Suiza, Austria y Alemania tienen en común no solamente su fuerte y estable economía, sino también el título de naciones con la mayor tasa de reciclaje mundial.
La separación de basura es una práctica habitual en los hogares. En toda vivienda poseen cinco basureros diferentes para plásticos y metales, vidrio, papel y cartón, restos orgánicos y un contenedor de residuos restantes.
Los habitantes de estos países saben exactamente qué botar en cuál contenedor, y las leyes prohíben tirar desechos sin antes clasificarlos.
La estrategia es exitosa y está basada en un solo factor, sencillo y claro para la población: la bolsa de residuos restantes se cobra dependiendo de su peso. Las de materiales reciclables no se pagan. «Quien más basura produzca más paga», es la regla. Así, se motiva a los habitantes a reciclar el máximo posible y existe el incentivo de la rebaja de los cargos por recolección de basura.
En Costa Rica se cobra la recolección de desechos dependiendo del precio de la propiedad, y el cargo se incluye en el impuesto territorial, por lo cual nosotros, como productores de basura, no tenemos consciencia de lo que pagamos ni del real valor de esto. Por lo anterior, la mayoría de los costarricenses producen grandes cantidades de desechos sin conciencia en el impacto ambiental ni sanción. Por otro lado, imponen una elevada tasa a quienes sí reciclan y separan la basura.
Acicate. En Estados Unidos, en los años 90, diversos municipios acogieron la campaña Pay-As-You-Throw (pague por lo que bote), que ha demostrado la importancia de cobrar en función de la producción de residuos para motivar a los ciudadanos a la reducción.
La iniciativa ha tenido resultados palpables, como la reducción de entre el 25 % y el 45 %, y un aumento del compromiso de la población con los programas de reciclaje.
Si adoptáramos esta estrategia en nuestro país, los recicladores responsables y quienes hagan un esfuerzo para disminuir la cantidad de desechos serán recompensados con un pago menor por la recolección de su basura.
Claro está, el problema es que los irresponsables utilizarán esta estrategia como excusa para ir al lugar más cercano a depositar su basura, ya sea un lote baldío o un río.
En este caso, la educación es fundamental. Las municipalidades deben asumir un papel primario en la información sobre prácticas sostenibles y mostrar a los ciudadanos los beneficios y la necesidad del reciclaje y el manejo responsable de residuos.
Con una fuerte base de valores ambientales, mejoraríamos nuestras prácticas residuales y bajaríamos el costo de nuestras facturas de basura.
Acciones sencillas. Con el simple hecho de instalar una compostera, disminuiría un gran porcentaje del contenedor de restos. Esta práctica ayuda a crear nuestro propio abono, el cual nutriría nuestros jardines.
Un estudio de la Universidad Nacional, del 2016, evidenció que en Costa Rica el 55,9 % de los residuos sólidos son componentes orgánicos, lo que, con el sistema de compostaje doméstico, reduciría a gran escala la producción de basura y originaría una enorme cantidad de compost.
Si conseguimos cambiar el sistema tradicional de tarifas por los desechos domiciliarios por un sistema de cobro dependiente de la cantidad de residuos generados, veríamos estos beneficios principales: asimilar el costo real de los servicios de disposición de residuos, reducción de la cantidad de basura domiciliaria como estrategia ambiental, la promoción por parte de los gobiernos locales del reciclaje domiciliario y la definición de una tarifa que cubra el costo real del servicio.
La clasificación de los residuos es fundamental para un futuro sostenible, porque reduce la cantidad de basura que llega a los vertederos, disminuye la contaminación y minimiza la explotación de materias primas.
Tenemos que hacer un cambio en nuestros hábitos de gestión de residuos, empezando por nuestras prácticas en la casa, separando los desechos y reciclando en la medida de lo posible.
El autor es estudiante de Ingeniería Civil.