercera semana de enero del 2020) los planeamientos ya listos para trabajar todas las habilidades; sin embargo, lo que deben hacer es la mediación pedagógica, es decir, aquellas actividades con las cuales van a cautivar la atención del estudiante.
En otras palabras: usarán los programas existentes mediando en las aulas de forma creativa. Para ello, se vale crear nuevos espacios en los salones de clases a fin de facilitar el desarrollo del conocimiento vivencial.
Retos. Todo cambio conlleva tensión. Posiblemente, habrá resistencia en varias vías. El docente es el primero que debe comprender la nueva lógica, en la cual su papel tradicional queda a un lado para fomentar el conocimiento a través de las trece habilidades. Se espera que se emocione al facilitar el proceso en el estudiante.
Es posible también que familiares y profesionales expresen inconveniencia porque anteriores generaciones aprendieron de forma más estructurada, lo cual es comprensible.
Debe reconocerse que es parte de una visión diversa porque han desarrollado un sentido educativo arraigado en otros modelos que respondieron a las necesidades de la época.
Por ello, la propuesta marca un antes y un después en la educación costarricense y, como tal, se le debe dar la trascendencia debida, no solo para ingresar a la OCDE, sino también como cambio hacia una educación más inclusiva, que beneficia lo ambiental, social, político y económico, y afecta de forma positiva a cada uno en aspectos personales, profesionales y laborales, pues se trata de una educación respetuosa de los derechos humanos y deberes ciudadanos.
La autora es socióloga.