La ganadería bovina, en las condiciones actuales, con algunas excepciones, no es rentable ni competitiva. Producimos más caro que otros países. Durante 40 años escuchamos esto y todavía existe la ganadería.
Los censos hechos desde la década de los ochenta indican la existencia de entre 30.000 y 40.000 fincas ganaderas. ¿Por qué han persistido? Porque reciben protección arancelaria, porque no es un local de alquiler para moverse a placer, por el escaso empleo en las zonas rurales y, a pesar de la falta de rentabilidad y competitividad, el ahorro en mano de obra.
El ingreso da apenas para vivir y, aun así, las familias progresan gracias a la educación y los servicios de salud, entre otros, que el Estado brinda en forma gratuita, lo que contribuye a que algunos hijos salgan adelante. Los que no estudian deberán salir a buscar trabajo fuera de la finca, pues no da para dos ingresos.
Todo indica que la tecnología es esencial para mejorar la productividad. Otras razones —más bien bofetadas a los productores— dicen “porque las actividades agrícolas son una forma de vida”, queriendo imprimir romanticismo a una situación sin salida del productor y su familia, dada la falta de otras oportunidades.
También nos dicen que no hay cambio generacional porque los hijos no quieren trabajar la finca. Pensamiento insensato, sin interpretación de lo que sucede en el campo. Para terminar, la parte negativa, abordada no para destruir sino para redirigir acciones y política pública y sacar adelante al agro, es el cuestionamiento a la falta de adopción de tecnología.
¡Qué podíamos esperar, si primero hay que comer, vivir y sacar a los hijos adelante! ¿Qué dirá el productor sobre la tecnología? “Muy racional, muy importante”, pero primero lo primero.
El resultado relevante del proyecto del INTA sobre modelos intensivos sostenibles de producción bovina indica que tecnología y manejo son necesarios para mejorar la productividad, mas no suficientes para sacar a los productores y sus familias adelante.
La escala de producción —origen de las excepciones— es también necesaria, porque la actividad ganadera es un negocio que requiere ser rentable y competitivo para que sea sostenible social, económica y ambientalmente.
Como empresa, necesita volumen para aumentar los ingresos a las familias del propietario, a sus trabajadores y proveedores, para que exista la posibilidad de inversión en mejorar la productividad y reducir el impacto ambiental. El productor se convierte en un emprendedor con posibilidades de mejorar y crecer en un negocio con imaginación e innovación, es decir, el productor empresario.
La conversión requiere estudio comprensivo de las fincas, los productores y sus potencialidades, y definir a qué aspiramos como país, qué ofrecer a nuestro mercado local y al internacional.
El apoyo institucional se da en la forma de tecnología, mercados, finanzas, etc., pero necesitamos un reacomodo del pensamiento estratégico de la operatividad institucional, algo particularmente importante para conducir el sector y al país por derroteros donde se concrete el desarrollo, elemento clave para el funcionamiento de los proyectos.
Urge una propuesta cuyo único costo sea utilizar el pensamiento reflexivo y estratégico, una política pública, autoridades del sector (administración), con pensamiento estratégico, que construya las bases a largo plazo y no gire directrices con efectos solo a corto plazo, que se esfuman en cuatro años y causan caos y tiempo perdido.
Lo anterior deja en manos de los propios productores y sus organizaciones el compromiso de llevar la carga de la tarea con apoyo institucional establecido y sin necesidad de regalarnos nada, ni bienes ni recursos financieros, que crearon dependencia e pralización mental en quienes esperan al próximo político tradicional para ver qué trae, con miras a perpetuar la inoperancia en contra de la conversión de la actividad ganadera y agrícola.
Utilicemos el potencial del clima tropical, la vocación ambientalista, la ubicación geográfica, la estabilidad política y, para alardear aún más, la riqueza de la capacidad de la gente y los recursos naturales.
El autor es especialista en sistemas de producción y exdirector de la Dirección de Investigaciones Agropecuarias del MAG.