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Conversación con una roca

Toda roca, por simple que parezca, cuenta de dónde viene y cómo se formó a lo largo del tiempo

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Cavilaba el poeta Darío en la eterna angustia humana de la conciencia de lo vital. Envidiaba al árbol que apenas podía sentir la brisa moviendo sus ramas, botando sus hojas secas o sufriendo el calor estival de la costa occidental nicaragüense. Pero envidiaba aún más a la dura roca porque no tenía sentimiento ni sensación alguna. Ni frío ni calor, nada es perceptible para una roca perdida en la montaña o embriagada de sol en una playa. Sí puede ser afectada por los cambios del tiempo, hincharse al calor o contraerse ante el frío, quebrantarse por los golpes y embates de las olas o fluir del río, pero de eso a sentir hay toda la diferencia del mundo.








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