Los mares tendrán más plástico que peces en el 2050. Los microfragmentos de material sintético están introduciéndose en la cadena alimentaria y, finalmente, en nuestras mesas cuando consumimos productos del mar. Podría decirse con certeza que nos estamos comiendo la basura que producimos.
No hace falta ir muy lejos para ver localmente el panorama mundial. Playa Guacalillo, en el Pacífico central, acumula toneladas de residuos desechados por las personas. ¿Por qué hemos llegado a esta situación que pone en riesgo nuestra propia existencia?
Extraer, fabricar, usar y desechar. Estas palabras describen el modelo de producción y consumo de la economía desde la Revolución Industrial, hace unos 250 años. Un modelo lineal que descarta mucho y recupera poco.
Como consecuencia, las reservas de los recursos naturales finitos del planeta se ven amenazadas, incrementando el riesgo en la oferta de materiales y fluctuación de precios, situación que perjudica a pequeñas, medianas y grandes empresas alrededor del mundo.
La economía lineal también ha degradado nuestros sistemas naturales a tal punto que causó la extinción, o amenaza con hacerlo, de un sinnúmero de especies, aceleró el cambio climático y contaminó suelo, aire y agua.
Opción atractiva. Ante esta crisis, la economía circular, modelo en auge desde los años noventa, es una opción viable. Este modelo replica el diseño regenerativo de la naturaleza, que reutiliza todo lo que produce.
En el medio natural, cuando una planta o un animal muere, los restos sirven de nutrientes y energía para otros animales y microorganismos, un modelo cíclico reproducido desde hace millones de años. Todo crece, vive, muere y es utilizado una y otra vez.
En el modelo natural no existe la basura, y esta es una de las principales características de la economía circular.
Para lograrlo, promueve, entre otras cosas, el mantenimiento, desensamblaje y reutilización de los materiales para que continúen circulando y contribuyendo a la economía; la creación de empaques biodegradables que al final de su vida se convierten en un recurso para el suelo; y el cambio de la estructura de la propiedad, para que en vez de ser los propietarios de aparatos como el celular o los electrodomésticos, contemos con una licencia del fabricante al que se le devolvería el producto al final de su vida útil. Pasaríamos de ser consumidores a usuarios.
Nuevo paradigma. El modelo económico circular valora, además, la diversidad de las empresas, la energía renovable como el motor de la economía, el pensamiento sistemático y los costos reales, y toma en cuenta las externalidades negativas y elimina los subsidios a productos que tienen un alto costo ambiental para la sociedad.
Ante este nuevo paradigma económico, hay una gran oportunidad para las empresas, el Gobierno y los ciudadanos. Al innovar, las empresas pueden aumentar la demanda de sus productos, asegurar la oferta de su materia prima y mejorar las ganancias.
El Gobierno puede crear nuevos empleos y alcanzar crecimiento económico. Los ciudadanos contaríamos con más y mejores opciones de productos y servicios a menor precio. Nuestro medioambiente, al fin, tendría un respiro para reducir las emisiones de carbono, bajar al mínimo la extracción de nuestro estocaje natural y la contaminación de agua, aire y suelo.
Comprometidos. Google y el Gobierno escocés, por mencionar dos ejemplos, están quebrando el statu quo y han empezado a adoptar estrategias y políticas para implementar una economía más circular.
La Fundación Ellen MacArthur ha creado una plataforma global que apoya y promueve la colaboración entre empresas, innovadores emergentes, pymes, organismos estatales, ciudades, socios académicos y redes de afiliados para acelerar la transición a este modelo económico.
Costa Rica cuenta con bases sólidas para incursionar en esta iniciativa económica circular: liderazgo ambiental, fuentes renovables de energía, avances científico-tecnológicos en los centros de estudio y el compromiso e ingenio de pequeñas, medianas y grandes empresas que ya incursionan en modelos de negocios sostenibles.
Nos falta impulsar políticas para hacerlo realidad. Con liderazgo y visión podríamos voltear la mirada del mundo nuevamente a nuestro pequeño gran país y brindar a nuestros hijos y a la humanidad la esperanza de un mañana mejor.
La autora es experta en manejo de recursos naturales.