Con toda la ciudadanía josefina y nacional enterada de la cantidad de dinero que se paga en dietas a 11 líderes sindicales de la Junta de Relaciones Laborales de la Municipalidad de San José, no voy a echar más leña al fuego.
Sin embargo, hiervo en deseos por penetrar en la médula de las palabras expresadas por el líder de la Unión Nacional de Empleados Municipales acerca de las dietas. Para él, no es un privilegio, sino “un logro que se hizo por convención colectiva”. Y con ligereza, agrega que “el monto está bien y es justo”.
Estas memorables palabras merecen un análisis psicológico o moral, y como mis luces psicológicas están muy apagadas lo haré de acuerdo con la segunda, monetariamente poco resarcible.
Es un logro: Un logro es cristalizar un anhelo con el esfuerzo propio, sin estropearse y sin afectar a otros. El duro esfuerzo propio salió de las solícitas páginas de una convención colectiva estropeando todos los principios éticos de equidad y moderación.
El daño a los otros es una invisible pero muy eficaz sustracción de los bolsillos de los contribuyentes josefinos para sufragar los ¢107 millones anuales en dietas para los 11 dirigentes sindicales.
El nombre de este atropello no es logro, sino el desplome de las conciencias y la deificación del beneficio personal muchos metros más arriba de los límites del cielo de la rectitud.
El monto está bien y es justo: Hasta donde la sabiduría de mi longevidad alcanza, algo está bien cuando está de la mejor manera posible o de un modo correcto. ¿Está bien cobrar ¢107 millones cuando la Policía de la misma municipalidad recibe un presupuesto de ¢47 millones para medio apuntalar las sedes e instalar cámaras de vigilancia para la seguridad de la desamparada urbe josefina?
¿Es una buena acción que 11 líderes sindicales reciban esa cantidad de dinero cuando 2.000 empleados municipales se afanan todos los días?
Si es esa la sin par noción que tiene el líder de la Unión Nacional de Empleados Municipales del concepto de bien, entonces, no me asombré de hundirme en el espanto cuando afirmó que el monto es “justo”.
Lo justo es una acción que se valora recta, razonable, equitativa e imparcial, y la conducta de los 11 con respecto a las dietas es torcida como el reptar de una serpiente: irracional, arbitraria y colmada de una injusticia que hiere la sensibilidad de la más dura de las almas.
El líder puso el pie en el suelo de la legalidad de una convención colectiva para acreditar el bárbaro privilegio económico de sus colegas sindicalistas. ¡Por supuesto que la cosa tenía que ser legal, porque de otro modo no habría sobrevivido a un juicio moral!
Lo que aquí supura no es la clase trabajadora; es el desprecio por la probidad, por la entereza personal y por las mil veces vociferada solidaridad.
Me pareció un prodigio de milagro que 20 años después, cuando el asunto se hizo público y suscitó la ira de los ciudadanos josefinos, saltaron las voces reprobatorias acerca de estas dietas que, pródigamente, engordan billeteras y carteras.
El alcalde suspendido las condena porque en la convención colectiva hay grandes “abusos”; la alcaldesa presente las censura y afirma que la situación “tiene que cambiar porque son montos muy elevados” y, nadando a contracorriente con raro empeño, un miembro de la Junta de Relaciones Laborales del municipio dictó un decreto propio de un emperador: “Lo de las dietas no se toca, eso no es negociable”.
Solamente una cabeza sindicalmente fanática y ciega dirá que mis palabras constituyen “un artero ataque a la clase trabajadora de Costa Rica y en especial a los trabajadores municipales”.
El autor es educador jubilado.
El presupuesto de la Policía Municipal asciende a ¢47 millones; los 11 sindicalistas se reparten ¢107 millones anuales en dietas. (Rafael Pacheco Granados)