La adolescencia es una etapa de cambios significativos, en la que se da una evolución del pensamiento concreto al abstracto, con adquisición paulatina de pensar en términos de futuro y de aprovechar sus experiencias y conocimientos para enfrentar problemas y situaciones desconocidas, y que concluye con la capacidad de formular hipótesis, corregir falsos supuestos, considerar alternativas y arribar a conclusiones que contribuyan a desarrollar sentido de identidad y de manejo del mundo que nos rodea, dentro de un marco de responsabilidades crecientes. Además, se da una serie de cambios físicos que incluyen la maduración sexual y que en conjunto caracterizan el proceso adolescente.
Como proceso, se ubica en un espacio temporal que para la Organización Mundial de la Salud comprende el período que va de los 10 a los 20 años; claro que la fijación de edades no puede ser rígida y que la sola edad no define cuándo empieza o termina. Más aún, en términos sociológicos occidentales actuales, la situación de dependencia económica y emocional y un proceso más prolongado en la construcción de la identidad ha obligado a un replanteamiento de esos límites de edad, por lo que algunos autores consideran que las condiciones de la adolescencia pueden persistir más allá de los 20 años.
Desconocimiento del proceso. Cuando se plantea el problema de la explotación sexual menores, las generalizaciones tienden a confundir, por lo que no puede afirmarse que solo sí se tiene menos de 9 años se es víctima de adultos pervertidos (figura del abuso) y más allá de esta edad es prostitución consciente y libre, ya que se estaría desconociendo el proceso adolescente previamente descrito.
Es por esto que cuando una adolescente, especialmente si está en la etapa temprana (10 a 14 años), en pleno desarrollo de sus cambios físicos, que además proviene de una situación de gran desventaja y que se encuentra en condición de explotación sexual, con una gran certeza y de acuerdo a múltiples investigaciones, podemos afirmar que esto refleja su desprotección, falta de oportunidades y expectativas de futuro, carencias crónicas de afecto y muy probablemente una historia previa de abuso sexual, físico y emocional, lo cual hace que su situación no sea una escogencia propia de un funcionamiento adulto.
Peligrosa estigmatización. Además, si estar en condiciones de explotación sexual siendo adolescente equivale a ejercer la prostitución consciente y libremente, como afirmó el doctor Edgar Mohs en un artículo reciente, produce una peligrosa estigmatización, similar a la que se da al igualar adolescente con irresponsabilidad o vandalismo o, en el caso de adolescentes, madres con malas madres.
Lo anterior implica riesgos para los enfoques de programas, en donde a la población adolescente se le tiende a desproteger y, como ocurre hoy, a tratar de minimizar los problemas que enfrenta como grupo poblacional.
(*) Jefe Clínica de Adolescentes Hospital Nacional de Niños