A finales de los 80, un dirigente sindical del ICE defendía, ante la Asamblea Legislativa, el desarrollo público de la telefonía celular en los siguientes términos: “Puede que dentro de 5, 6, 7, 8 o 10 años tengamos más abonados aquí en el área urbana en telefonía móvil en manos de la empresa privada, que los que tiene el ICE actualmente. Y estas son las cosas”.
Ante esto, el diputado socialcristiano Luis Chacón Jiménez respondía de la siguiente manera: “A mí me pareció fatal que aquí se hiciera la afirmación de que la telefonía móvil podría desplazar al resto de la telefonía. No se necesita haber estudiado mucho para saber que esta no es una situación que se da”.
Durante casi tres décadas, Costa Rica resistió la privatización sistemática de los sistemas nacionales de telecomunicaciones que vivió todo el planeta. Las élites egoístas de esos Estados entregaron un recurso fundamental para el desarrollo humano al libre mercado, a los intereses del lucro.
“La telefonía celular debe de ser popular”, decíamos, para que la gente comprendiera la importancia de sacar a Millicom del país. Y así fue, resistimos, y la telefonía se popularizó a tal punto que cuando se dio la apertura había más de 3 millones de líneas en este país. Pero mucho antes de eso, en el 2006 éramos el tercer país que consumía más minutos de telefonía celular per cápita en el mundo. En definitiva, logramos nuestra consigna.
Un año después, Steve Jobs consolidaba la era del smartphone y el tesoro de las empresas de telecomunicaciones pasaría de ser la voz conmutada, que entraría en declive, para abrir paso al nuevo negocio: Internet móvil.
Tarifa plana. Nuestra Internet móvil, que aún era monopolio estatal, vio surgir una particularidad única en el concierto de las naciones, la tarifa plana, algo que solo una empresa estatal podía darse el lujo de establecer, y, gracias a eso, la Internet móvil también fue popular y barata, y lo sigue siendo, a pesar de los intereses de Claro y Movistar y del mismo ICE, que se ha tenido que corporatizar en medio de una lógica de competencia, herencia del TLC.
Esa tarifa plana, esa cualidad que nos hace únicos en el mundo, funciona gracias a dos importantísimos patrimonios del pueblo costarricense: el espectro radioeléctrico y, en el caso del ICE, a un moderno sistema nacional de telecomunicaciones (compuesto por equipos y antenas en todo el territorio nacional) que sin ser perfecto, es nuestro y, gracias a ello, ninguna empresa extranjera nos puede arrebatar nuestra soberanía infocomunicativa.
Hoy, así como cualquiera nos deja leer una noticia de su periódico, cualquiera con tarifa plana nos comparte Internet, busca algo en Google y nos lo envía por correo; cualquiera nos manda su ubicación por WhatsApp. Eso nos caracteriza como costarricenses, pero no es así en el resto del planeta. En otros países, entre más Internet se consuma, más cobran. En esos países la solidaridad tecnológica no existe.
Cobro por descarga. Debemos ser más conscientes de que dentro de 10 años, si se libera la Internet, si se cobra por descarga y, peor aún, si se cobra lo que los operadores quieren, cualquiera podrá resistirse a compartirnos Internet, habremos enterrado nuestra solidaridad tecnológica porque nos van a cobrar cada vez que veamos un video en Youtube, leamos una noticia, busquemos en Google, usemos Waze, escuchemos música en Spotify, enviemos un correo, cualquier cosa.
Además, la Caja podría cobrarnos por enviarnos los exámenes médicos en forma digital, la UCR por enviar solicitudes de becas, cosas que hoy nos parecen baratas o naturalmente incobrables.
No permitamos eso, no perdamos una herramienta tan importante para el desarrollo humano y la justicia social tecnológica, como lo es la tarifa plana de Internet móvil y de Internet fija. Eso nos hace distintos ahora y nos hará superiormente únicos en el futuro.
El autor es diputado del Frente Amplio.